Tepic, Nayarit, jueves 21 de noviembre de 2024

El impacto del Trumpismo en la economía mexicana

Octavio Camelo Romero

14 de Diciembre de 2016

Aunque es pronto para enumerar los “descalabros” que sufrirán los sectores de actividad y las regiones del país en el caso de que la administración de Donald Trump, quien asume funciones el 20 de enero del 2017,  convierta en políticas públicas algunos de los planteamientos de la campaña electoral, si es conveniente reflexionar sobre las condiciones socio-económicas de USA en las cuales se dio el proceso electoral para la elección de presidente de los Estados Unidos de América. La relación México-USA no es una relación simple, todo lo contrario; es una relación compleja, más aún, es una relación estructural. Los gobiernos mexicanos desde Miguel de la Madrid hasta el de Enrique Peña Nieto han tejido un entramado entre las economías de los dos países a tal grado que si al vecino del norte le da una simple gripe en el mexicano se presenta una pulmonía. El último engarce lo tuvimos con las famosas “Reformas Estructurales” que para lo único que han servido ha sido para llevar a más de la mitad de los mexicanos a una situación de pobreza. Sin embargo esa fue un objetivo estratégico para obligar a muchos connacionales a emigrar al vecino país del norte y engrosar las filas de la mano de obra barata de migrantes. Por lo tanto la generación de pobreza en el país es toda una política pública del gobierno de la República. Donald Trump en tanto representante legítimo de la clase capitalista transnacional no está en contra de esa mano de obra migrante que además es de bajo costo. Por eso su slogan de campaña debe considerarse desde otras perspectivas.

La crisis del capitalismo transnacional que desde el siglo pasado se viene manifestando y que su desarrollo ha sido en espiral, ha arribado a un punto de convergencia de dos caminos diametralmente opuestos y de los cuales habrá que escoger uno: o hay una superación radical de la crisis o se va hacia el fascismo del siglo XXI. Como dice el sociólogo norteamericano William I Robinson, el “fracaso del reformismo de élite y la falta de voluntad de la élite transnacional para desafiar la depredación y rapacidad del capitalismo global, han abierto el camino para una respuesta de extrema derecha a la crisis”.

Esta crisis del capitalismo transnacional se viene manifestando en todo el planeta. En USA se manifiesta de varias maneras además de presentarse como una crisis de hegemonía y legitimidad del sistema político y de los grupos dominantes.

Masivos sectores de la clase obrera blanca estadunidense son arrojados al lumpen-proletariado, al desempleo y la marginación, y otros experimentan una desestabilización en sus condiciones laborales y de vida. La clase obrera en USA históricamente tuvo ciertos privilegios gracias al sojuzgamiento de muchos pueblos por parte del “imperialismo yanke”. Hoy esos obreros blancos y racistas están perdiendo esos privilegios a pasos agigantados por efecto del capitalismo transnacional. Por lo tanto el candidato Donald Trump tenía que dar una respuesta racista y localizar un chivo expiatorio para canalizar y capitalizar el descontento de los trabajadores blancos norteamericanos. Los migrantes latinos y en especial los mexicanos serían los más adecuados para su propósito. En este contexto habrá que ubicar los pronunciamientos de campaña y en especial ese que dijo que ordenaría la construcción de un muro en los 3 mil kilómetros de frontera común; que una parte de esa obra sería pagada mediante la confiscación de las remesas, y que impondría aranceles hasta de 35 por ciento a productos manufacturados en México que empresas estadunidenses quisieran introducir a su país.

Sin embargo habrá que aprovechar la ocasión para independizar al país de la economía norteamericana y diversificar los destinos de las exportaciones de los productos mexicanos. Esto se logrará en la medida en que se impulse la competitividad de las regiones del país, en que haya una mejora continua de la infraestructura nacional, en particular de comunicaciones y transportes, en la medida en que se aprovechen las ventajas comparativas regionales y, con una mano de obra cualitativamente desarrollada y adecuadamente pagada. Solo así se podría alcanzar no solo una mayor vocación exportadora y mayor diversificación de los destinos de las exportaciones, sino también un impacto relativamente mayor en el mercado interno, el PIB y el empleo. En fin.
 
 
 

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