Tepic, Nayarit, jueves 21 de noviembre de 2024

Dios te bendiga

Sergio Mejía Cano

25 de octubre de 2016

Contrario a mi forma de ser nada más observador de la vida cotidiana en la capital nayarita, este pasado viernes no sé por qué me dio por preguntar. Resulta que veo a una señora anciana en el portal de conocido hotel frente a la Plaza Principal a la que me le acerco y le pregunto quién y de dónde es, la señora ignora mi pregunta y empieza a voltear a todos lados y como que se echa algo a la boca y comienza a masticar. Le insisto preguntándole cuál es su nombre y como asustada me dice que “Cora López”, le vuelvo a preguntar que de dónde es y levantándose muy rápido, inusual para como la había visto caminando, me dice que viene de la costa y se retira de mi lado muy apresurada para juntarse con dos individuos que no me quitaban la vista de encima.

Ah, canijo, la señora anciana se fue caminando entre esos dos varones jóvenes quienes volteaban de vez en cuando a mirarme; en eso llegaron dos jubilados del ferrocarril a los que les hice el comentario de que tal vez la señora traía escolta, y ya cuando volteamos a mirarla ya no la vimos, ni a los amigos que la escoltaban.

Me despedí de mis compañeros jubilados pero me siguió el gusanito de buscar a los pedigüeños cotidianos de la plaza y más allá, pero curiosamente ya no encontré a ninguno, sobre todo a una señora que anda en silla de ruedas y que han dicho varias personas que la han visto apostando en una casa que a eso se dedica. A quien sí me encontré en los portales del edificio de la Bola de Oro fue a un señor ya mayor de edad quien dijo llamarse Lorenzo González Parra, le cuestioné quién lo llevaba a ese lugar en donde se encontraba con un bote pidiendo monedas y me respondió que nadie, que él mismo llegaba ahí por su propio pie, que era pariente del amigo Emilio, el exgobernador de Nayarit, que era su primo; que vivía en un hotel de las cercanías. Y no sé si sería que me ganó la paranoia pero de inmediato vi que dos individuos se apostaban mirándonos en los pilares de los portales y otro más en una de las jardineras que no nos quitaban la vista de encima. Así que mejor opté por retirarme y en la esquina de Veracruz y Lerdo vi tirado a un hombre en una camilla, por lo que me decidí a preguntarle de dónde era, pero me detuve un momento al voltear a ver al anciano con su blanca barba que estaba platicando con dos hombres que me señalaban.

Insisto, no sé si se debió a mi paranoia, pero como duré un buen rato de pie a un lado de una señora que vende frituras y atole de coco en esa esquina, alcancé a ver que la señora me señalaba con alguien tanto con la mirada como con su mano, y yo me hice buey mirando mi reloj de pulsera como si estuviese esperando a alguien; así que de pronto llegó un amigo con una mochila en sus hombros y platicando con la señora vendedora de ahí le dijo que luego volvía. Seguí de pie ahí haciéndome pato y de vez en cuando miraba hacia donde se había ido el amigo de la mochila y vi que se había detenido antes de llegar a la calle Hidalgo y estaba con otros dos señores volteando hacia donde se encontraba la señora vendedora y un servidor.

En eso, como de película veo que se aproxima un jubilado del ferrocarril al que luego de saludarlo le reclamo que haya llegado tarde, se sorprende mi amigo pero agarra la onda al cerrarle el ojo, y nos encaminamos hacia la plaza y le comento que qué bueno que había agarrado la onda porque la señora vendedora como que ya sospechaba algo; y mi amigo jubilado me dice que mejor no me meta en broncas, porque todo vendedor y limosnero que anda por ese lugar son de una mafia; y me hace recordar aquella vez que le preguntamos a Manuel Cota cuando era presidente Municipal sobre una mafia de los boleros que se dedicaban a robar o desbalijar homosexuales que pululan la plaza, a lo que nos había dicho que se hacía todo lo posible por erradicar todo eso pero que era muy difícil, pero que la lucha se estaba haciendo.

El meollo del asunto es que al parecer algunos pedigüeños de la Plaza Principal frente a Catedral tienen sus cuidadores o escoltas, o también los hay independientes que una vez son de Chiapas y otras de Hidalgo o del estado de México, como un muchacho que cotidianamente se acerca a los parroquianos de un café en que eso sí, con mucho respeto pide su caridad diciendo que el tren lo dejó aquí y que es de Chiapas, otro día dice que es de Pachuca y otras más de Toluca, etcétera. Al recordarle esto, el muchacho nada más se limita a decir “Dios te bendiga” frase a un maestro le sonó como un recordatorio del 10 de mayo.

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