Bortolini
Miguel González Ibarra
17 de Agosto de 2016
México, llora tu partida Camarada, si, todo México, porque todo México te quería. Tú eras México.
Harás falta, mucha falta, ya haces falta. La noticia del desenlace ya la esperábamos. Estábamos al tanto de tu situación crítica. No obstante, al saber tu deceso, nos pegó hasta el alma.
Eras de Coyoacán, si, gobernaste esa parte de la inmensa república, si, pero, también de Nayarit. Buscabas cualquier pretexto para estar aquí, en la tierra del sarandeado y nuestros inigualables y espectaculares manglares, esas impresionantes y hermosísimas incubadoras del mar.
Político de tiempo completo, nunca olvidaré tus gestos y gestiones sobre “Los Muros del Porvenir”, ese trabajo que habla de la página más brillante de la historia nayarita, protagonizada por todo un pueblo educado y consciente, llevado de la mano por el más grande de estas tierras, Alejandro Gascón Mercado, a quién admiraste siempre y admirabas.
“Quiero ser Delegado de Coyoacán, otra vez, ¿saben para qué?, para apoyar la Revolución en Nayarit, esa que empezó Alejandro”, nos dijiste un día, por cierto de las últimas veces que nos visitaste. Tal declaración, la llevaré siempre grabada, dándole el rango de hecho histórico y que habla de tu elevación infinita.
Querías el Poder Popular y el socialismo para México, igual que para Coyoacán, Tepic y todo Nayarit. Fue tu gran sueño, nuestro gran sueño.
Nada te asustaba, Camarada. Uno de tus orgullos era haber acompañado, con tu investidura de parlamentario nacional, a los zapatistas en su peregrinar hacia la capital del país, cuya encomienda la cumpliste con la calificación de excelencia y al pie de la letra.
Tu alegría, contagiaba. Nunca te vi de alas caídas. Optimista siempre. Como son los dirigentes que creen y confían en el porvenir luminoso de los pueblos. Por eso, en cualquier oportunidad, nos escapábamos a cantar “Mátalas”, de Alejandro Fernández, tu canción preferida.
La enfermedad nunca te venció. Todavía, minutos antes de apagarse tu corazón, decías que en enero retomarías las tareas que te llevaran a repetir conduciendo a la culta sociedad coyoacanense desde aquella delegación capitalina. Aquí, diríamos, que ni la muerte te venció. Con tu ejemplo y franca sonrisa, seguirás instruyendo el rumbo revolucionario de México.
Físicamente te despediste y te despediste bien. El abrazo con lágrimas que le diste a Ignacio, tu hijo predilecto, a sólo tres días de tu partida, simbolizó el adiós, no sólo a Nayarit, también tu tierra, sino a Coyoacán, a México y a toda la humanidad, porque, en verdad, fuiste universal, Camarada Miguel Bortolini Castillo.
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