Tepic, Nayarit, jueves 21 de noviembre de 2024

El desatado catolicismo de Roberto Sandoval

Oscar González Bonilla

14 de Febrero de 2016

Desde que Roberto Sandoval asumió la responsabilidad de ser gobernador de Nayarit, sitial al que arribó mediante el voto popular de más de doscientos mil nayaritas, me ha llamado mucho la atención su encendido catolicismo, reflejado por la devoción suprema a la virgen de Guadalupe, guadalupano de corazón es nuestro mandatario.

Precisamente en febrero de hace tres años, Roberto en Huajicori inició recorrido (cabalgata, él la llamó) por comunidades de este municipio y de Acaponeta con el propósito ir a conocer la realidad y de viva voz los problemas que enfrentan aquellos nayaritas del norte de Nayarit.

Hizo que un sacerdote católico se trasladara a un lugar de la sierra para al amanecer oficiar misa y dar la bendición al nutrido grupo gobernante que intrépido iniciaba la aventura de transitar a caballo regiones de Nayarit que no ofrecen seguridad. Pero como protección, uno de los jinetes portó el estandarte de la virgen de Guadalupe por la travesía. Según Roberto, era el primer gobernante en llegar a aquellos lugares de alta marginación y pobreza extrema.

Es tanto su fervor por la morena del Tepeyac, que el mandatario estatal tiene en la pared de la Casa de Gobierno una enorme imagen de la virgen, vista por este reportero de la gente en fotografías que la oficialidad expone en cuando el mandatario ofrece conferencia de prensa a los representantes de los medios de comunicación. Yo no he asistido a ninguna, pues jamás me han invitado. Y si lo hiciere el actual director de comunicación social del gobierno de la gente, don Rafael Gerardo Vargas Pasaye, quien ha sido conmigo todo amabilidad, tampoco iría porque a estas alturas del partido no llama mi atención.

Por esas razones, y otras que en su haber católico tiene Roberto Sandoval, no es de extrañar su actitud frente al Papa Francisco -Llámame Francisco. El Papa de la gente, título de la película de producción italiana- cuando éste encabezó ceremonia en Palacio Nacional. Para asistir a este acontecimiento que forma parte de las actividades a desarrollar por el santo padre en nuestro país del 12 al 17 de febrero, el gobernador de Nayarit fue invitado por el presidente Peña Nieto.

Las notas de los medios nacionales hacen saber que gobernantes como Claudia Pavlovich, de Sonora, y Manuel Velasco, de Chiapas, aprovecharon la ocasión de encontrarse con el Papa Francisco para, en un gesto de sumisión, besarle la mano e inclinarse ante el jerarca de la iglesia católica.

De nuestro señor gobernador, la reportera Rosa Elvira Vargas, del periódico La Jornada, consigna: “Y en el extremo de la devoción, su compañero de Nayarit, Roberto Sandoval Castañeda, presentado como un gobernador muy católico y quien luego del saludo del pontífice dio unos pasos atrás para, ahí mismo, instalarse en oración”.

El título de la nota informativa fue: Actores políticos olvidan el laicismo y rinden culto al jerarca de la Iglesia católica.

Todo esto, sobre todo el olvido del laicismo, me hizo recordar un pasaje de mi vida periodística que con gusto voy a narrar.

Presente en mi mente no tengo el año, pero fue en los primeros de la administración estatal de Celso Humberto Delgado Ramírez, quien gobernó Nayarit de 1987 a 1993.

Citó a conferencia de prensa en Palacio de Gobierno, una de las poquísimas que dio durante su mandato.

Por ese tiempo se corría muy fuerte el rumor entre los nayaritas que el gobernador Celso Delgado no profesaba la religión católica, lo cual molestaba a muchos de sus gobernados.

Y presentaban como evidencia el hecho de ejercer su poder para que sin ningún trámite burocrático se le concediera en préstamo a su señora madre Trini Ramírez (la de Pantanal) el lienzo charro “Francisco García Montero”, ubicado en terrenos de La Loma de Tepic, para que allí se celebraran reuniones de centenares de personas que profesaban religión no católica.

Por esa razón el común de la gente decía que Celso era hermano.

La ocasión se me presentó para preguntar al gobernador Celso Delgado si su religión era la católica. “Aspiro a ser como Juárez”, con esa cortedad respondió.

Pero enseguida dijo a los allí presentes y al reportero -en ese tiempo ya de la gente- que una respuesta de mayor amplitud la daría el 19 de septiembre de 1993, fecha en que me pedía estuviera en su casa.

No hubo que esperar años, en un encuentro posterior que tuvimos él y yo en su despacho de Palacio de Gobierno me aclaró que no debía hacer pública su creencia religiosa -es católico- porque gobernaba para todos. Además que tenía que ceñirse a los dictados de la Constitución General de la República en lo referente a la libertad de culto, así como el laicismo de Estado, es decir, ejercer la separación de las sociedades civil y religiosa.

En la actualidad, también en el pasado, gobernantes han hecho a un lado tal disposición constitucional, y predican su religión sin respeto a los demás, sin freno.

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