Títulos y profesiones
Sergio Mejía Cano
07 de noviembre de 2016
Hace tiempo se oyó decir a alguien que para ocupar algún cargo de funcionario, diputado y senador sería necesario que hubiera un título profesional de por medio; sin embargo, ¿en realidad un título hace más eficiente a una persona? Porque bien podría haber obtenido ese título sin haber estudiado o sustentado los exámenes correspondientes o si logró titularse a la mejor fue de rebote, por complacencias o en pago a servicios prestados.
Esto me hizo recordar una vieja película con los actores Raúl Ramírez y Erick del Castillo que se llama “El mexicano feo”, en donde Raúl Ramírez anda por las calles del entonces Distrito Federal con un cilindro musical y en una de las escenas ve a Erick del Castillo quien su papel protagónico es de senador, y resulta que son amigos de la infancia; total para no hacer el cuento largo ni contar la película en sí, resulta que el senador le da trabajo al del cilindro, haciéndolo vestir adecuadamente y como los malos entes que nunca faltan, y aprovechándose de la ignorancia del cilindrero y la amistad que lo une con el senador, y como traen proyectos en mente pero ocupan que el senador los autorice, le comienzan a decir “licenciado” al antes cilindrero haciéndolo caer en malos manejos que pone en verdaderos aprietos de corrupción a su amigo el senador.
Entonces, como ya se sabe que la realidad supera en mucho a la ficción, es muy probable que varios entes políticos y funcionarios se digan licenciados sin tener un título o si lo tienen probablemente no lo obtuvieron estudiando. Ya se ha documentado que políticos y funcionarios hasta de algunos Gabinetes presidenciales, se ha descubierto que muchos de ellos ostentaban títulos que en realidad no los tenían; varios que se decían ser licenciados o doctores en equis rubros, se demostró que no era así; sin embargo, lo único que recibieron como castigo fue alguna inhabilitación para ocupar cargos públicos por un corto tiempo, y al parecer por ahí andan de nuevo algunos de estos personajes sacrificándose en el servicio público.
Algo que es de llamar la atención es que no hay unificación de criterios en la interpretación de las leyes entre los licenciados de nuevo cuño y los antiguos; incluso cierto día me tocó oír en una plática a un novel abogado decir que los tratados internacionales estaban por encima de nuestra Carta Magna, a canijo. Como no estoy versado sobre esto, me limité a escuchar a quienes además de mí, rodeaban a aquél abogado recién desempacado. Un abogado ya mayor de edad le preguntó al novato que entonces ya para qué queríamos Constitución si dichos tratados la hacían prácticamente a un lado, en eso terció otro abogado que le dijo al novato que solamente en casos ambiguos en que nuestra Constitución fuera menos benévola se haría un comparativo y prevalecería lo que fuera más benéfico a la ciudadanía o al país en sí.
Durante los principios de la década de los años 70 del siglo pasado, la lucha por el poder en la Universidad de Guadalajara (UdeG), contra el Frente Estudiantil Revolucionario (FER) originó que muchos de sus integrantes –sobre todo estudiantes de la Facultad de Derecho- se entretuvieran más en los enfrentamientos en vez de estudiar, pues cuando no andaban persiguiendo a sus adversarios, eran perseguidos por éstos y así se la llevaban; sin embargo, cuando se aplacó todo, muchos de los participantes en los hechos, muchos de ellos funestos, varios de los que la libraron resultaron con su título universitario. Un caso muy emblemático de esto fue el tristemente célebre Carlos Morales García, alias “el Pelacuas”, de quien sus contemporáneos llegaron a decir que casi no entraba a clases por lo que les resultaba extraño que al final de cuentas resultara ser licenciado en Derecho; aunque había quien dijera que nomás se ostentaba como tal, porque no tenía cédula profesional, según los comentarios. Lo que sí es un hecho, es que de acuerdo a las noticias de la época en que fue asesinado, acababa de salir del Reclusorio Sur en el DF porque andaba “litigando”, y fue en las inmediaciones de dicho reclusorio cuando fue acribillado a balazos, allá a finales de los años 80.
Así que resultaría interesante saber quién sí y quién no se ganó su título profesional a pulso, porque de acuerdo a los últimos acontecimientos en aplicación de las leyes, la medicina y otros rubros, muchos profesionistas dejan mucho qué desear; y más, cuando queda claro que no se ponen de acuerdo en la unificación de criterios entre los profesionistas del mismo ramo.
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