Tepic, Nayarit, jueves 21 de noviembre de 2024

Pronta recuperación, Arqui

Ulises Rodríguez

10 de octubre de 2015

No he conocido en mi vida a alguien tan químicamente puro para el quehacer político como el Arquitecto José Ramón Navarro Quintero. Lo conocí ya bien entrados sus sesenta años de edad, pero con una vitalidad y agilidad mental que todos mis amigos, jóvenes en aquel tiempo igual que yo, envidiábamos. Eran los últimos meses del 2006, cuando se cocinaba la posibilidad de conformar al movimiento político “Juntos por Nayarit” como un partido local que significara un contrapeso a las malas decisiones del gobernador Ney González, quien a tan sólo 2 años de su gobierno, ya se había descubierto como un hombre al que el poder enloqueció y en cuya locura arrastró a cientos de miles de nayaritas, que hoy padecemos el desequilibrio financiero, el alto costo de la irrupción del crimen organizado y la corrupción galopante durante aquel sexenio. Ese fue, básicamente el espíritu del origen de Juntos por Nayarit y quizá eso explique también el por qué fue combatido con tanta saña y ferocidad por Ney González y sus esbirros.

El arquitecto es un hombre nacido para la operación política de altura, de ojos pequeños que se engrandecían tras los anteojos, siempre portando una chamarra, discreto frente a la figura de su hermano, pero al mismo tiempo generoso a la hora de compartir anécdotas y el conocimiento acumulado en décadas intensa actividad política. Muchos recuerdos del “Arqui” se me vienen a la memoria mientras escribo lo presente, pero quiero compartir contigo, amable lector, dos de los más significativos.

SU OFICINA.

La oficina del arquitecto Navarro tiene un halo de poder, de historia… en cuanto llegas huele a política. El despacho del arquitecto -ubicado sobre la calle Veracruz entre Mina y Miñón, en la parte alta de una notaría-, era un espacio impregnado de política y de asuntos de estado, allí se habla el idioma de la política de altura. Cuando era chico, recuerdo haberle dicho a un amigo que antes de hablar con el arquitecto José Ramón y con su hermano, el doctor Navarro, era necesario ponerse a estudiar primero, ya no para estar a la atura, sino para no evidenciar mi ignorancia sobre el mar de temas que el arquitecto domina. En la espaciosa oficina, rodeada de fotografías apiladas en un rincón, donde se apreciaba al propio arquitecto en su juventud al lado de presidentes, de gobernadores, de senadores, rodeado de amigos. Un librero repleto de ejemplares valiosos por su historia y su contenido y el escudo de Nayarit tallado en madera y colgando en una pared principal de su despacho. El sonar de su teléfono era incesante y cada conversación con el arquitecto era constantemente interrumpida por una llamada de ex alcaldes o alcaldes electos, de diputados o senadores… la oficina del arquitecto bien podría ser comparada con un salón de clases donde uno aprendía el quehacer político.

“Venga, permítame compartir una reflexión con usted” siempre era la frase con que se abrían las cátedras impartidas por el Arqui.

“NO ME SENTÍA PREPARADO”

Un día, hace años, después de la escuela llegué al despacho del arquitecto porque quería obsequiarle un libro, una compilación de todos y cada uno de los Ayuntamientos de Tepic que incluía una breve semblanza con fotografía incluida, de los presidentes municipales. El ejemplar ya era viejo y estaba algo ajado, pero creí que sería de su interés y se lo quise regalar. De un frasco de cristal que tenía en su escritorio, le robé un par de dulces que masticaba mientras él me compartía sus reflexiones y me hablaba de las condiciones en las que llegó a ser alcalde de Tepic en enero de 1976 y su paso antes, por el liderazgo del congreso del estado en lo que fue la primera legislatura plural de Nayarit. Y es que José Ramón Navarro Quintero ya era ex alcalde de Tepic a los 35 años de edad.

Aquella tarde, adoptamos la dinámica que regiría después las conversaciones que llegó a regalarme el arquitecto: Yo le preguntaba mis inquietudes y él me respondía con su habitual paciencia e inteligencia. Le pregunté, según recuerdo, sobre lo que eran mis dos obsesiones juveniles: Colosio y la gubernatura de Nayarit.

-Arqui, ¿usted conoció a Colosio personalmente, verdad? ¿Cómo era él?- le pregunté.

-Luis Donaldo fue un hombre bueno que habló cuando aún no tenía cruzada la banda presidencial en el pecho, pero hubiera sido un buen presidente. Tenía una cultura democrática arraigada, por un tiempo, me tocó ser dirigente estatal del PRI cuando Donaldo era nuestro dirigente nacional y hubo, por ejemplo, un verdadero impulso para que las bases eligieran a nuestros candidatos y que fueran personajes ligados a los ciudadanos. El ejemplo que más recuerdo, fue la elección en un proceso democrático al interior del partido, de Alejandro Rivas Curiel, como candidato a la alcaldía de Tepic en 1990, por encima de José Ángel Cerón Alba, a la sazón líder del congreso y persona de todas las confianzas del entonces gobernador Celso Delgado…

-Arqui, ¿pero cómo era Luis Donaldo, qué impresión le daba a usted?- volví a preguntar, según recuerdo.

-Era un hombre muy inteligente, preparado y con enorme sensibilidad política. Te digo, habría sido un gran presidente- fue su respuesta.

-Oiga Arqui, ¿Le puedo hacer una pregunta, muy personal?-

-Por favor, dime-

-¿Usted nunca quiso ser gobernador de Nayarit?- le pregunté con la curiosidad que me generaba en aquel entonces todo el misticismo y el poder para ingresar a la historia y cambiar la realidad de todo un pueblo, todo lo que conlleva el más alto cargo político de nuestro estado.

Tosió un par de veces y se movió en su sillón ejecutivo, sencillo pero lleno de historias.

-Una vez se manejó esa posibilidad, es un alto honor, el más grande al que un político de oficio puede aspirar, Ulises, pero no me sentí preparado en ese entonces. Para asumir una responsabilidad de esas, necesitas llegar con un estado de equilibrio intelectual y madurez política que te garantice que tus capacidades, todas las que poseas, van a llevar a cumplir un proyecto más que político, de gobierno y más que de gobierno, de estado. Para gobernar Nayarit, se necesita estar preparado Ulises.-

Esa fue quizá la lección más valiosa que me regaló mi amigo, el arquitecto Navarro, la humildad de un hombre con su sabiduría, su inteligencia, su historia y sus enormes capacidades, que se asumió humilde ante la posibilidad de gobernar Nayarit, porque a pesar de ser uno de los políticos con mayor oficio y más probos, pensó que aún necesitaba prepararse más. Bajo ésta lección de moral política, los últimos gobernadores debieron haber rechazado ¡hasta las postulaciones de sus partidos!

No llegó al gobierno en aquella ocasión un estadista, como el que creía el arquitecto que debía llegar, llegó más bien un personaje ignorante y vulgar que le quitó lustre a la gubernatura, Rigoberto Ochoa Zaragoza.

Uno de los cerebros más lúcidos de la política nayarita, se encuentra dormido desde hace semanas, pero quienes le queremos, respetamos ya admiramos, esperamos que el arquitecto Navarro despierte un buen día, seguimos esperando un milagro de esos que le ocurren a gente extraordinaria como él. Mis oraciones por su pronta recuperación y un abrazo para su familia, especialmente a su hermano, mi querido amigo Miguel Ángel Navarro Quintero, hombres de los que aprendí que “A la fuerza de la convicción, no la vence ni el temor, ni la ambición ni el cansancio”. ¡Pronta recuperación Arqui!



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