Dudas e incertidumbres
Sergio Mejía Cano
26 de Agosto de 2016
Vaya polémica y polarización en varios sectores de la población ha generado el reportaje de la periodista Carmen Aristegui, referente a la tesis que presentó en su momento el ahora Presidente de la República Enrique Peña Nieto. Obviamente tenían que saltar quienes se desgarran las vestiduras añadiendo que es algo irrelevante, que carece de importancia –tal vez por lo lejano de la elaboración de dicha tesis- , pero también hay personas a las que mueve el sentido común y desde luego los de siempre que ni les va ni les viene por ser quizás para ellos, algo irrelevante en lo que no vale la pena ni pensar.
El reportaje de la señora Aristegui señala que la tesis que presentó Peña Nieto para recibir su título como Licenciado en Derecho y que tituló “El presidencialismo y Álvaro Obregón”, contiene al menos 197 párrafos que son autoría de otras personas y no del peculio del entonces joven Enrique Peña: sin embargo, si alguna culpa pudo haber tenido el neo abogado mexiquense, más culpa pudieron haber tenido las autoridades de la Universidad Panamericana (UP), posiblemente por no haber revisado a fondo dicha tesis tal vez porque el joven aquel que la estaba presentado pertenecía a una pudiente familia del estado de México y además ligada al caciquismo eterno de la entidad, así como al ya para entonces poderoso Grupo Atlacomulco que había acuñado un político que no quiso ser pobre: Carlos Hank González. Así que a la mejor para no incomodar a la familia también emparentada con los Del Mazo, le aceptaron sin chistar y sin revisar en lo absoluto la tesis que pudiera ser que no la haya formulado en su totalidad el imberbe Peña Nieto, sino que la haya mandado a elaborar a algunos de los amigos de su familia, parientes o probablemente algún o algunos acomedidos que por quedar bien con los poderosos amigos de los papás del joven recién graduado se ofrecieron a hacerle la tesis de tal manera que quedara impecable en cuanto a conocimientos sobre la historia del presidencialismo en nuestro país y vida y virtudes del famoso manco de Celaya.
Entre los aficionados a algún deporte entre equipos, como el futbol por ejemplo, cuando el equipo contrario al de su preferencia comete una supuesta falta saltan de su asiento pidiendo la pena máxima para el equipo contrario; sin embargo, si una falta parecida la cometiera un jugador de su equipo, de inmediato alegan que no fue falta que fue una equivocación del árbitro vendido, etcétera. Pues así están ahora los que defienden al presidente Peña Nieto, tratan de minimizar el supuesto plagio que se dice ha comprobado Carmen Aristegui en su reportaje, pues aducen quienes defienden al mexiquense que es pecata minuta, que es intrascendente, que no tiene nada qué ver que en nada afecta; y hasta hay quien ha llegado a la ridiculez de afirmar que posiblemente fue un error de impresión el no haber entrecomillado los párrafos íntegros copiados de otras publicaciones, así como de citas y que si no aparecen los verdaderos autores en la bibliografía utilizada en la búsqueda de datos es porque tal vez se traspapelaron en la imprenta, y así, toda una serie de ambigüedades que mientras más las explican más crece e mitote como una bola de nieve que se engrandece al ir acumulando a la vuelta y vuelta más insuficiencias y razones incongruentes.
Ahora bien: vamos a suponer que algo similar a lo que ahora se le señala a Peña Nieto de haber plagiado decenas de párrafos para llenar su tesis, se les descubrieran a Felipe Calderón Hinojosa y a Andrés Manuel López Obrador: ¿los que defienden en este caso a Peña Nieto, lo harían igual con estos dos últimos personajes? ¿También justificarían fallas en la impresión o en la imprenta? Obviamente que se les irían con todo señalándolos de deshonestos y delincuentes plagiarios, ¿o no?
Se dice con gran verdad que quien engaña una vez engaña siempre, y esto del presunto plagio que se le atribuye al presidente Peña Nieto es de mucha trascendencia para el país, porque si de por sí siempre se ha tenido la duda de si todos los profesionistas han sido honestos a la hora de presentar sus exámenes y tesis, con este recién desaguisado se acrecienta más la duda de cuántos políticos y profesionistas no estarán en la misma situación de supuesta deshonestidad. Sin embargo, para aclarar todo bastaría con que Peña Nieto fuera sometido a un examen oral en donde académicos de la UP lo evaluaran haciéndole preguntas respecto a lo que plasmó en su tesis, y listo, se acabarían dudas e incertidumbres.
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