Ni modo, Juan te llamas
Sergio Mejía Cano
07 de octubre de 2016
Es indudable que la delincuencia avanza a pasos agigantados no nada más en la capital nayarita, sino prácticamente en todo el país, debido quizá a la falta de empleo, de espacios en las escuelas; pero lo peor es por drogadicción. Sin embargo, el crecimiento de asaltos, robos, fraudes y toda clase de ilícitos se da principalmente, como siempre, entre las clases populares.
Se han documentado casos de asaltos a transeúntes, robos a casas habitación y comercios, pero no todos son denunciados, porque también está documentado que la gran mayoría de la gente que sufre este tipo de delincuencia prefiere no denunciar porque les resulta contraproducente, ya que en primera instancia, quien denuncia de inmediato pasa a ser investigado a fondo y por lo mismo tienen que pasar por un viacrucis de preguntas de tal por cual y hasta con la obligación de decir quién o quiénes fueron los asaltantes con nombre, apellido y domicilio; igualmente quienes sufren robos en su domicilio particular porque por lo regular se les exige que demuestren la propiedad de los artículos que dicen les fueron robados, y en caso de que demuestren lo lícito de la adquisición de lo robado, aun así en caso de que los recupere la autoridad, para restituírselos a los demandantes, éstos tienen que hacer un buen galimatías de trámites para que les sean devueltos, por lo que muchas de las veces mejor desisten y ahí quedó todo.
Es posible que los ladrones, asaltantes y rateros apliquen la máxima aquella de que “el que nunca ha tenido que nunca tenga”, porque la mayoría de todo tipo de delincuencia menor se da entre la gente de escasos recursos, en las colonias populares, entre gente de escasos recursos, quizás debido a que temen presentarse a denunciar algún robo precisamente porque tendrán que andar vuelta y vuelta ante las autoridades, a tal grado que mejor desisten de andar del tingo al tango tal vez a sabiendas de que nada se resolverá y que al final de cuentas posiblemente pasen de víctimas a sospechosos. Y los ladrones y rateros a lo mejor a esto se atienen, pues saben que la gente de escasos recursos tiene más posibilidades de que no les hagan caso las autoridades y su denuncia pase a dormir el sueño de los justos sin que se llegue a investigar nada de nada, por lo que mejor apechugan el daño y ahí muere.
La mayoría de los robos a casas habitación se dan por lo regular en colonias y asentamientos humanos populares, y muchas de las veces son chicos de las familias de los mismos residentes de esos asentamientos quienes cometen los robos; y si alguna de las veces el afectado se da cuenta y sabe quiénes fueron los que saquearon su pobre domicilio no denuncian por las posibles represalias no nada más de los rateros, sino hasta de los familiares de estos.
Paqueros, conejeros y toda clase de delincuentes que se apostan en las inmediaciones de las instituciones bancarias, enfocan sus baterías por lo regular sobre personas que visten sencillamente y muy pocas veces sobre quienes visten elegantemente, y atenidos a la posibilidad de que la persona abordada sea una de esas personas ilusas que ganará más dinero del que sacó del banco con la creencia del billete de lotería premiado o el domicilio en donde le darán una buena cantidad de dinero por llevar un mensaje o el susodicho cuento de encontrarse una cartera gorda de billetes y que ahí mismo ponga lo que sacó del banco para que se lo guarde, resultando al último que la gordura de la cartera eran puros recortes de periódico simulando ser billetes.
Cuántos fraudes no se han documentado a lo largo de la historia de nuestra depauperada nación en donde mucha gente de escasos recursos son vacilados con la promesa de que aportando determinada cantidad de dinero se harán acreditables para recibir una vivienda o un lote para que construyan su casa y luego resulta que nada de nada, que quien les pidió el dinero con la promesa de que tendrían un predio, desaparece de noche a la mañana, ¿y? Igualmente la gente que con la promesa de que ganarán muchos intereses depositando su dinero en cajas de ahorro patito y dichas cajas se esfuman en el aire llevándose todo su dinero ahorrado durante toda su vida, ¿y?
Así que por todos lados quienes la llevan de perder casi siempre son las personas de escasos recursos que se creen el cuento de que aportando cierta cantidad de dinero verán fructificados sus esfuerzos para hacerse de una vivienda. Y en casos así es común que se denuncien los hechos, pero sin resultados positivos.
Comentarios