La hegemonía ideológica del capital

Ya pasó la jornada electoral aunque todavía quedaron algunos pendientes que seguramente se resolverán en los próximos días. En los municipios de interés del capital transnacional salieron triunfantes los más adecuados. No hubo grandes sorpresas salvo uno que otro despistado. La pregunta es ¿cómo opera el capital para manipular a la sociedad? La respuesta tiene que ver con la teoría desarrollada por Antonio Gramsci en la primera mitad del siglo XX.

Aunque para algunos Gramsci rompe con Marx y con Lenin, en aborda algunos aspectos poco o no desarrollados por Marx. En la relación sujeto-objeto ya el autor de El Capital había establecido que el “objeto” debía concebirse como un producto social, como una cosa resultado de la actividad sensible tal como lo dijo en las tesis sobre Feuerbach. Por lo tanto, el objeto no es considerado como un ente ontológico. Y no lo es, en la medida en que está mediado por la actividad humana. Por otra parte considera que la mente o el contenido de la mente, es primeramente el reflejo de ese producto social, del objeto y por lo tanto, este puede existir al margen del pensamiento. Ese fue el postulado de la relación del objeto hacia el sujeto. Gramsci vino por su parte a plantear la dirección de la relación del sujeto hacia el objeto que, aunque ya estaba implícita en Marx, éste no la expuso como tal. En El Capital al definir el trabajo dice que es una actividad racional encaminada a un fin. Este fin no es otro que producir el objeto existente en la mente del trabajador y que es un satisfactor de una necesidad social. Por lo tanto, lo mental rige la actividad del trabajador. Sin embargo, Gramsci aborda el tema de la enajenación la cual llama hegemonía ideológica y de la filosofía como ideología de una clase fundamental. En este sentido dice que la concepción que socialmente se tenga sobre el mundo es la ideología de la clase dirigente. Y a partir de aquí, las clases subalternas que asumen esa ideología como propia, estarán dominadas ideológicamente por clase dirigente. Visto así, la hegemonía ideológica se reflejará en el sentido común de la sociedad. Y con esto se está frente a la reproducción tanto objetiva como subjetiva de la sociedad. Gramsci dice que los divulgadores de la ideología dominante son la Iglesia, la Escuela y la Prensa. Si viviera en la actualidad diría seguramente que también son los Partidos Políticos.

Si a esta enajenación social de las instituciones mencionadas le agregamos la pobreza a la cual está sometida la ciudadanía mexicana, entonces queda con suficiente nitidez el proceso de manipulación electoral. No se trataba de sacar al PRI para poner al PAN o al PRD. Eso no era lo relevante porque cualquiera de los tres va a seguir los lineamientos impuestos por el capital transnacional. En el sistema la persona hace lo que está en el libreto sin importar el color o la ideología que traiga. Como dijera Alejandro Gascón Mercado, “yo solo los guiaré por donde haya menos piedritas para que no se lastimen”. Lo relevante eran las propuestas que por cierto estaban nulas de contenido. Por eso se puede decir que fueron electos quienes tuvieron más acercamiento con el sentido común y mayor capacidad para la manipulación de la ciudadanía.

Gramsci le había encomendado a la intelectualidad orgánica de la sociedad la honrosa tarea de liberarla de la dominación ideológica en que la tenían. Pero en el caso de Nayarit y de México, esa intelectualidad ha dejado de ser orgánica del proletariado para asumir el papel de agente funcional del capital o intelectualidad orgánica del capital. Y ese rol se ve que lo juegan muy bien los partidos del Pacto por México que en breve plazo trabajaran sobre la reforma o sobre las leyes secundarias de las Reformas Estructurales que aprobaron con anterioridad. Las elecciones del 6 de julio del 2014 en Nayarit son un bello ejemplo de la hegemonía ideológica del capitalismo transnacional. En fin.