Una fecha para recordar
Sergio Mejía Cano
05 de octubre de 2016
Este pasado 29 de septiembre me llamó un camarada de la infancia que radica en Guadalajara, Jalisco, para preguntarme si recordaba bien esta fecha. Le respondo que sí pues es cumpleaños de una de mis tías. Me aclara que no es por eso, sino de los acontecimientos que nos hubiera tocado vivir durante una balacera en la Escuela Politécnica en esta misma fecha pero de 1970. Ah, sí, lo recuerdo claramente. Y me dice que qué tal si hubiéramos acompañado a mi hermano René a la escuela Vocacional donde estudiaba.
En 1970 el Frente Estudiantil Revolucionario (FER) se estaba consolidando como un grupo fuerte y sólido en contra de la Federación de Estudiantes de Guadalajara (FEG), por lo que continuamente hacía mítines en las escuelas secundarias, preparatorias y de estudios superiores. Así que antes del 29 de septiembre de ese año, mi hermano y otros compañeros de él nos hicieron la invitación para que los acompañáramos a hacer bola en un mitin que se llevaría a cabo en la mañana de ese 29 de septiembre, aunque muchos de los del barrio ya no estuviéramos estudiando o asistiéramos a clases, de lo que se trataba era de hacer quórum, supuestamente para dar la impresión de que el FER ya aglutinaba más gente en la militancia que en realidad era.
Muchos no quisimos a acompañar a mi hermano, quien me gana con un año dos meses de edad, solamente se fueron con él dos amigos también desde la infancia, uno de nombre Francisco, hijo de un maquinista de camino del ferrocarril y otro de nombre Sergio (mi tocayo y de mi edad), hijo de un trabajador del taller del ferrocarril ya jubilado. Y ahí van al mitin que celebraría el FER en la escuela Vocacional, que estaba en ese entonces en la esquina de la calzada Olímpica y el boulevard Tlaquepaque, hoy Marcelino García Barragán, en el sector Reforma y precisamente en las inmediaciones de Ciudad Universitaria.
Como a eso de las tres de la tarde, llegaron a la casa de mi papá mi hermano y los amigos que lo habían acompañado al mitin, todos sucios como si los hubiesen arrastrado o habían trabajado como albañiles; estaban pálidos y al preguntarles mi papá qué les había pasado, mi hermano nada más le dijo que habían tenido una bronca fea. Y ya, los amigos se retiraron a sus respectivos domicilios y mi hermano se metió a bañar, y cosa rara, porque siempre que se duchaba se agarraba cantando, pero esa vez se bañó en completo silencio. Después que terminó de comer, salimos a la calle y en la esquina estaban otros muchachos del barrio comentando algo a lo que mi hermano nomás dijo que ya sabían qué había pasado.
Llegamos con los cuates de la esquina y al ver a mi hermano, de inmediato le preguntaron que si estaba bien, que ya sabían que se habían puesto feas las cosas en la escuela politécnica, y mi hermano solamente se limitó a decir que sí había estado muy gruesa la cosa.
Obviamente la duda me consumía y le pregunté a mi hermano qué había pasado, y ya para esto ya estaban ahí los otros dos amigos que habían acompañado a mi hermano al dichoso mitin del FER. Mi hermano comentó que a las nueve de la mañana había comenzado el mitin en la Vocacional, y que de ahí se pasó todo el contingente a la facultad de Ciencias Químicas, en donde se notó como que las cosas no andaban muy bien, pues hubo varios conatos de bronca entre los mismos estudiantes. Los del FER conminaron al estudiantado a acompañarlos a la Escuela Politécnica, que estaba en las cercanías de Ciencias Químicas, por lo que ahí van. Comentó mi hermano que él ya traía mucha sed y había visto un carrito con venta de cocos, así que fue a tomarse un agua de coco, y lo acompañó mi tocayo, Francisco dijo que iba a entrar de una vez a la politécnica y que allá los esperaba adentro.
Y de pronto comenzó la balacera, pero en serio. Mi hermano y mi tocayo de inmediato se tiraron al suelo diciéndole al coquero que se tirara también, pero no se tiró, sino que lo tiraron los disparos, porque comentó mi hermano que cuando el vendedor de cocos cayó al suelo tenía sangre en su cuerpo, y que al mismo tiempo miró cómo caía un pintor de brocha gorda de un andamio enfrente de con ellos.
¿Y Francisco? Panchito corrió hacia la planta alta de la escuela y se escondió en los baños, y antes de cerrar la puerta se introdujo otro muchacho que portaba una pistola en la mano y que estaba llorando; y antes de ponerle el seguro a la puerta, esta se abrió bruscamente y otro muchacho le disparó en la frente al de la pistola y a Panchito nada más se le quedó mirando a los ojos y se fue.
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