Tepic, Nayarit, jueves 21 de noviembre de 2024

La generación apolítica de los walking dead

Manuel Aguilera Gómez

08 de noviembre de 2016

El clima político nacional está dominado por un conjunto de circunstancias y conductas perversas, despojadas del mínimo sentido patriótico. Es  el imperio de los insultos, increpaciones, denuncias de toda índole, imputaciones  personales, recriminaciones entre los diversos partidos. Una vociferación ensordecedora aturde el ambiente; vocingleros de toda laya arrojan   acusaciones a los cuatro vientos. Los rumores acallan las explicaciones y le dan carta de naturalización a las insidias y a las maquinaciones. La libertad  de expresión no reconoce límites al extremo de atropellar con  la calumnia. Está en marcha una especie de contienda: a ver quien denuncia al mayor ladrón

En el terreno de la moralidad hemos  esparcido la semilla de la impudicia. Hay dos exgobernadores prófugos: uno del  PRI y otro del PAN. Ambos están abrigados por poderosos estamentos políticos: son los “perseguidos protegidos”, esa nueva estirpe de influyentes socorridos por los contubernios entre las élites partidistas. “Tapaos los unos a los otros” es la consigna, es el eje del equilibrio de complicidades encubadas en los nichos del Congreso, ese mercado donde se comercian con procacidad los votos de los legisladores pagaderos con toda suerte de monedas.

A espaldas de una sociedad agraviada, los partidos políticos están ahora dedicados buscar mecanismos de negociación a efecto de preservar los privilegios conseguidos. Se han puesto de moda las coaliciones electorales. Con ellas, se asevera estar explorando formulas para la gobernabilidad del país, pero su propósito trascendente reside en poner a resguardo los privilegios de las elites políticas. ¿Acaso no es ese el objetivo de la implantación de la reelección ininterrumpida de diputados, senadores y presidentes municipales incorporada hace dos años a la Constitución y a las leyes electorales? Pronto seremos informados de la iniciativa de algún congreso local promoviendo la reforma a la Constitución particular de su Estado para establecer la reelección de su gobernador. ¿Quién lo va impedir? Cuando esta maniobra se extienda, quedará abierto el camino a la reelección presidencial.

El clima de frivolidad ha invadido al sector financiero. La contienda electoral norteamericana fue incorporada a análisis monetario. Según los ”modernos” especialistas en el mercado de cambios, los embates en contra del peso están asociados a los resultados de las encuestas sobre las preferencias electorales del pueblo norteamericano. Incluso el gobernador del Banxico, ese profeta desairado  de una crisis mundial de 2008 que calificó como “catarrito”, ahora se siente dotado de atributos adivinatorios al comparar el triunfo de Trump con un “tsunami”. ¿Acaso gozaremos de un clima apacible y un desarrollo venturoso con la victoria electoral de la Clinton? El mercado—dicen los encumbrados funcionarios-- es el conductor infalible del tipo de cambio. Entonces ¿por qué sólo  cuando la devaluación ya se consumó, interviene Banxico? ¿Para ganar dividendos a favor de las precarias finanzas públicas? Porque usted debe saber, estimado lector, que las ganancias cambiarias originadas por la devaluación van a parar la Tesorería de la Federación.   

El ejercicio de la democracia está preñado por el papel crucial del dinero y por la presencia creciente de los poderes fácticos tanto legales como extralegales. Tras costosísimas campañas, los nuevos representantes populares son electos por la voluntad de los votantes, pero son incapaces (e indiferentes) de brindar seguridad a los ciudadanos acosados por todo género de expoliaciones, inermes ante la fuerza de quienes disputan el poder del Estado.  

De repente aparecen islas de prosperidad inusitadas, exhibidas como testimonios “de las que no se habla, pero que cuentan”: ranchos provistos con animales “exóticos”, plazas comerciales de diversas dimensiones, desarrollos inmobiliarios espectaculares, autos de gran lujo. La sociedad presupone el origen de la riqueza súbita pero, atemorizada, asume una actitud discreta.

¿Y los jóvenes? Son víctimas de la sentencia de Galbrarith: “Si no piensas en tu porvenir, no lo tendrás.” Desprecian la política; en particular los millennians, la savia de la renovación generacional, están enajenados por la “rolas” en inglés y por los teléfonos portátiles, caminando por las calles conectados a su “earphone”. Es la generación de los “Walking Dead”.

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