Por el hospital civil de Jalisco
Octavio Camelo Romero
22 de abril de 2014
Llegamos a Guadalajara un día anterior. La travesía fue normal, salvo un desencuentro con un oficial motorizado de la “policía vial” del municipio. Por ese evento supimos que las autoridades municipales y estatales no se la llevan bien con el “Movimiento Ciudadano”. Y es que el PRI estuvo cerca de no ganar la gubernatura en el proceso electoral local del año pasado. Perdió más de 15 municipios entre otros de relevancia internacional como Puerto Vallarta. La fuerza ciudadana del “Movimiento” en Jalisco creció y subió como la espuma de la leche, al calor de los problemas políticos de la entidad. Y en cuanto tal, ha conservado su presencia y vigencia hasta el punto de prácticamente aniquilar a los partidos políticos como el PRD y PT entre otros.
La agenda del día siguiente estaba establecida. Había que estar a más tardar a las 7 de la mañana en el Hospital Civil. Así es que, teníamos que levantarnos antes de las 6 horas para tomar alimentos y alcanzar a llegar a la hora indicada. Prácticamente fue una noche de desvelo. En Guadalajara las 7 de la mañana son todavía sin la luminosidad natural. Da la impresión de estar todavía en la vida nocturna. Sin embargo cuando llegamos al edificio hospitalario nos dimos cuenta de la enorme cantidad de vehículos estacionados por las calles contiguas al Hospital de personas que llevaban la misma ruta de nosotros. No faltaron los especuladores de los escasos estacionamientos del lugar. Por fin caímos en las garras de uno de esos insensibles humanos que aprovechan las necesidades de las personas para despojarlas de sus pertenencias. Estacionado el vehículo había que caminar un poco. De esa manera llegamos a la entrada del centro hospitalario. Vimos dos largas filas, como más de 100 metros de longitud. Mi hijo se acercó a preguntar al guardia de la entrada y vi que le indicó con el dedo índice de la mano derecha el último lugar de una de las filas. Ese era el lugar que nos correspondía. Las dos filas eran de personas de “primera vez” y de otras, que ya tenían su “tarjetón” y estaban citadas. Como llegamos antes de la 7 horas tuvimos que esperar a la “voz de arranque” para caminar. Por fin se escuchó una voz femenina de: “pasen”. Aquel orden de la fila se vio interrumpido por el tropel humano. Era tanta la angustia por asegurar la entrada que la gente de “primera vez” se arremolinó a la entrada. Y es que la necesidad del servicio de salud se traslucía en la inmensa mayoría de los allí formados. Había ancianos, discapacitados, pero sobre todo, se reflejaban las adversas condiciones en que vivían. Personas sin seguridad social, desposeídos, despojados, desempleados, marginados, ambulantes y escasos, muy escasos con el “seguro popular”. Allí supimos que si no se tenía seguro popular se pagaría una cuota de 75 pesos. Y para esos demandantes del servicio tal cantidad representó un reto juntarlos. Desde antes de entrar me convencí de lo importante que es el Hospital Civil para este gente.
Una vez adentro los de “primera vez” fuimos reclasificados en otras filas menores. La primera sería la de los discapacitados y adultos mayores, cosa que me favoreció. Ya formados, aprovechamos para que mi esposa Olegaria también obtuviera su “tarjetón”. La fila de los privilegiados fuimos llevados a las ventanillas A; B; C; para que aportáramos toda la información pertinente, incluyendo el grado de estudio y la religión, como si eso interesara mucho para recuperar la salud. De allí hicimos otra fila para pagar los que no teníamos “Seguro Popular” y nos trasladamos a la “Sala de Espera” a esperar la llamada a través de un potente equipo de sonido. Fuimos requeridos para estar frente a una de las entras numeradas de los edificios, con el propósito de que primero se nos tomaran los signos vitales, el peso y la talla, y posteriormente esperar ser llamados para la atención con un médico general. Una vez consultado, el médico determina la pertinencia de pasarnos con un especialista. Así fue como me pasaron con el “cardiólogo”, no sin antes presentarles el resumen de mi historial clínico de mi cardiólogo. Prácticamente invertimos toda la mañana en este proceso para después volver a la “Sala de Espera” a esperar, de manos de “trabajo social”, la entrega del “tarjetón”, el cual se había convertido en el “trofeo” más preciado de ese “viacrucis”.
Con tarjetón en mano tuvimos que molestar a algunos amigos para que cardiología nos atendiera y se enterara de la premura de la “coronariografía”. En esos trámites nos dimos cuenta que el Hospital Civil no cuenta con el servicio de ese estudio. Sin embargo asumimos la idea positiva del “servicio de salud” para el pueblo, como lo indica el “slogan” hospitalario. Y supusimos que se subrogaría con algún centro hospitalario privado. Por fin fuimos atendidos por el cardiólogo. Le enseñamos lo que llevábamos de los médicos de Tepic pero al parecer no le satisfizo la sugerencia de la “coronariografía”. Tras hacerme algunas preguntas de mis taquicardias y tomarme un “electrocardiograma”, me indica me haga unos estudios menores para formar mi expediente y me cita hasta dentro de 4 meses.
Al siguiente día en el Hospital de la Santísima Trinidad de Guadalajara me doy cuenta que la arteria principal tenía una obstrucción de un 80%. Quizás no hubiera alcanzado a acudir vivo a la cita que el cardiólogo del Hospital Civil de Guadalajara me hiciera para 4 meses después del 15 de abril.
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