La reconversión del agroproductor
Octavio Camelo Romero
1 de septiembre de 2014
Con la globalización de los procesos económico-financieros la normatividad mexicana tiene necesariamente que adecuarse a los requerimientos del capitalismo mundial en su doble carácter de capital global y capital mundializado. No es un asunto de voluntad, es una necesidad objetiva del capital globomundializado. En referencia a la relación “obrero-patronal” se tuvo que reformular la Ley Federal del Trabajo con el claro propósito de cambiar los valores y dar muerte a la condición tutelar de las normas en materia laboral en favor de los trabajadores. Se redefinieron categorías, surgieron otras nuevas y lo mismo sucedió con las condiciones jurídicas. Por un lado hubo modificaciones en relación con la temporalidad de los contratos de trabajo. Surgieron los contratos a prueba o para capacitación, los cuales pueden terminar por decisión de los patrones, previa autorización de una comisión mixta de productividad, capacitación y adiestramiento. Y por el otro, se legitima el outsourcing y se limita a un año de los sala
rios caídos en caso de despido injustificado. Desde luego que estas nuevas circunstancias han acabado con la idea tutelar a los trabajadores para en su lugar proteger a los empresarios.
México no ha podido sustraerse a esa tendencia del dominio del capital transnacional. Por ello se antepone a los intereses de los trabajadores el interés del capital. La globalización del Capital tuvo sus orígenes ideológico--políticos con Margaret Thatcher quien afirmó que el Estado de Bienestar es un Estado niñera, sofocador de las libertades requeridas por el capital y restrictivo de la capacidad de escoger a los trabajadores adecuados para sus intereses. De allí que el capital buscó mano de obra barata en países de muy escaso nivel laboral e instaló empresas de gran capacidad económica. Productos que serán exportados a otros mercados y posteriormente serían asimilados en las redes o circuitos integrados por el capital transnacional. Sin embargo en el tiempo del dominio planetario por el capital contemporáneo, al lado de la adecuación normativa de una nación surge entre otras, la necesidad objetiva de la modificación de la mentalidad y de los métodos productivos de un gran sector de la economía nacional co
mo es el sector agropecuario por no decir, campesino. El capital domina el mundo y por tanto sus intereses son los mismos en todos los rincones del mundo. Tal situación reclama entre otras cosas, la estandarización de conductas, de métodos productivos y de habilidades laborales. Pero además de la exigencia de la unificación de la Ley, requiere como condición sine qua non el cambio de mentalidad, sobre todo, de aquellos que estuvieron inmersos en la formación mental de los estados de bienestar y de las leyes protectoras de sus intereses.
Los tiempos actuales requieren que el agroproductor o campesino sufra una modificación en su mentalidad en el sentido de una mentalidad empresarial. Esto significa que se transforme de productor agrícola en agroempresario o en empresario agropecuario. Desde luego que tal transformación lleva la posibilidad de dejar de ser agroproductor, o como se dice, de liberar la tierra para la compactación de grandes extensiones y hacer una agricultura intensiva de capital. Cosa que a futuro dejaría a los agroproductores de hoy convertidos en obreros asalariados de las grandes empresas transnacionales. Sin embargo, también se tiene la posibilidad de consolidación de las economías campesinas combinadas con la agroindustrialización. El seguir uno u otro camino dependerá de la habilidad y propósitos de los campesinos.
Por lo pronto hoy existen programas federales que otorgan hasta 100 mil pesos a fondo perdido por productor para que se conviertan en agroindustriales con mentalidad netamente empresarial. Este tipo de mentalidad pone por delante la producción de la ganancia y la ventaja competitiva como condición para invertir. Y no se refiere a la producción primaria sino a la transformación industrial de los productos agrícolas, esto es, a la producción de “valor agregado” como los burócratas del sistema le dicen. Para acceder a estos beneficios se requiere ser agroproductor y estar en los niveles bajos del nivel de bienestar, o sea, ser “pobre alimentario” y estar organizado en alguna organización social. Suena bien, pero habrá que esperar resultados. Dentro de 15 días se abre la ventanilla.
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