Clama el pueblo ser escuchado en audiencia por gobernante
Oscar González Bonilla
27 de septiembre de 2014
Como usuario del transporte público tengo por costumbre apear del camión justo donde se encuentra el edificio de la presidencia municipal de Tepic. Este miércoles 24 me sorprendió ver cantidad de gente en el patio de la sede del ayuntamiento. Quise entrar por el acceso de la calle Puebla, pero una cadena de mujeres jóvenes me lo impidió. Exigían que lo hiciera por la puerta principal, pero a mis ruegos una de ellas accedió, me dejó pasar.
Gente de pueblo sentada cómoda en orden, esperaba ser atendida al momento de su turno si no por el presidente municipal, Polo Domínguez, al frente en una mesa acompañado por el tesorero, David Guerrero, por los diversos funcionarios allí prestos en estratégica ubicación.
Percibí un agradable ambiente, sentí aire de cambio, emoción de ver que la ciudadanía tiene espacio para expresarse y ser escuchada. No sé por qué extraña sensación mi pensamiento se remontó al pasado cuando los tepiqueños y, a la postre los nayaritas, siguieron de manera voluntaria y desinteresada a Alejandro Gascón Mercado para elevarlo a la categoría de líder carismático en la lucha política.
Polo Domínguez ha provocado un fenómeno social, considera el profesor Carlos Delgado Camacho, y creo que tiene razón. Los 84 mil votos obtenidos por el panista en las urnas se han multiplicado luego que la gente de a pie enterada está de los firmes propósitos del alcalde por mejorar las condiciones de vida de los tepiqueños, con base en un sencillo programa que tiene como eje fundamental la honestidad. Veremos si es capaz de cumplir.
Es de entender que los votantes hartos están de políticos que arriban al cargo de elección popular sólo para satisfacer ambiciones personales o de grupo, y en la clase política de Nayarit hay muchos ejemplares de estos. Los tepiqueños y los nayaritas en general necesitamos una válvula de desfogue que el gobernador de Nayarit, Roberto Sandoval, no ha sido lo suficientemente hábil de proporcionar, pese a que de continuo se desgarra las vestiduras.
En tres años de haber llegado al poder estatal, Roberto Sandoval no ha ofrecido una sola audiencia de la naturaleza que se describe. No ha promovido un acercamiento con el pueblo para escucharlo de viva voz. Pareciera que repele a los pedigüeños, con mayor razón en la actualidad cuando las bondades del sector turismo, por ejemplo, no se ven reflejadas en sus bolsillos. No hay crecimiento económico, por lo tanto la lucha por la supervivencia se recrudece y hace mella en los sectores de la población empobrecidos. El desempleo agobia.
Como Roberto Sandoval tiene cultura política limitada, ni tan siquiera a través de la copia ha resuelto ofrecer audiencias a los nayaritas. El ejemplo más cercano está con Ney Manuel González Sánchez, quien gobernó el municipio de Tepic durante los años del 2002 al 2005, cuya cercanía semanal de preferencia con personas de recursos económicos escasos, más que todo le dio la gran oportunidad de acumular un enorme capital electoral que enseguida aprovechó para ganar en las urnas la gubernatura de Nayarit.
Pero todavía más brillante fue el desempeño en las audiencias públicas del gobernador Emilio M. González Parra (1981-1987). En palacio de gobierno desfilada cantidad de personas venidas de todo Nayarit. Aquello era una romería. Uno a uno era escuchado por el gobernador. Bueno, era tan cabrón don Emilio que hasta dormido los oía. Por ello la raza lo apodaba Dormilio, injustos para un hombre de la tercera edad que sin condición ofrecía a ellos sus esfuerzos y capacidades. Muchas ocasiones hubo que las audiencias terminaban al día siguiente. Al final de la jornada me quedó la impresión de que en ese tiempo no había un nayarita que no haya sido tocado por la mano benefactora de don Emilio.
Son vivencias clarísimas que el gobernador de Nayarit, Roberto Sandoval, si quiere, si abandona la modorra que produce el clima tropical, debe asumir como ejemplo. El Layín, menos conocido como Hilario Ramírez Villanueva, alcalde de San Blas, que no es un dechado de virtudes políticas, pero propietario de un carisma extraordinario, en breve dará audiencias.
La gente, y este supuestamente es el gobierno de la gente, requiere ser escuchada, le urge que su voz tenga un receptor. A veces –como sucedía con don Emilio- se conforma con ser oída, aunque no se le resuelvan sus problemas ¿Es mucho pedir? ¡Carajo!
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