Transformación política...
Marco Vinicio Jaime
11 de Agosto de 2016
No cabe duda, los tiempos siguen cambiando con mayores impactos negativos que positivos en el devenir colectivo, y en consecuencia también continúan evidenciando severos retrocesos en la conducción de los asuntos públicos y de operatividad política.
Los lastres de la miseria, el desempleo, la falta de educación de calidad, de atención médica, de vivienda digna para todos, de seguridad en verdadera justicia y trato digno y asequible sin menoscabo de nada ni de nadie, la depredación ecológica y animal, crisis de valores y corrosión del tejido social, son cada vez más una problemática incontrolable, mientras que el desarrollo y el progreso, una lejana utopía -pese a ser desde su inclusión en la Constitución General de la República y la particular del Estado, garantías inalienables- todo en detrimento de las mayorías, para en cambio sí ser una cómoda realidad exclusiva del reducido círculo apolítico de las cúpulas, cuyo ilógico y rupestre monólogo del “todo está muy bien en unidad, y trabajando (pero para su peculio)”, contrasta notablemente con las auténticas mediciones de organismos serios del plano internacional -y obviamente no susceptibles de inducción ni fábulas provinciales-, como es la ONU, y su Índice de Desarrollo Humano, al igual que la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), Transparencia Internacional y Transparencia Mexicana, que sitúan el origen del mal en la corrupción y escasez de oficio, preparación y comunicación.
De conformidad, no es casuístico que la ciudadanía mantenga un hartazgo por la falta de resultados y abandono desde el ejercicio gubernamental, y más aún de la simulación y demás trapacerías que intentan ocultar en vano incapacidad, tacañerías e iniquidades, de ahí el duro resultado de las pasadas elecciones de junio. Y así es comprensible que en desesperadas acciones de proselitismo la mayor parte de aspirantes -con las mismas promesas para los mismos males que recrudecen en las manos de propios correligionarios- tanto del plano local como nacional, caigan hasta en indignantes circunstancias de lucrar con los flagelos descritos en tal apoteosis junto a sus cómplices, que ahora el camino no es ya la defensa legal e institucional de los derechos negados y respuestas con oficio político, sino de simplemente postrarse a tierra ante el poderoso y clamar justicia(o hasta espacios de poder, según el discurso de moda) por los males alimentados muchas veces desde las propias cúpulas, y en consecuencia según su tergiversado concepto mercadotécnico, proyectarse como “césares magnánimos”.
Por eso, más que inteligente o estratégico, el lucro hasta la ignominia de los problemas, conlleva indiscutiblemente un alto costo con efecto boomerang, dado que, por ejemplo, cómo promover congresos, reuniones o eventos de promoción de los derechos, dignidad, respeto y empoderamiento de la mujer, cuando al mismo tiempo se fomente como única vía de ser escuchado, el que precisamente mujeres necesitadas se postren y rueguen clemencia, frente a lo que a todas luces es una incapacidad en provincias y violación flagrante a sus garantías constitucionales (porque al parecer no funciona nada en un reconocido esquema de no saber ver ni escuchar), y solo así se les extienda una gracia para revisar su queja.
En la ausencia total de congruencia entre el decir y el hacer, entre los hechos y la ley, no queda más entonces, que la prestidigitación y más o peor de lo mismo, en fallidos intentos por conservar cotos y modus vivendus acosta del desarrollo económico, político, cultural y comunicacional del pueblo.
Sin embargo, cabe reflexionar en el aporte ideológico del multicitado político Luis Donaldo Colosio, tras referirse a las ineluctables consecuencias de no saber ejercer oficio político ni de conducirse bajo los cánones de la legalidad: “Sabemos que el origen de muchos de nuestros males se encuentra en una excesiva concentración del poder. Concentración del poder que da lugar a decisiones equivocadas; al monopolio de iniciativas; a los abusos, a los excesos. Reformar el poder significa un [gobierno] sujeto estrictamente a los límites constitucionales de su origen republicano y democrático [...].Veo a ciudadanos angustiados por la falta de seguridad, ciudadanos que merecen mejores servicios y gobiernos que les cumplan. Ciudadanos que aún no tienen fincada en el futuro la derrota; son ciudadanos que tienen esperanza y que están dispuestos a sumar su esfuerzo para alcanzar el progreso.”
Se perciben claros vendavales, abruptos intentos emancipadores ante lo que muchos resienten ya como una funesta carga que la incomprensión política persiste en imponer para continuar con los mismos vicios y fardos. ¿Se sabrán interpretar cabalmente en tiempo y forma los sentimientos de la colectividad, o finalmente surgirán las condiciones para un vuelco total de los actuales estereotipos en pro de una transformación política integral? Veremos.
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