Las demandas de la gente
Marco Vinicio Jaime
02 de julio de 2014
“Reviso pues la fecha de la prensa, y me pareció que ayer decía lo mismo.”
-Silvio Rodríguez.
La contienda electoral está por llegar a su clímax: la jornada comicial del próximo seis de julio; una más que se archivará en la lista de lo que para algunos ha sido sin duda, la lucrativa lucha por el poder, de ahí su desbocado y obcecado empeño en conservarlo. Y siguen poniéndose sobre la mesa las carencias de la gente, la realidad inocultable tal cual la viven las mayorías, sin telones ni escenarios preestructurados de 'oropel', y eso tal vez resulte ser una de las bondades más importantes de un proceso electoral, poner al descubierto la verdad: hambre, miseria, desempleo, desatención médica, falta de servicios, corrupción y desinterés de la clase (a)política, para tomarse precisamente como ‘banderas’ de una y otra trinchera en disputa por los diferentes cargos de elección.
No obstante, la oposición lleva una cierta ventaja en su calidad de evaluadora y hasta de juez, encontrando quizá un punto fuerte que parece favorecerle –si sabe usarlo obviamente-, y es muy probable que de ahí impulse con éxito-independientemente de sus aún bemoles comunicacionales-diversas estrategias de convencimiento lógico de mucha gente indecisa y sin partido; lo cual no es otra cosa que el de ponerle nombre y apellido a la problemática descrita, que cabe decir, no es menor, y se esparce por doquier alimentando un fuerte descontento social; así no será extraño un evidente desempeño enfocado a destacar el notable contraste de sus propuestas de solución como opción completamente distinta al modelo que no lo ha logrado -sea por incapacidad o ambición-;y sumado ello a las esperadas respuestas irascibles e imprudentes de sus contrincantes, comportan las pruebas y el testimonio fidedignos dados a conocer ante tirios y troyanos, de la necesidad urgente de un nuevo rumbo en todos los órdenes que sepa en los hechos respetar la ley, las instituciones, la dignidad de la gente misma y al Estado de Derecho.
De conformidad, es muy probable que los “audaces” estrategas de enfrente, aún no entiendan que se equivocaron un poco en su fórmula neroniana de “incendiar Roma”, toda vez que las llamas los alcanzaron incluso a ellos mismos antes de poder resguarecerse en su Palacio y continuar el festín a costa del dolor de los desposeídos y necesitados. La peculiar estrategia de “desastres consentidos” –fundamentada principalmente en el lucro de la necesidad económica, de ilícitos a conveniencia, de ‘llaves cerradas’, de división y golpeteo sectario de sectores y organizaciones- a fin de justificar sin más la introducción a como diera lugar de sus regentes afines, “salvadores” pues de la “catástrofe provocada” en las diferentes provincias, y respaldados a su vez de una avalancha de supuestos beneficios “al cuarto para las doce”, no parece estar dando los frutos programados.
Así, tras la inevitable reacción popular, el trajinar se ha vuelto cada vez más escabroso e imprevisible para los partidarios de la vigencia continua, de tal suerte que ahora se necesitará algo más que la fiesta, el fariseísmo de "ver la paja en el ojo ajeno", dobles discursos, sectarismo y simulación mercadotécnica, para atraer la atención de los muchos que están padeciendo el hambre y la desolación de la “inconsciencia de los asegurados” con cargo al erario; lo cual no es motivo de festejo en lo absoluto: ¿francachelas itinerantes de los que no les falta de nada, frente a la tristeza del que no tiene nada?
Asimismo, la legitimidad es el respaldo mayoritario de a de veras, algo que no lo da el triunfo por sí mismo, porque hay triunfos ilegítimos, los que no representan ni una cuarta parte del colectivo total y obtenidos a costa de métodos que, “si se conocieran a ciencia cierta, provocarían un vértigo mortal”, (y aún así se autoproclaman vanguardistas y respetuosos de las leyes); y que es característico precisamente de los comicios de los últimos años, por la falta de propuestas (del cómo y del por qué hasta ahora), de resultados, de atención genuina de todos los sectores sociales, de respeto a la libertad de expresión, de la dignidad de la gente, del compromiso genuino por la observancia de las leyes y las instituciones; cuando es precisamente un mal ejercicio, una pésima administración la que busca a como dé lugar seguir detentando el poder por el poder mismo y proseguir la fiesta entre los singulares integrantes de una reducida cúpula que 'brinda' a su vez, alzando sus indignantes copas, por los "mecenas" electores que pagan sus frivolidades y excesos. Así piensan en la gente.
Por ello, cuán oportunas resultan ser las palabras del connotado político estadounidense Edward Kennedy: “En política pasa como en las matemáticas: todo lo que no es totalmente correcto, está mal”. En consecuencia es momento de revalorar esquemas de desenvolvimiento comunicacional y proselitista, de apego irrestricto a la legalidad.
Si el bien recordado Luis Donaldo Colosio apuntó en aquel memorable discurso frente al Monumento a la Revolución de la Ciudad de México, que “[si] sabemos que el origen de muchos de nuestros males se encuentra en una excesiva concentración del poder. Concentración del poder que da lugar a decisiones equivocadas; al monopolio de iniciativas; a los abusos, a los excesos”, qué pasa entonces, que cada proceso electoral como hasta ahora, surge la misma terrible verdad, y poco o nada se hace de manera verdaderamente contundente, ni siquiera desde el centro, a sabiendas de ser esto un terrible obstáculo para cualquiera de los planes preestablecidos: las cosas siguen igual o peor, y algo sigue fallando considerablemente en esta sociedad, que continúan el hambre, la miseria, la explotación, el desempleo, la incultura, la falta de vivienda, de salud, atentados a la libertad de expresión, la depredación humana, animal y vegetal, etc., asolando a las mayorías.
Colosio abundó: “Tenemos que superar las actitudes que debilitan nuestra capacidad de innovación y de cambio.[…]Es la hora del gran combate a la desigualdad, es la hora de la superación de la pobreza extrema, es la hora de la garantía para todos de educación, de salud, de vivienda digna”. A 20 años de distancia, revisamos hoy pues, la fecha de la prensa (medios escritos, electrónicos y alternativos con la publicación de vacuos boletines proselitistas: de irreverencias y utopías, defendiendo lo indefendible y metiendo cuanto más iniquidades bajo la alfombra), y nos parece sin más que ayer decía lo mismo: las desigualdades cunden por doquier, el anhelo de un futuro mejor, de salud, de empleo, vivienda y educación, sigue pendiente; y los 'grandes' caballeros de la mesa redonda siguen yendo a las provincias a justificar los impases de sus grises e impreparados monarcas con los mismos artilugios retóricos, defendiendo su magro reino de siempre: el de la política ficción, el de la opulencia paradisiaca frente a los mares de miseria, el de los poderosos sobre los pobres. ¿Habrá algo que cambie esta realidad, y la gente tenga ya por fin algo qué ganar? A ver qué sucede.
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