Tepic, Nayarit, jueves 21 de noviembre de 2024

La moral del capital y sus gobiernos

Octavio Camelo Romero

27 de septiembre de 2015

A partir de la neoliberalización de la economía mundial, el capital se quitó todas las restricciones morales para adorar únicamente a la ganancia. No importa si se atenta contra la humanidad al contaminar el ambiente, lo que interesa es la rentabilidad de la inversión. En Latinoamérica el capital rebasó la práctica de la corrupción a los políticos y gobiernos, llegando incluso a fabricar candidatos presidenciales a su gusto. La corrupción se ha dejado sentir hasta en el Vaticano, ya no digamos en la FIFA. Y recientemente el escándalo de la Volkswagen ocasionado por el descubrimiento de un “software” de sus motores diésel que permitía a la computadora de los autos detectar cuando estaban siendo sometidos a una verificación estática de emisiones, a fin de reducir temporalmente los óxidos de nitrógeno producidos por el motor, los cuales, una vez pasadas las pruebas, arrojaban a la atmósfera una proporción de gases tóxicos 40 o 50 veces superior a la permitida por las normas ambientales, según nos cuentan los enterados. Y es que los gobiernos han dejado de lado su función de ser reguladores del comportamiento social en beneficio de la sociedad para convertirse en defensores de los intereses del capital en un entorno de libertinaje económico y político.

El modelo de capitalismo de la postguerra de la segunda guerra mundial era un capitalismo que se había formado con las luchas sociales creadas por la revolución industrial y que había incorporado progresivamente, como base de su evolución, valores como la justicia social, la participación y la democracia, en la base de la organización social. Un capitalismo que había aceptado a los sindicatos, a las concertaciones sociales y empresariales, y al trabajo como un derecho fundamental para una vida digna. Ese capitalismo ha desaparecido y en su lugar se ha implementado un capitalismo descarnado.

En 1950 se decía que un jefe de empresa tenía el derecho de ganar cuanto obtuvieran 60 empleados. Hoy gana lo que centenas de ellos. En el siglo pasado algunas corporaciones se dedicaban al mecenazgo del arte y de la sociedad. Hoy esto se considera una “traición a los intereses de los accionistas. El deber de una corporación dicen, es darles a ellos todos los beneficios. Y vociferan: Lo que pase fuera de la sociedad, no nos interesa.

La desaparición de la clase media en Europa y EE.UU ha llevado a algunos escritores a escribir sobre la desaparición del viejo mundo estadunidense, solidario, comunitario y asociativo. Pero también existen los escribanos defensores del “capitalismo moderno”, quienes afirman que la “codicia” es un fuerte estimulante para el éxito. Y que si se han cerrado centenares de miles de puestos de trabajo, es porque el “capitalismo moderno” tiene una visión global, no únicamente nacional.

El “capitalismo moderno” aunque no tenga ninguna conciencia social sigue siendo el motor de la historia. Sin embargo este tipo de lógica, antes de la caída del Muro de Berlín hubiera sido impensable. A nadie se le hubiera ocurrido elogiar la “codicia” y presentar como una idea positiva la eliminación de millones de puestos de trabajo en nombre de una mayor ganancia de las empresas. Este tipo de expresiones hoy son aceptadas con normalidad. Estamos ante un profundo cambio de valores o los anti valores de ayer son los valores de hoy. Por eso el Papa Francisco clama un capitalismo humanista. En fin.



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