Tepic, Nayarit, jueves 21 de noviembre de 2024

La Constitución: las ideas neoliberales la han deformado.

Manuel Aguilera Gómez

09 de Febrero de 2016

A partir de su promulgación, hace 99 años, la Constitución Política de México ha sido objeto de todo genero de criticas. el Clero, las compañías petroleras, los hacendados, los comerciantes, los banqueros, los empresarios, la academia, lanzaron todo género de epítetos en contra de los diputados electos por los ciudadanos residentes en todo el país, con excepción de algunos distritos norteños donde fue imposible realizar la elección. Los calificaron de ignorantes, iletrados, incultos, analfabetos funcionales. ¡Era inadmisible dejar en manos de palurdos e ignorantes la aprobación de la Constitución que debería ser obra de doctos, de profesionales del derecho.

¿Por qué tanto rencor? Porque la Iglesia católica estaba en contra del contenido laico de la educación, de las normas taxativas al ejercicio del culto, de las restricciones impuestas para acceder a la propiedad de inmuebles, del desconocimiento de su personalidad jurídica y  de la prohibición de participar en asuntos políticos. Las compañías petroleras se opusieron a que los yacimientos de hidrocarburos formaran parte del patrimonio nacional y que fueran excluidos de la propiedad privada del suelo. Los hacendados estaban en contra de que las enajenaciones de tierras originariamente pertenecientes a los pueblos rurales fueran anuladas, se procediera a restituirlas a su favor y se obligaba al fraccionamiento de los latifundios. Los comerciantes estaban horrorizados ante la posibilidad castigar penalmente la especulación con los artículos de consumo necesario.  Indignados por el rechazo de Carranza de reconocer la deuda contraída por Huerta, los banqueros no veían con simpatía la creación de un banco único de emisión. Contrarios a cualquier restricción a la inversión extranjera, los empresarios juzgaban inaplicables las disposiciones en materia laboral en cuanto a la jornada máxima de trabajo, la implantación del salario mínimo, el reparto de utilidades, la dotación de vivienda obligatoria para las grandes empresas, las indemnizaciones por despidos injustificados, las prevenciones en cuanto al trabajo de las mujeres, el derecho a la huelga, la contratación colectiva. Los académicos consideraron inadmisibles las prevenciones que creaban la función tutelar del Estado en materia laboral y agraria.

Exilado en Los Ángeles, Jorge Vera Estañol, prominente añorante del gobierno agonizante, exclamaba con melancolía: “¿Cómo es posible –preguntan con frecuencia americanos sensatos—que esa Constitución y ese gobierno bolchevique, bajo los cuales yace oprimido el pueblo mexicano, hayan sido impuestos por un puñado de aventureros a quince millones de mexicanos?”

En tanto las instituciones públicas de enseñanza superior educaban a sus estudiantes en la filosofía y práctica de las nuevas ordenanzas, las escuelas privadas aleccionaban a sus estudiantes acerca de cómo violarlas. Eran fuente de la resistencia legal y extralegal al nuevo orden jurídico.

Al influjo de la llamada modernidad universal, la Constitución fue perdiendo fuerza moral como programa de los gobiernos. Se fue desfigurando, desnaturalizando.

Se exterminó el reparto agrario, se abrogaron las disposiciones en materia de regulación de capitales foráneos, se suprimieron los fundamentos de la educación laica, los sindicatos agonizan asfixiados por la corrupción, se liberaliza el acceso privado al servicio público de electricidad y a la extracción, industrialización y comercialización de  los hidrocarburos y, se enajenan los activos públicos, se reconoce la personalidad jurídica de las iglesias. Y ahora se levantan voces que reclaman un nueva Constitución más liberal, menos nacionalista, sin ningún signo estatista.

Se aboga por una nueva constitución sin vestigios anticlericales, similar a la promulgada en 1857. ¡Ciento cincuenta años atrás! Vamos como los cangrejos. A esa realidad nos han retrotraído las innumerables reformas a la Carta de Querétaro. Impregnadas en la conciencia de los gobernantes, las ideas neoliberales se propagan por todos los ámbitos de la vida pública al extremo de  ignorar los anhelos y principios en que se inspiraron sus autores. Aunque frustrante, es preciso reconocer que la ideología neoliberal se ha impuesto.

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