El capital transnacional elegirá
Octavio Camelo Romero
30 de junio de 2014
La globalización o mundialización del capital se percibe desde por lo menos hace de 30 años atrás. El tejido de intereses de los distintos capitales del mundo sigue siendo el mismo: obtener ganancias de sus inversiones. Sin embargo algo ha cambiado en el capitalismo contemporáneo: se ha flexibilizado al máximo la movilidad del capital y se ha restringido la asociación de los trabajadores para la defensa de sus intereses laborales. Estos cambios se han dado como producto de enfrentamientos entre segmentos de la clase capitalista y de clase trabajadora. La lucha ha adquirido varias formas y los campos de batalla han sido muy variados. Un campo de batalla de gran relevancia es el Estado-nacional. La conquista del Estado es, ha sido y seguirá siendo un objetivo estratégico. No se trata de llegar y seguir haciendo lo mismo. La meta de conquistar el Estado es para adecuar todas las instituciones o aparatos estatales a las nuevas relaciones de Poder surgidas en el capitalismo contemporáneo. En la lucha competitiva entre capitales independientes se han rebasado los niveles de demanda con la producción intensiva de capital o absorbedora de alta tecnología. Este fenómeno se presenta como una sobreacumulación, un dinero adicional invertido que no produce ganancia. Desde luego que esta situación se presenta como una crisis por la sobreoferta o por la incapacidad del estómago del mercado para tragar dichos bienes. La solución está en encontrar nuevos mercados o ampliar el que se tiene. En la búsqueda de resolver esta crisis los fondos de acumulación se van invirtiendo en otras regiones del mundo y si es preciso, en otros rubros económicos. Así se tejen los intereses y así surge la globalización. Pero los capitalistas requieren libertad financiera para mover el capital sin ningún obstáculo de un rubro a otro y de una región a otra. Para ello hay que conquistar a las instituciones del Estado y transformarlas; adecuar las leyes nacionales, crear instituciones más adecuadas a los requerimientos, etc. Por eso no llegó Cuauhtémoc Cárdenas ni Andrés Manuel López Obrador. Por eso seguramente mataron a Luis Donaldo Colosio y por eso llegó a la presidencia Enrique Peña Nieto. El mensaje de Cesar Camacho en plena campaña presidencial fue crucial. Dijo en aquel entonces: “La normatividad partidista y también la del país, son como un corsé que impide enfrentar los grandes retos del país.”
El México de hoy ya no es el México de antes de las elecciones presidenciales pasadas. Pero todavía existen muchas tareas pendientes. Aunque no estemos del todo enterados, en Nayarit ya se dieron los primeros pasos de la globalización. No me refiero a la zona turística que es obvia la influencia transnacional. Me refiero a subsectores de la agricultura, de la minería, de la pesca además del turístico y otros que están fuertemente vinculados al capital transnacional. Por eso lo que pase en la administración de ciertos municipios y en el congreso local de la entidad no puede ser ajeno a esos intereses transnacionales. En estos casos la militancia pasa a segundo plano. Pueden llegar hasta los comunistas, como se ha visto en China. Los criterios son distintos y el que llegue tendrá que hacer la tarea aunque no le guste. Más bien son cualidades personales las que se valoran. Y quienes están ya enlazados a la burguesía transnacional, desde luego tendrá mayores posibilidades. Sin lugar a dudas que los municipios de Bahía de Banderas, Compostela, San Blas, Santiago Ixc., Tuxpan, Tepic, etc., son municipios estratégicos para las grandes inversiones transnacionales que se avecinan. Y en ellos seguramente el capital transnacional será el gran elector. ¿Cómo le va a hacer? Como le hizo con Enrique Peña Nieto, pero ese es tema para el próximo lunes.
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