Con el capitalismo vivimos en una sociedad enajenada
Octavio Camelo Romero
26 de septiembre de 2016
Mi amigo Jaime Cervantes Rivera me envió un enlace para que leyera una entrevista que le hicieron a un neurocientífico europeo sobre el por qué la gente está apoyando a la derecha. El tema es por sí mismo interesante y relevante por lo menos para los Latinoamericanos. Y a partir de esa lectura me puse a reflexionar y a indagar sobre esta cuestión. Hice algunas otras lecturas y finalmente llegué a la conclusión de que la sociedad capitalista dentro de la cual vivimos es una sociedad enajenada. Pero ¿Por qué somos una sociedad enajenada?
Si es cierto como dicen que “la actividad vital del hombre es el trabajo”, entonces había que iniciar el estudio de esta “gran actividad”. Como dijera uno de los genios del siglo XIX, “el trabajo es una actividad racional encaminada a un fin”. El fin es producir un satisfactor social y para ello necesariamente el “trabajo es social”, nunca individual. Desde el momento de pensar humanamente, desde allí lo hacemos dentro y a través de la sociedad. Ya no digamos cuando para realizar la actividad productiva nos valemos de instrumentos y medios que la naturaleza aporta y que la humanidad transforma. Pero, ¿Qué sucede en la sociedad capitalista?
Antes que llegara la “modernidad” en la mayoría de los hogares se “torteaba”, esto es, se producían tortillas hechas a mano. Desde un día anterior se preparaba el “nixtamal” y se molía a mano en una piedra inclinada a 30 grados aproximadamente, llamada “metate”. Una vez hecha la pasta o la “masa”, se configuraban “bolitas” y se empezaba a “tortear”, esto es, se iniciaba un proceso de aplausos con las manos hasta que se configuraba el “disco” de la tortilla. Después se depositaba la tortilla en el “comal” y se volteaba hasta que se “inflaba”. Una vez inflada, se sacaba la tortilla y se depositaba en un “canasto” especial. En todo este proceso la persona que producía tortillas era dueña de su tiempo, de sus decisiones, de su actividad y de su producto. Si alguna familia no “torteaba”, regularmente acudía con quien “hacía tortillas” para que le vendiera algunas, o por lo menos, las que iba a utilizar a la hora de la “comida”. Este es un buen ejemplo del “trabajo artesanal” o del “trabajo manual” en donde los artesanos son dueños de sus tiempos, de sus actividades, de sus decisiones y de sus productos. Estos productos pueden ir o no al mercado, eso depende de las necesidades sociales y de la división social del trabajo.
Pues bien, ¿Qué sucede en el capitalismo? En la sociedad capitalista el “trabajador” es dueño única y exclusivamente de su “capacidad de trabajo” la cual se le denomina “fuerza de trabajo”; ha sido despojado de los medios de producción con que contaba en antaño. Los medios de trabajo y las materias primas le son ajenos. El régimen de producción capitalista le enajenó violentamente sus instrumentos y medios requeridos para la realización de la actividad donde el productor realizaba por sí mismo sus funciones de humano. Y esto todavía en el siglo XXI se sigue viendo en aquellas regiones geográficas donde el capitalismo se expande para salir de sus crisis periódicas. Pero que sucede en la actualidad con los trabajadores. Primero tienen que vender su “fuerza de trabajo” para poder comprar sus medios de vida y “subsistir”. Luego no son dueños de sus tiempos, estos se los impone el dueño de los medios de producción. Tampoco son dueños de su pensamiento, asumen el pensamiento del patrón como el propio. Menos son dueños de sus actividades, estas son impuestas por quienes controlan el proceso productivo. No son dueños del “producto de su trabajo”, este se queda en manos de quien los contrato, etc. En general no son dueños más que de su muerte, porque sus condiciones de vida se las impone el sistema capitalista. En síntesis, el “trabajador” es un enajenado producto del régimen de producción capitalista. Y a partir de aquí, la sociedad de los trabajadores es una sociedad de enajenados. Pero además, los “patronos” también están enajenados porque tienen una percepción invertida de la humanidad. En fin.
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