Nayarit fue un reflejo del acontecer nacional; más de la mitad de los enlistados en el padrón electoral desconfía de las instituciones e instancias del Estado Mexicano; no se le tiene confianza al Instituto Nacional Electoral, tampoco a los Poderes de la Unión y mucho menos a los políticos y sus partidos. Ni siquiera Andrés Manuel López Obrador logró que la ciudadanía saliera a votar, con todo y que se configure como la tercera fuerza nacional según el número de diputados federales. Una Cámara de Diputados que no cuenta con el apoyo de la mayoría de los ciudadanos pero que según el decir de los partidos que la configuran, van por el segundo periodo de reformas estructurales o de perdida, por la reformulación de las que ya hicieron. Mucha insensibilidad de los dirigentes de los partidos políticos. Casi se raya en la negligencia. No les preocupa que la mayoría de los ciudadanos no hayan acudido a las urnas a sufragar el voto. Finalmente el objetivo es contar con las prerrogativas respectivas de conformidad con el porcentaje de votos recibidos. Y eso está a salvo.
En Nayarit las cosas no fueron diferentes. Se sabía que si la ciudadanía no salía a votar ganaría el PRI con su voto duro. Y eso sucedió, aunque con severas dificultades en el segundo distrito electoral federal. En el primer distrito la fuerza campesina se dejó sentir y el candidato oficial arrasó con un amplio margen. En el tercero, la candidata hizo lo propio aunque con menos margen que en el primero; y en el segundo la contienda electoral estuvo reñida, ganó el PRI y el PRD quedó como segunda fuerza electoral. No cabe duda, la ciudadanía es muy clara en su mensaje al presidente municipal de Tepic; le retiró su confianza; el PAN quedó como tercera fuerza electoral con todo y el apoyo del SUTSEN. La que queda desprotegida es la señora Águeda y el gran ganón es el diputado Elenes.
Este fenómeno de la incredulidad no es nuevo. Desde hace algunos años atrás, los mexicanos no creen en las Instituciones. Las muestras se han dado hasta en el “grito” de “independencia”. A cada momento y por cualquier cosa brotan las manifestaciones de la incredulidad popular. Ya no le creen a las Autoridades, a los Partidos Políticos, a los Políticos, a los Diputados, a los Senadores, a los policías y por si fuera poco, ya se pone en tela de duda hasta el ejército mexicano. Al Presidente definitivamente le han perdido el respeto. Es preocupante que el Pueblo de México pierda su Fe política porque puede perder la Fe religiosa en la Virgen de Guadalupe. La Fe sexenal al presidente del país, la Fe en el Melate, etc son expresiones de la credulidad del mexicano. Y esa Fe es muy importante para el sistema político. Gracias a esa Fe el PRI retuvo la Presidencia de la República por más de 70 años y recuperó la silla presidencial con Enrique Peña Nieto. Sin embargo hoy nuevamente se pone en cuestión la Fe política al sistema mexicano.
Urge una verdadera “izquierda compensatoria” de los excesos de los partidos políticos neoliberales al servicio de un Estado Mexicano al servicio del capital transnacional y por demás errático, que lejos de crecer al país lo está hundiendo en una peligrosísima parálisis económica y en la consecuente agudización de las contradicciones sociales. La miopía política y falta de oficio de la actual clase gobernante pone en riesgo la estabilidad del país. Sus políticas públicas hunden a más de la mitad de los mexicanos en la pobreza alimentaria y a los
emprendedores en la banca rota de sus empresas. Se requiere de una fuerza de izquierda que por lo menos sirva de muro de contención para los excesos.