La bestia
Ulises Rodríguez
20 de diciembre de 2015
Se ha mencionado como posible aspirante a la gubernatura de Nayarit en 2017, su nombre sonaba con insistencia como una opción en la terna de quienes estaban considerados para ocupar la procuraduría de justicia de Nuevo León en el equipo del recién estrenado gobernador Jaime Rodríguez “El Bronco”, su modelo de seguridad pública y la forma en la que “devolvió la paz” al estado han sido objeto de elogios por parte del secretario de gobernación y de autoridades de otros estados. Se trata del fiscal general del estado, Edgar Veytia, un personaje enigmático, misterioso y un tanto siniestro que salió de la nada para convertirse en un factor real de poder en el Nayarit gobernado por Roberto Sandoval.
La historia de Roberto Sandoval y Edgar Veytia me remite –en lo personal- a la relación que existió entre el ex presidente José López Portillo y Arturo Durazo Moreno, el poderoso Director General de Policía y Tránsito del Distrito Federal, que habiendo sido amigo y defensor en las peleas callejeras desde la juventud del entonces inquilino de los pinos, gozó de un poder incalculable y de la total libertad para hacer y deshacer, misma potestad que le era otorgada por el mismísimo presidente de la república a quien él, confianzudamente llamaba “Pepe”. Las primeras menciones que tenemos de Edgar Veytia son de cuando asumió la titularidad de la Policía Municipal de Tepic, durante el gobierno de Roberto Sandoval y después de la salida abrupta del comandante Ángel Violante Garza. De ojos verdes, regordete, siempre con una pistola a la cintura y de prepotente andar, de voz recia y autoritaria con los humildes que solicitan pasar a verlo pero delicado y suave con quienes ostentan cierto poder. Así es Edgar Veytia, a quien entre la gente de a pie -y siempre y cuando estén lejos los elementos de la policía Nayarit- es muy común escuchar llamarlo “La Bestia”.
El 19 de septiembre de 2011, cuando las primeras horas de la madrugada anunciaban el fin del gobierno de Ney González y tras conocer la designación del Mtro. Germán Rodríguez como nuevo procurador de Justicia, pensé que se terminaba el periodo de procuradores corruptos –Héctor Béjar- y mediocres –Humberto Herrera- y que llegaba un burócrata de oficio que al menos, estaba seguro, no le daría las facilidades al crimen organizado que al parecer sí habían tenido los criminales -¿por omisión?- durante todo el gobierno de Ney González. Sin embargo debo confesar que no alcancé a predecir que el poder en esa dependencia no recaería sobre la figura del licenciado Germán, quien jugó apenas el papel de funcionario de oropel, pues el poder real lo ostentaba el sub procurador Edgar Veytia. Meses más tarde y en un arrebato de dignidad, el procurador Rodríguez Jiménez presentó su renuncia al cargo que ostentaba y ahora sí, no hubo más voluntad en la procuraduría que la de Veytia.
Apenas un nubarrón nublaba su cielo: la incapacidad jurídica para asumir el cargo de procurador, toda vez que la constitución local establecía un mínimo de 10 años detentando el título de licenciado en derecho para poder ser nombrado titular de la procuración de justicia en el estado. Pero para personajes como Roberto Sandoval y Edgar Veytia, ignorantes por naturaleza y por tanto, desconocedores del valor de la ley en una sociedad, las leyes mismas son un traje hecho a la medida dependiendo de las necesidades de ellos y de sus grupos. El gobernador hubo de enviar una iniciativa de reforma al congreso, para modificar el marco legal y permitir a través de la transformación de procuraduría a fiscalía general, la llegada de Edgar Veytia como titular de la misma dependencia. Entre la modificación a la ley y la designación de Veytia como fiscal, transcurrieron menos de cinco semanas.
