El mal ejemplo latinoamericano

Desde 1959 Cuba se convirtió en un problema para EEUU por las posiciones “soberanas e independientes” de su gobierno. En la década de los años 60 gobiernos de Brasil, Bolivia, Panamá y de la Dominicana, así como en los años 70 de Chile, Perú y de Nicaragua, pretendieron seguir el ejemplo cubano. Posteriormente  con la llegada al gobierno de Venezuela de Hugo Chávez Frías se conjugan los intereses para hacer realidad la integración latinoamericana en contra de los intereses norteamericanos y de las políticas neoliberales. Sin embargo desde la muerte del comandante Chávez y ante la presencia de su sucesor Nicolás Maduro, las fuerzas pro-estadounidenses tanto internas como externas han desatado una fuerte ofensiva para desbaratar ese binomio de países y dar marcha atrás a la acción integradora que están llevando a cabo. Los medios de comunicación masiva nacionales y extranjeros no han dejado de tergiversar la información sobre Venezuela con el propósito de debilitar primero y hacer dimitir después al presidente Maduro. Y es que se han creado en los últimos años varias organizaciones alternas a la tradicional OEA como son la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América mejor conocida por las siglas ALBA, la industria “Petrocaribe”, la Unión de Naciones del Sur conocida como UNASUR, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, por sus siglas CELAC, además se han reforzados al Grupo de Río y al Mercado del Sur conocido por MERCOSUR. Eso explica porque se enfiló hacia Caracas una guerra político-económica encabezada por las oligarquías criollas latinoamericanas vinculadas a los intereses de Washington y enemigas de las políticas sociales benefactoras de las mayorías de los pueblos que fueron encabezadas por Chávez y continuadas por Maduro al lado de los líderes cubanos.

En Venezuela los grupos oligarcas por una parte asaltaron y destruyeron numerosos centros de atención de salud, fábricas, escuelas secundarias y universitarias; interrumpieron el tráfico, quemaron transportes públicos y hasta asesinaron a varias personas. Y por la otra atacaron a la moneda venezolana y al régimen cambiario; se impulsó la especulación, el acaparamiento intencionado y el contrabando con el desvío hacia Colombia de alrededor del 45 % de los productos que entraban al país.

En cuanto a Cuba, los ataques financieros para menguar su economía ya se han constituido en un hecho cotidiano. Diariamente empresas y bancos extranjeros que han mantenido relaciones de intercambio o préstamos con la Isla han sido perseguidos y multados. Pretenden llevar hasta lo infinito las leyes extraterritoriales impuestas por el bloqueo económico establecido desde hace más de 50 años por Estados Unidos y rechazado por la comunidad de países de la ONU. Desde 2007, Washington ha ejercido su inmenso poder político y económico contra más de 25 firmas financieras que realizaban algún negocio o manejaban fondos vinculados con Cuba. Entre los primeros “sancionados” en 2007 aparecen el banco suizo Bawag que tuvo que cerrar cuentas con un centenar de clientes de origen cubano que residían en esa república alpina. Le siguió el Barclays, el cual ordenó a sus filiales de Londres clausurar las cuentas de dos empresas cubanas: Havana International Bank y Cubanacán, después de que la Oficina de Control de Bienes Extranjeros (Office of Foreign Assets Control, OFAC) del Departamento del Tesoro ejerciera presiones. Le siguió la compañía aérea española Hola Airlines, que tenía un contrato con el gobierno cubano para transportar a pacientes que padecían enfermedades oculares y serían atendidos en la llamada Operación Milagro. La extraterritorialidad del bloqueo se reafirmaba.

Recientemente el banco francés BNP-Paribás pagó 8 970 millones de dólares por violar la sugestiva denominación de “embargo” económico y financiero impuesto por la Casa Blanca. En fin.