Tepic, Nayarit, viernes 29 de marzo de 2024

Layín, un chiste de mal gusto

Ulises Rodríguez

27 de abril de 2016

Hilario Ramírez Villanueva, el alcalde de San Blas que gusta de ser llamado “El amigo Layín” y de repartir billetes de  veinte pesos entre las masas nunca dispuestas a rechazar dichas limosnas en aras de la dignidad, tiene serias posibilidades de ser el próximo gobernador de Nayarit, pero no debe serlo, no lo podemos permitir.

Nuestro estado ya ha soportado desde hace once años a un par de payasos que hundieron a Nayarit en la peor crisis financiera, política y social de las últimas décadas. No cometamos la irresponsabilidad de poner a un payaso más –quizá más voraz que los anteriores- a gobernar el estado a partir del próximo año.

Layín es sin lugar a dudas, el candidato de Roberto Sandoval y de Edgar Veytia para la sucesión del 2017. Por él han apostado en el “gobierno de la gente” desde que se quedaron sin su “Delfín” original, el ex diputado federal y lector empedernido Roy Gómez Olguín. La posibilidad de Layín como candidato del gobernador y de su grupo se fue consolidando también a medida que entendieron hace semanas, que muy a pesar de los millones de pesos invertidos en la aspiración de la senadora Margarita Flores, ésta sencillamente nunca pudo repuntar en las preferencias de los electores.

Un personaje como Layín, en el resto del país, es percibido como una especie de bufón, un comediante de mala muerte que gracias a chiste de mal gusto del destino, ostenta una responsabilidad tan importante como es la de gobernar un pueblo de poco más de 60 mil habitantes. Para quienes no viven en Nayarit, Ramírez Villanueva es recordado por su afirmación de “haber robado poquito” en su pasada administración, durante un evento público de su campaña para ocupar por segunda ocasión el mismo cargo; es el que le levantó la falda a “Rosita” mientras bailaba con ella y ante la mirada de miles de personas que asistieron a embriagarse a su fiesta de cumpleaños; es el que debe varios meses de paga a los empleados del Ayuntamiento de San Blas y que se ha desentendido por completo de los servicios públicos puesto que quizá debe pensar gobernar significa regalar un par de cabezas de ganado, pagar horas de banda y embriagar a comunidades enteras. Ese es el Layín que se conoce en otros lugares, sin embargo los nayaritas sabemos muy bien que este personaje tiene serias posibilidades de convertirse en el próximo gobernador.

Veytia y Sandoval lo conducen con el cuidado que un par de amorosos padres conducirían a su pequeño hijo. El fiscal, porque tiene intereses -¿non sanctos?- con el alcalde y porque una probable elección de Layín como gobernador garantizaría la prolongación del poder que ostenta en la actualidad Edgar Veytia. Sandoval, además de los intereses económicos que seguramente tienen en común, quizá se ha visualizado a sí mismo como una especie de poder tras el trono en una reedición del Maximato. Tal vez Sandoval se piensa, después del 19 de septiembre de 2017, paseando a caballo en su rancho “El sueño” –en Aután, ejido de San Blas- y atendiendo a las decenas de visitantes que todos los días harían fila para saludarlo y tratar con él asuntos de gobierno, su intervención para obtener licitaciones, cargos públicos u oportunidades políticas, es decir, Sandoval quizá se sueñe como el poder tras el trono si lograra imponer a Hilario Ramírez como su sucesor. Incurren en un grave error Sandoval y compañía.

La pretensión del gobernador Sandoval de prolongar su poder y cuidar su espalda a través de Layín es, por decir lo menos, absurda. Lo único que hace esa ambición es demostrar una vez más la torpeza del actual titular del ejecutivo, que no ha calculado que la personalidad excéntrica y egocentrista de Ramírez Villanueva lo llevaría a sentirse sin compromiso alguno con su mecenas. Y es que Layín no guarda lealtades con nadie que no sea él mismo, se considera una especie de sol en torno al cual gira la vida política del estado y ello sin contar aún con el enorme poder que otorga la gubernatura ¿De verdad piensa Sandoval que un tipo como Layín sería un dócil lacayo suyo una vez que se topara de golpe con el poder absoluto en el estado?

¿Cómo es posible el avance de un político con las características de Layín? Sólo es explicable si asumimos que la sociedad en su mayoría atraviesa por un periodo de desilusión de los partidos políticos –sin excepción- y en particular de los personajes que han manifestado su interés de buscar la gubernatura. Sin embargo, la tarea de todos será la de informarnos y analizar muy bien el perfil que queremos en palacio de gobierno a partir del próximo año. Por más cansados y sedientos que estemos en Nayarit, no podemos darnos el lujo de caer víctimas de ese espejismo llamado: Layín.

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