La personalidad de Edgar Veytia lo ha llevado a convertirse en una especie de demonio con finta de ángel. Es innegable que en los primeros meses de su gestión como sub procurador, disminuyeron de manera considerable los enfrentamientos por el crimen organizado, sin embargo, se aumentaron casi proporcionalmente los secuestros y el narcomenudeo. Lo que habrá de convertirse en su mayor legado oficial, el esquema de la “Policía Nayarit”, sigue generando entre los ciudadanos más bien desconfianza en lugar de la sensación de seguridad que debía generar.
Insisto, Edgar Veytia parece un personaje sacado de un cómic, sin más pasado que el supuesto de una infancia en Tamaulipas –entidad en la que por cierto, 3 de sus ex gobernadores han sido vinculados con el crimen organizado, a saber, el actual senador Manuel Cavazos, Tomás Yarrington y Eugenio Hernández, esperando tan deshonrosa lista el próximo año por el cuarto ex mandatario, Egidio Torre Catú, en funciones todavía y quien llegó al poder gracias a la oportuna muerte de su hermano Rodolfo, apenas unas semanas antes de la elección en 2010-, además de los lazos familiares con la actual alcaldesa de Compostela, la señora Alicia Monroy. Carente de un apellido materno y con un currículum evidentemente modificado en fechas recientes para darle una apariencia de contar con preparación académica, el fiscal ostenta un poder que ha inspirado temor en muchos. Mientras los medios de comunicación publican emotivas notas que hablan del valor del personaje y lo elevan a la calidad de héroe, en las calles, la gente, sobre todo los honestos -pues los criminales no tienen mucho qué temerle- rezan por no caer nunca en sus garras.
VEYTIA Y EL 2017
Su nombre se ha mencionado con insistencia como un posible aspirante a la gubernatura en el 2017 y él ha hecho sentir que la idea no le desagrada. Desayunos con reporteros y periodistas, todos los boletines oficiales donde resaltan su heroísmo y su valor insertados en los medios de mayor circulación, son evidencias inequívocas del coqueteo del fiscal con la posibilidad de incursionar en cuestiones electorales, sin embargo, él mismo debe saber que no hay una sola encuesta –de cuantas se han hecho para medir el posicionamiento de los aspirantes a suceder a Roberto Sandoval- que lo califique bien de cara a la próxima elección. Todavía peor: su nombre es el que un porcentaje más alto reporta a la hora de cuantificar las respuestas de la gente a la pregunta ¿por quién jamás votaría?
Por si eso fuera poco, para sus promotores, debe quedarles bien claro que Veytia no solo no tiene futuro político más allá de 2017, sino que seguramente ni siquiera permanecerá hasta el final de su periodo –en 2020- al frente de la fiscalía. El nuevo gobernador, independientemente de quien sea, operará las condiciones necesarias para prescindir de sus servicios y evitar así, la suposición de una especie de maximato político. El primer acto del siguiente gobernador, será sin duda deslindarse de Roberto Sandoval y una de las primeras cabezas a cortar será sin duda la del fiscal de Nayarit.
Hasta ahora, Veytia ha vivido en un castillo de cartas gracias a su cercanía con el gobernador… pero el tiempo de ambos tiene fecha de caducidad: septiembre de 2017.
Edgar Veytia no está acostumbrado a la crítica, por eso acostumbra en cambio, ocultar los artículos que hablan sin elogios sobre él, como ocurrió con los ejemplares de la revista proceso de diciembre de 2013 donde se contenía el artículo de la periodista Patricia Dávila titulado “El fiscal sicario” y cuya distribución fue interrumpida en todo el estado por un mega operativo que impidió que el semanario circulara por Nayarit.
Edgar Veytia, es uno de esos personajes cuya historia pasada antes de saltar a la escena pública ignoramos y que una vez que haya concluido su tiempo al frente de la fiscalía, seguramente no volveremos a saber de él y únicamente quedará el mal recuerdo de aquel hombre cuyo enigma, rodeado de misterio y perversidad, nunca pudimos resolver.
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