El Estado al servicio del capital global
Octavio Camelo Romero
18 de junio de 2015
En días pasados el presidente de México Enrique Peña Nieto se congratulaba por la llegada de una inversión de varios miles de millones de dólares que daría ocupación temporal a varios miles de mexicanos. Y en su alocución hizo un llamado al “capital global” para que siguiera viendo al país como destino de sus futuras inversiones. Allí mismo dijo que su gobierno está para garantizar las ganancias y la posesión de dichas inversiones. El Estado se encargaría de la seguridad nacional y de abatir la violencia.
Una de las características del presidente Peña es que desde su campaña presidencial se pronunció por la adecuación de la superestructura jurídico-ideológica del país a los requerimientos del capitalismo global. Y en ese sentido ha sido muy eficaz. México ya se encuentra adecuado a los intereses del capital transnacional.
Este es un asunto que está al margen de la moralidad. El capitalismo como organismo social es dinámico y está en constante y continua evolución. No podemos decir que la forma de organización de la sociedad de finales del siglo pasado sea la misma que la actual. Más aún, existen diferencias significativas entre el capitalismo mundial de principios del milenio respecto del capitalismo actual. Para muestra de los diferendos señalemos únicamente dos sucesos: uno relacionado con la lucha por la hegemonía económica entre China y EUA y el otro, con la lucha por la hegemonía militar entre Rusia y EUA.
Toda la dinámica de las formas de organización social del capitalismo obedece en gran parte al desarrollo de las fuerzas productivas materiales, al desarrollo científico-tecnológico de la sociedad. Ya Marx había visualizado las consecuencias de la contradicción entre el desarrollo de la ciencia y la tecnología por un lado y de los puestos de trabajo por el otro. El uso de las tecnologías para el abaratamiento de los productos lleva necesariamente al desempleo. Y este último es la condición para el abaratamiento de la fuerza de trabajo o mano de obra. Pero por otro lado conlleva a la reducción de la tasa media de ganancia ya que ésta última es producida por la mano de obra contratada. Al principio existe un espejismo con una producción de bajo costo que permite obtener ganancias extraordinarias. Pero la situación cambia cuando el uso de dicha tecnología se generaliza en la sociedad. Situación que por demás abate la producción para poder mantener los niveles de ganancia ya que se da una sobreproducción de mercancías que rebasan la absorción del mercado. Es cuando surge la sobreacumulación que desde las décadas de los 70-80 se vienen dando en el mundo. Esa situación hace que el “capital inactivo” busque lugares geográficos donde invertirse para dejar de ser “capital inútil”. Y en esa localización de destinos de inversión se incluye la adecuación de las condiciones sociales que no pongan en riesgo la posesión y ganancia de tales capitales. Es así como se explica el surgimiento de la política super-estructural conocida como el neoliberalismo y es de esa manera como los políticos mexicanos se ajustaron a los requerimientos del capitalismo global. Sin embargo, desde que inició hasta el momento la organización social del capital transnacional ha evolucionado de tal manera que sus formas actuales no son idénticas a las formas del principio de milenio. Hoy parece ser que ha resurgido el extractivismo en Latinoamérica por lo menos. Pero la verdad es que ese “capital ocioso” que se encuentra en el mundo buscando “destinos de inversión” está a disposición para inversiones cuyos resultados sean de corto, mediano y largo plazo. Esto quiere decir que pueden invertirse tanto en negocios directos como en financiamiento de obras de infraestructura. Todo depende del país y de sus requerimientos. La innovación del rector Narro Robles es una simple línea de inversión. En fin.
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