El cuento de la democracia

El concepto “democracia” ha sido utilizado por los más disímbolos personajes de la política de acuerdo a sus muy especiales intereses. Sin embargo, los constituyentes de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos tuvieron a bien precisar el contenido de tan multifacético término. Se puede decir que de conformidad con ellos la democracia es el Poder del Pueblo para beneficio del propio Pueblo.

Más no obstante que en la Constitución Mexicana está consignado que los Poderes de la Unión se constituyeron para beneficio del Pueblo, los distintos gobiernos de la República se han dedicado  a desmantelar el rumbo trazado constitucionalmente y determinado por las fuerzas políticas conductoras de la Revolución Mexicana. Sobre todo los gobiernos que van desde Miguel de la Madrid hasta el actual de Enrique Peña Nieto. Y no es que este sea o haya sido un asunto de voluntad, sino que las condiciones del desarrollo del capitalismo en el planeta han sido tales que la sobreacumulación de capital y la estrechez de los mercados hicieron surgir la política neoliberal y hoy el capitalismo global, consecuencia de la integración espacial de los distintos procesos productivos nacionales en un único proceso mundial. En el México actual se tuvo que inventar una alianza bajo la forma de un “Pacto por México” para que el presidente Peña Nieto pudiera cumplir con los compromisos con el “Capital Global” de adecuar la normatividad para que dicho capital se engullera a nuestro país. Si el mentado “Pacto por México” hubiera rescatado el mandato constitucional arriba mencionado entonces a partir de él cabrían un gran número de Reformas y Contra-reformas a la legislación nacional y a las políticas públicas en el sentido diametralmente opuesto a como se dieron.

Partiendo del propósito constitucional del beneficio del Pueblo y a través de él, del bienestar individual, resulta indispensable la identidad Estado-Pueblo. El beneficio popular es el objetivo fundamental pero habrá que transformarlo en metas para cuantificarlo. Si dentro de las metas para 2018 estuvieran contemplados acabar con los pobres o por lo menos reducir a la mitad el número de pobres, acabar con la corrupción gubernamental y empresarial, acabar con la violencia, garantizar la creación de 10 millones de puestos de trabajo, elevar el salario real en por lo menos un 50%, garantizar un sistema efectivo de circulación de mercancías, garantizar la eficiencia y la eficacia de los funcionarios gubernamentales y su remoción cuando su desempeño atentase contra el “bienestar del Pueblo”, garantizar la participación del Pueblo en los asuntos y en el ejercicio de los Poderes de la Unión, etc., entonces se tendrían que diseñar unas estrategias precisas y elegir a personas con autoridad moral para ocupar los cargos públicos.

Dentro de estas estrategias estarían los tipos de relaciones de México con los organismos financieros internacionales. Una muy importante sería la “Autodeterminación del Pueblo Mexicano”. Aunque este principio juarista sirvió de parapeto a la política exterior del gobierno nacional, desde hace algunas décadas no únicamente se perdió, sino que se hizo una política injerencista a favor de los intereses norteamericanos. Los últimos gobiernos desde Miguel de la Madrid hasta el de Peña Nieto sirvieron para la entrega de la riqueza mexicana a USA a cambio de nada. Desde luego que la autodeterminación limitaría la intervención del FMI, del Banco Mundial, del Banco Central Europeo y en general, de todas las Instituciones Financieras Públicas internacionales que pretendiesen determinar el Modelo de Desarrollo Capitalista Mexicano. En fin.