Ineficiente reforma energética
Octavio Camelo Romero
22 de agosto de 2014
El presidente Enrique Peña Nieto ya casi culmina la tarea de la adecuación de la legislación nacional a los intereses del capitalismo global. Recordemos el acto conmemorativo del 76 aniversario de la fundación de la Comisión Federal de Electricidad en donde el presidente dijo al país que se estaba ante la “oportunidad y exigencia de transformar el sector eléctrico” y que era “momento de romper inercias, quitar trabas, ser audaces y atrevernos a acelerar nuestro desarrollo” dentro del capitalismo global claro está. No olvidemos que una vez investido con el carácter de presidente electo, Enrique Peña Nieto primero inicia una transformación radical en su partido el PRI con el propósito de contar con el instrumento político que lo ayudaría en las demás transformaciones pertinentes del Estado pero, con una adecuación semejante a la estructura del Partido Comunista Chino en la cual el Presidente de la República es a la vez, el ideólogo y líder formal del partido político. En México esta relación de subordinación del partido respecto del presidente de la República no es nueva, es antigua, aunque no se había formalizado. Su formalización es la novedad.
En este mismo espacio desde hace tiempo venimos llamando la atención sobre esto fenómeno de adecuación de la legislación mexicana a los intereses del capitalismo global. Y es que con la globalización por un lado y la mundialización por el otro, del capital, muchas de las categorías económico-sociales adquieren nuevas dimensiones además del surgimiento de nuevas categorías antes inexistentes. Una de estas categorías redimensionada es la de, “igualdad jurídica”. No se trata de la igualdad de los géneros sino de la igualdad de las normas nacionales de los distintos países del planeta. No debemos olvidar que en nuestro tiempo el capitalismo ha dominado totalmente al planeta. Por lo tanto requiere de la igualación o semejanza del funcionamiento de los Estados Nacionales y de la subordinación de todos los terrícolas a un Estado Supranacional. En México cada día se ve más clara esta necesidad del capital contemporáneo. Vemos con mayor frecuencia la intervención de los organismos internacionales en los asuntos internos de nuestro país y la supeditación del gobierno nacional a las exigencias de las instancias supranacionales. Y no puede ser de otra manera. El capital domina el mundo y por tanto sus intereses son los mismos en todos los rincones del mundo. Tal situación reclama la estandarización de las conductas, de los métodos productivos, de las habilidades laborales, etc. Y sobre todo exige la unificación de la Ley o por lo menos la semejanza de las legislaciones nacionales. Se requiere de un instrumento jurídico que garantice en cualquier parte del planeta la salvaguarda de los intereses del capital. Del capital en general y del capital transnacional en lo particular.
Por eso los organismos supranacionales del capitalismo global están al tanto del acontecer de los países donde están sus intereses. Ese es el motivo por el cual Moody’s Analytics llama la atención sobre el impacto que tendrá en el PIB la apertura del sector energético al sector privado impulsada, la cual elevará el crecimiento del producto interno bruto en menos de un punto porcentual, magnitud menor que la prevista por el gobierno federal. En tanto que Standard and Poor’s descartó un rápido incremento en la producción de petróleo crudo a partir de la reforma que liberalizó las inversiones en la industria petrolera. Y por si esto no fuera suficiente, el Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas nos dice que los beneficios inmediatos de la reforma energética no serán para los mexicanos que consumen gasolinas, gas licuado de petróleo usado en los hogares y electricidad, sino para las empresas del país que verán oportunidades de negocios. ¿En dónde quedaron los promesas presidenciales de mejoramiento de la economía doméstica? En fin.
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