La vía electoral no es la ruta para el cambio social
Octavio Camelo Romero
06 de septiembre de 2016
Una vez más se muestra que la “vía electoral” no es la ruta para el “progresivo cambio social”. Aunque si lo puede ser para el “regresivo cambio social”. Y esto se ha visto no únicamente en Latinoamérica sino también en Europa. El “golpe de Estado” en Brasil es una metamorfosis del golpe de Estado en Chile y un símil del de Honduras y del próximo de Venezuela; y muchos otros golpes incluyendo entre ellos a los de México. Y eso que ninguno de los “golpeados” hizo pronunciamientos sobre la desaparición de la propiedad privada capitalista; cuando mucho, algunos de ellos se atrevieron a relacionarse con el imperialismo chino-ruso. La anterior situación nos muestra a un imperialismo norteamericano vinculado a los segmentos más retardatarios de las grandes burguesías latinoamericanas manipulando a las desesperadas capas medias de la población para mediante artificios legales de carácter nacional e internacional suplantar la voluntad popular manifiesta en los procesos electorales donde se eligieron a los “golpeados”. Hasta el momento, el último caso de “golpe de Estado” fue el de la presidenta brasileira Dilma Rousseff, sucesora de Luíz Inácio Lula Da Silva. Lo curioso del asunto es que en un gobierno de corruptos, donde los Poderes públicos están en manos de corruptos, sean estos corruptos los que acusen a la presidenta brasileira de corrupción. En este escándalo de las corruptelas no se escapan los partidos políticos; ninguno de ellos está “zafo”.
En el año 2015 las fuerzas retardatarias de derecha, opositoras al Partido de los Trabajadores, PT, piden la destitución de Rousseff por presuntas manipulaciones de las cuentas públicas para ocultar el verdadero déficit fiscal. A fines del año el presidente de la Cámara de Diputados le da entrada a una de la denuncias contra el gobierno e inicia con ello el proceso correspondiente. En 2016 primero la Cámara de Diputados elige una comisión especial para analizar la solicitud de juicio político contra Rousseff y después el pleno de la Cámara de Diputados aprueba el proceso que es enviado al Senado para una decisión sobre la suspensión temporal de la presidenta. El Senado crea una comisión especial para analizar la solicitud de juicio contra Rousseff, la cual recomienda la apertura del juicio político contra la presidenta. Posteriormente suspende a Dilma Rousseff por 180 días y el vicepresidente Michel Temer asume la presidencia de forma interina. Y finalmente el 31 de agosto del 2016 el Senado destituye a Rousseff con mayoría superior a los dos tercios de la cámara alta, compuesta por 81 senadores en total. De esa forma el Senado arrasó con los 54 millones de votos que obtuvo la presidenta de Brasil en los comicios de 2014. Cabe mencionar que el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) abandona la coalición gubernamental que formaba con el PT desde 2011. El “presidente golpista” Michel Temer viajó a China para participar en la reunión del G-20 acompañado por el presidente del Senado que responde a diez causas judiciales en el Superior Tribunal Federal y por su ministro de Relaciones Exteriores quien ha sido denunciado por empresarios de haber recibido entre siete y diez millones de dólares en sobornos. Tras haber sido ungido como presidente efectivo Temer dijo que estaba recibiendo un país sumergido en una grave crisis económica y social, olvidándose que desde enero de 2011, cuando la primera presidencia de Dilma Rousseff y hasta el pasado mes de mayo del 2016, fue vicepresidente del mismo gobierno del que ahora dice ser culpable de la situación.
Ni Lula ni Dilma pensaron en transformar a Brasil en un país socialista. Más bien se fueron con el imperialismo chino-ruso pensando en los indicadores macroeconómicos y en que de manera mecánica eso se traduciría en bienestar social. Su pensamiento pequeño burgués no los dejó prever que con el imperialismo o con el capitalismo global se iban a recrudecer más las contradicciones sociales. No les funcionó su populismo. El imperialismo norteamericano está implacable. En fin.
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