Tepic, Nayarit, jueves 21 de noviembre de 2024

Los actores estelares de la tragedia nacional

Manuel Aguilera Gómez

13 de Diciembre de 2016

El influyente mundo de las finanzas muestra su pesar por las renuncias de las cabezas visibles de la política fiscal y monetaria del país. En  efecto, con diferencia de dos meses presentaron sus renuncias los doctores en economía Luis Videgaray y Agustín Cartens, a sus cargos de Secretario de Hacienda y gobernador del Banco de México, respectivamente.

En los corrillos empresariales impera un sentimiento de orfandad porque el equipo económico del Presidente Peña se quedó sin los “sabios” consejos y recomendaciones de tan brillantes colaboradores. En el mundo académico no impera tal unanimidad. Algunos se inclinan por evaluar su desempeño al frente de sus cargos antes de derramar cualquier furtiva lágrima por la ausencia de los renunciantes. Creo que esta es la actitud correcta.

Alucinados por la portada de la Revista Time que calificaba al presidente mexicano recién posesionado como el salvador de México, los funcionarios responsables de la conducción de la política económica anunciaron un porvenir venturoso para los mexicanos. Los años del sexenio serían recogidos por la historia nacional como la etapa de prosperidad sin precedentes, gracias a las reformas “estructurales” acordadas por las tres fuerzas políticas más importantes (PRI, PAN y PRD) en el Pacto Por México. Ofrecieron un crecimiento económico de por lo menos el 5% anual, en un marco de modernización económica capaz de erradicar la miseria, gracias al programa denominado Cruzada contra el Hambre y a la implantación de la seguridad social universal. De esa magnitud fue el compromiso del equipo económico con el Presidente.

¿Qué fueron de esos compromisos? Se preguntaría Jorge de Manrique en sus célebres coplas del Siglo XV: “¿Que hizo el Rey don Juan? Los infantes de Aragón ¿qué se hicieron? ¿Qué fue de tanta invención?” Un presidente de la República no puede ser un especialista en asuntos financieros; para atender estos temas cuenta con un equipo de especialistas. No tiene tiempo para adentrarse en los vericuetos de los temas económico-financieros; sólo los juzga por sus resultados.

Todo su equipo está marcado por el signo de un liberalismo trasnochado. Si acaso hubiese voces discordantes en el seno del gabinete presidencial, han sido acalladas por la prepotencia hacendaria cuyo poder burocrático compite con la soberbia de su extitular. Igual ideología la comparte el encargado del Banco de México. Ambos están guiados por una consigna: “Si la realidad no corresponde con los dogmas económicos, peor para la realidad”.

¡A cuantas justificaciones y artimañas tuvieron ambos que apelar ante presidente para justificar el desmoronamiento de Pemex! Fueron innumerables los ardides que emplearon para justificar la demolición gradual y sistemática de la empresa más importante de México, una de las más grandes del mundo.

¿Puede usted imaginar, estimado lector, las maniobras seudotécnicas empleadas por ambos personajes para justificar ante el Presidente la devaluación progresiva de la moneda nacional frente al dólar y, al mismo tiempo, preservar abultadísimas reservas internacionales? Me resultan inverosímiles los argumentos esgrimidos para justificar el descomunal costo financiero de tener una reserva internacional originada, principalmente, en la venta de valores gubernamentales puestos en manos de especuladores internacionales. Y en recompensa, el Banxico entrega “dividendo” por la más  de 300 mil millones de pesos a la Secretaria de Hacienda originadas en ganancias por la devaluación, ganancias obtenidas del dolor de la gente. Son prácticas nacidas del fanatismo neoliberal.

Ante la declinación del precio internacional del petróleo, ¿por qué la Secretaria de Hacienda tomó la decisión de exprimir a Pemex hasta extremos de  extenuación y  en cambio decidió preservar los privilegios de la burocracia de angora? ¿Por qué Banxico se ha convertido en un alcahuete de las incompetencias de Hacienda y en un encubridor de la inflación?

El país está atrapado en la encrucijada del estancamiento estabilizador con pobreza progresiva, a causa de una política económica errónea. No espero cambios radicales con los nombramientos de los reemplazos en Hacienda y Banxico, porque serán los mismos personajes reclutados del mundillo financiero: “la self recruiting class” como lo auguró un inolvidable amigo nuestro, Don Emilio Mújica.

Las renuncias del equipo económico no deben convocar al gimoteo; ellos fueron los actores estelares de la tragedia económica nacional.

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