Corrupción y contubernio gobierno-particulares
Octavio Camelo Romero
14 de marzo de 2014
Si vamos a reflexionar sobre la corrupción, primero debemos ponernos de acuerdo en su significado y desentrañar sus elementos para de alguna manera visualizar su origen y su retroalimentación. En este sentido por corrupción debemos entender el pago o la gratificación a alguien que por obligación debiera prestar un servicio que no presta.
La corrupción en su expresión más simple es una relación de dos sujetos. Quien presta el servicio y quien lo recibe. El prestador tiene la obligación de otorgarlo, bien porque se pagó por él, bien porque es un servicio gratuito. Pero no lo presta si a cambio no recibe una gratificación. Y quien recibe el servicio da por sentado que hay que gratificar. De allí las propinas en los cafés, en los restaurantes, etc. Por tal motivo la corrupción se nos presenta como un fenómeno social. Da la impresión que se aprehende en el seno familiar desde el momento en que se nos gratifica porque tengamos cierto tipo de conducta. De igual forma la corrupción la vemos también en la escuela. Se nos premia por portarnos de cierta forma o porque hagamos determinadas tareas. La pedagogía conductista se presta para su popularización. Los "reforzadores positivos" como dicen los psicólogos, son propios para corromper. Dar algo a alguien para obtener una conducta deseada en nada se diferencia de dar una mordida al tránsito para que no levante la infracción, o dar una "mordida" al secretario del AMP para agilizar un trámite, o dar un "regalo" al profe para que me pase en el examen, etc. Estos actos corruptos ya se hicieron atributos de la vida pública y social de México.
Al Gobierno o al Sistema Político mexicano estos actos le sirven. Son como el cemento que une los equipos gubernamentales. Como dicen ellos. "no quiero que me den, sino que me ponga donde hay. De lo otro me encargo yo". Sin embargo, corrupción e impunidad son como las dos caras de la misma moneda. Más aún, no puede haber corrupción sin impunidad e impunidad sin corrupción. Los corruptos son impunes y los impunes son corruptos. Y los valores sociales están tan trastocados que le llaman inteligente al corrupto y tonto al honesto. E incluso, no pocos "luchadores sociales" buscan los puestos de elección popular para salir de pobres.
Esos son los valores que el capitalismo mexicano nos ha dado. Y atentar contra esos valores es atentar contra el sistema político. Por corruptas, las Instituciones mexicanas deben necesariamente cambiar. Así como están no le sirven a las actuales formas de desarrollo capitalista, al capitalismo mundial. La trabazón de los intereses internacionales requiere cuentas claras, o sea, transparencia. Sin la corrupción no se tuvieran tantos deudores al fisco y esos más de 200 mil millones de pesos estarían sirviendo para sacar de la pobreza alimentaria a la mitad de los mexicanos que se encuentran en situación de pobreza alimentaria.
Seguramente la corrupción y el contubernio tuvieron algo que ver para que el empresario Carlos Slim Helú tenga la posibilidad de adjudicarse una de las dos nuevas licencias de televisión abierta que pondrá a licitación el gobierno federal, con la cual se convertirá “en un rival con grandes recursos financieros para competir con Televisa en generación de contenidos y en televisión abierta”. Como parte de la reforma de telecomunicaciones, Televisa y Televisión Azteca deben permitir la transmisión de sus señales en los canales de televisión restringida. Y el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) determinó que Televisa y América Móvil, empresa a través de las cuales el grupo económico de Carlos Slim controla la telefonía fija y celular en el país, son agentes económicos preponderantes en sus respectivos mercados. A partir de esa definición, la autoridad reguladora determinó que los agentes dominantes deben, entre otras acciones, compartir su infraestructura con los competidores, además que no podrán contratar en exclusiva eventos de gran audiencia. En fin, esperemos el desenlace.
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