Salvador Castañeda O’Connor, referente histórico
Oscar González Bonilla
24 de abril de 2014
Salvador Castañeda O’Connor es sin duda un referente de la historia política de Nayarit, pilar básico del gasconismo que en la entidad nuestra tuvo predominio mucho más de cuatro décadas a partir de los años 60’s, siempre apuntalado por Alejandro Gascón Mercado más destacado entre un grueso grupo de políticos nayaritas, imbuidos de la ideología socialista.
En la actualidad Castañeda O’Connor es un viejo de casi 83 años de edad, por ello quizá intransigente de izquierda, que no abdica al pensamiento comunista. Vive acompañado de su esposa en una casona de la colonia Los Fresnos de Tepic, pero jamás al desamparo de sus hijos.
En mi reciente visita lo encontré rebosante de salud, tiene en demasía tiempo disponible para con los amigos charlar de todos los temas inherentes al ser humano. Goza con el acercamiento, pensará uno que se debe a su avanzada edad, pero no, siempre el humanismo ha sido su característica. Yo jamás olvido aquel abrazo candoroso y beso en la mejilla de amistad comunista que me dio hace años en encuentro casual de la central camionera de Guadalajara.
Ha escrito cinco libros. En uno de ellos, Mis ilustres compañeros de parranda, expresa que “vivir más de 80 años es casi una indecencia; pero tiene sus ventajas”. Llamó mi atención su dicho, fue entonces que pedí lo desglosara cuando en el portal de su casa, al lado del jardín, charlamos en los primeros días de este abril.
“Porque murieron muchos hermanos, amigos y compañeros que los perdí con mucho dolor. Y yo frente a ellos me siento casi un cínico por haber vivido tantos años. Claro que yo disfruto de la vida, quisiera vivir cien años más. Disfruto mucho la relación con los seres humanos, con el pueblo, con nuestro paisaje, nuestra geografía, nuestro México. Por cierto, como todo esto va a la ruina ya no me interesa vivir tanto”.
Salvador vive con menaje y demás cosas estrictamente necesarias, muy en armonía con su ideología comunista. Se me ocurrió entonces preguntar si nació en el seno de una familia acaudalada. No, me respondió. No era rica, pero tampoco pobre, argumentó.
Abogado de profesión por la UNAM desde 1957, Castañeda O’Connor aprendió oratoria y, por consecuencia, se desarrolló en él la manera de comunicar con facilidad de palabra. Brota la expresión para de inmediato hablar de su abuelo don Buenaventura O’Connor, personaje que en Tepic fue bastante bien conocido por su oficio de cantinero.
Junto con el señor Domingo Villaseñor, don Buenaventura fundó la muy famosa cantina Mi Oficina, ubicada por la avenida México, enseguida de la ferretería Pantoja, en Tepic. Tuvo varias, pero la que considera Salvador más importante fue la nombrada El Laberinto, construida en la cima de un cerro camino viejo a Xalisco. “Mi abuelo vendía mucho vino, sobre todo brandis nacionales e importados, pero también tequila y whisky. En esa época los bebedores locales no eran cerveceros”.
La cantina para don Buenaventura O’Connor era un buen negocio, le dejaba bastante dinero. Afirma Salvador que por más cantidades de licor que bebían los clientes no se embriagaban, cree que el aguante provenía de la cantidad abundante de oxigeno en la zona, a pesar de la altitud de la taberna. “Sabido es que la ingesta de alcohol provoca falta de oxigeno, y eso finalmente es lo que te emborracha”.
En la conversación dio paso al origen de su familia paterna. Sostiene que la de su padre, don Gabriel Castañeda Landázuri, era todavía más humilde. Aunque éste siempre se dedicó a la política, “mi padre fue un hombre muy honrado”. Don Gabriel, hijo de un buscador de minas zacatecano, nació en San Luis de Lozada, municipio de Tepic, sitio donde precisamente se asentó su progenitor.
“Mi padre fue un agrarista enfermizo, en cuanta oportunidad tenía, repartía tierras. Ya viejo, siendo delegado agrario en Sinaloa, cargo que le concedió el gobernador Gabriel Leyva Velázquez, amigo entrañable de él, repartió un millón de hectáreas en aquella entidad”. Don Gabriel Castañeda Landázuri es autor de la fundación de casi todos los ejidos del sur de Nayarit durante el gobierno del General Lázaro Cárdenas, de 1934 en adelante.
O’Connor cuenta una anécdota: Siendo su padre líder del Congreso del Estado en su sexta legislatura, compuesta por siete legisladores, ocurrió la decisión histórica de que la minoría de diputados, entre la que se hallaba don Gabriel, desaforó a la mayoría de ellos.
Dejo el relato en su propia voz:
“Sucede que la mayoría de diputados pretendió desconocer como gobernador de Nayarit al General Juventino Espinoza, quien, con el aval del presidente Lázaro Cárdenas, había repartido masivamente la tierra en nuestro Estado.
La Casa Aguirre acostumbrada a cambiar de gobernador cada que se le antojaba, quiso hacer lo mismo con el General Espinoza, entonces sobornó a la mayoría de los diputados.
Sin embargo, la minoría, de tres diputados encabezados por mi padre, que se conservó leal al General Espinoza y al General Cárdenas, se encerró en la Cámara de Diputados, que en aquel entonces se ubicaba por la calle Mina y Veracruz, en una esquina de lo que ahora es Palacio de Gobierno, protegidos por el Ejército no dejaron entrar a nadie y empezaron a desaforar gente. Ya cuando llegaron los diputados de la mayoría (cuatro) estaban desaforados, entonces se procedió a llamar a los suplentes.
“El acto, como en ocasiones anteriores yo he explicado, fue arbitrario, inconstitucional, antidemocrático, lo que tú quieras y mandes, pero los campesinos nayaritas mucho lo agradecieron porque se conservó en el poder el gobernador agrarista, es decir, Juventino Espinoza”.
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