Tepic, Nayarit, jueves 21 de noviembre de 2024

Agenda 2030 de la CEPAL

Manuel Aguilera Gómez

31 de mayo de 2016

Al concluir la Segunda Guerra Mundial, la Organización de las Naciones Unidas (ONU)  fundó comisiones encargadas de analizar la situación económica en diversas regiones del mundo. Así surgió la Comisión Económica de América Latina  y el Caribe (CEPAL) cuya sede se radicó en Santiago de Chile. Para integrar el equipo de trabajo, su director-fundador, el economista argentino Raúl Prebisch, convocó a un grupo selecto científicos sociales latinoamericanos a evaluar la realidad socio-económica del subcontinente. En ese listado  destacaron los mexicanos Juan Francisco Noyola Vázquez y David Ibarra Muñoz.

Su primer informe (1948) sobre la realidad latinoamericana  fue una suerte de rebelión ideológica: demostró empíricamente que el modelo de la división internacional del trabajo –fundamento incontrovertible de la política económica universal—sólo conduciría al atraso permanente de los países especializados en la producción y exportación de materias primas. Aseveraba con evidencias incuestionables que la industrialización era el camino correcto para promover el desarrollo económico de las regiones del mundo atrapadas en atraso y la pobreza. Tales postulados  inducían a la política de aliento a la industrialización basada en la sustitución de importaciones. Fue, sin duda, una revolución en el campo de las ideas económicas.

Ahora, la dirección de este organismo internacional está confiada a una economista mexicana, la Doctora Alicia Bárcenas quien encabezó el Trigésimo  Sexto periodo celebrado en la Ciudad de México con la presencia una treintena de ministros de Finanzas y Comercio de la región latinoamericana.

En las diversas reuniones se hizo un balance de los graves padecimientos de la Región: la crónica tendencia al lento crecimiento de las economías de América Latina, la desigualdad en la distribución de los frutos del progreso económico, la pobreza salarial, la inconcebible evasión y la regresión fiscales, la incontrolada fuga de capitales, la extinción de los programas de asistencia al desarrollo, el deterioro ambiental progresivo.” La desigualdad global es tal, que 62 personas tienen lo mismo en términos de posesiones, que tres mil 500 millones de personas” aseveró la señora Bárcenas en alguna de sus intervenciones. Se aludió a los males de las sociedades latinoamericanas y los nubarrones del futuro inmediato.  

Protagonizadas por personajes de las finanzas, el comercio y las relaciones internacionales, en las reuniones de este género imperan los buenos modales y un lenguaje cuidadoso. Son foros para compartir ideas, experiencias y hasta preocupaciones, alejados de toda confrontación. Circunstancialmente se deslizan sugerencias, se anticipan objetivos. En esa línea, la CEPAL planteó la “Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y al Plan de Acción de Addis Abeba sobre el Financiamiento para el Desarrollo” que contempla “la erradicación de la pobreza en todas sus expresiones mediante el impulso a un crecimiento económico más acelerado, equitativo y duradero…” Fue el testimonio de la inconformidad con el “estancamiento estabilizador” en el que se encuentran atrapadas la mayoría de las economías de la Región.

Algunas preguntas quedaron sin respuesta explícita: ¿ Es posible para América Latina avanzar más rápidamente en el marco de una globalización sin restricciones? ¿Es realizable la gobernanza política con estados debilitados, en algunos casos arrasados por la criminalidad? ¿Las fuerzas del mercado  podrán mágicamente corregir la pobreza? ¿Se mantendrá el boicot político a los capitales chinos?  

En la Agenda 2030 se proponen metas cuya realización es incompatible con los paradigmas de la política económica neoliberal y los sinuosos caminos de la política exterior estadounidense. Indisposición de los gobiernos para intervenir en la vida económica, adhesión a pactos comerciales asimétricos, exigencias desbordadas por parte de las empresas trasnacionales, mercado de capitales dominado por la especulación, indiferencia ante la penetración de los negocios ilegales, son factores que restan viabilidad a los propósitos de la Agenda 2030. A pesar de estos obstáculos damos la bienvenida a nuevas ideas que contribuyan a despertar voluntades a favor de un proyecto de desarrollo nacional distinto.

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