Tepic, Nayarit, sábado 20 de abril de 2024

México ya cambió (2)

Manuel Aguilera Gómez

22 de diciembre de 2015

La alusión a los colaboradores del presidente De la Madrid egresados de  aulas universitarias en el extranjero, señaladamente estadounidenses, no es irrelevante. A raíz de la promulgación de la Constitución de 1917, las empresas petroleras norteamericanas lanzaron una apabullante campaña publicitaria por conducto de la cadena periodística Hearst tendiente a forzar al gobierno del Presidente Wilson a emprender una guerra contra de Carranza con objeto de lograr la abrogación de la nueva Constitución. En respuesta, el Secretario de Estado, Robert Lansing, envío a la cadena periodística una carta tendiente a explicar la negativa del gobierno de Estados Unidos de participar en una aventura bélica contra México. En la parte sustantiva de la carta afirmaba: “Debemos  abandonar la idea de instalar a un ciudadano estadounidense en la Presidencia de México lo cual nos conduciría, nuevamente, a la guerra. La solución requiere más tiempo: debemos abrir las puertas de nuestras universidades para jóvenes mexicanos ambiciosos y hagamos un esfuerzo por educarlos conforme a nuestro estilo de vida, a nuestros valores, y al respeto del liderazgo de los Estados Unidos. México necesitará administradores competentes, y con el tiempo, estos jóvenes ocuparán posiciones importantes y eventualmente ocuparán la Presidencia. Y sin que Estados Unidos tenga que gastar un simple centavo o disparar un solo tiro, harán lo que queramos, y lo harán mejor y más radicalmente que nosotros mismos.” Palabras proféticas, fatídicas.

Aparecieron en los sitiales del poder los singulares personajes conocidos como “norteamericanos nacidos en México” y con ellos, los pilares de la “nueva economía” cuya finalidad consistía en erosionar la presencia del gobierno en la economía. A raíz del ingreso de México al GATT empezó la ruina de muchas empresas manufactureras merced a la apertura comercial súbita y desmedida, acordada y consolidada con la firma de numerosos acuerdos comerciales bilaterales, celebrados en el curso de los años. Los voceros gubernamentales argüían que la competencia obligaría a las empresas a modernizarse para poder competir. Error craso; los empresarios cerraron sus plantas y se convirtieron en importadores de mercancías que antes fabricaban.   

Al mismo tiempo comenzó el desmantelamiento del Estado a partir de la renuncia gradual y sistemática del Banco de México a contribuir a la canalización del crédito y apoyar a las finanzas públicas: se eliminaron los mecanismos de canalización del créditos, se suprimió el encaje bancario y la obligación del Estado de proteger a los ahorradores, se extinguieron los fondos de fomento y, al mismo tiempo, se fue debilitando a la banca de desarrollo. En suma, se proscribieron todos los mecanismos financieros de apoyo al desarrollo y creció la banca de inversión. El saldo de este proceso fue la privatización bancaria con su secuela de descontrol en manos de bolsistas, que derivó en la gran crisis financiera conocida como el Fobaproa, ese gran fraude consumado en perjuicio de la sociedad mexicana.  

Se emprendió la cruzada privatizadora de los activos productivos en poder del Estado relacionados con la producción de azúcar, tabaco, barbasco, café, fibras duras, algodón, productos forestales. Se vendieron las dos grandes empresas siderúrgicas, las fabricantes de automóviles, camiones, carros de ferrocarril y tractores, las mineras (carbón, azufre, cobre, principalmente). Más seiscientas empresas manufactureras fueron cerradas  o enajenadas. No escaparon a la fiebre privatizadora la empresa telefónica nacional, los ferrocarriles, los bancos comerciales, las compañías de seguros, las afianzadoras, las empresas aéreas, la mayoría de los aeropuertos,  la naviera nacional, los astilleros, la cadena hotelera más extensa del país. Recientemente, esta fiebre privatizadora se coronó con el sector energético.

El Estado Mexicano abdicó a varias de sus responsabilidades: desapareció los principales instrumentos de fomento principalmente en el sector agropecuario como los programas de grande irrigación, el servicio de extensión agrícola, el sistema de apoyo de precios rurales a través de la CONASUPO, etc. Además se desentendió de todas las responsabilidades calificadas como obstáculo a las actividades privadas. Nació así el Estado Contemplativo. (continuará)

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