El gobierno de Peña rompió las hermosas tradiciones democráticas de México en materia de política internacional.
La llamada Alianza del Pacifico, compuesta por los gobiernos de Colombia, Chile, Perú y México, a cuya reciente Cumbre acudió el mandatario mexicano celebrada en suelo colombiano, es un proyecto para oponerlo, hoy por hoy, a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), la cual, con gran éxito, acaba de sesionar en La Habana.
Nuestro país, de este modo, asume el triste y nefasto papel de impedir el desarrollo de un estratégico proceso que agrupa a todas las naciones de América Latina y el Caribe, situándose, algo así, como el equivalente al más grande esquirol de la región, pues, se colocó del lado de la obstrucción al más visionario y prometedor proyecto, hoy, convertido en realidad, luego de los sueños que tuvieron personajes de la estatura del libertador Simón Bolívar, para convertir a nuestro subcontinente, en la Patria Grande.
Aunque, hay que decir, que las cuentas no le están resultando del todo bien, a los diseñadores de la geopolítica del imperio.
En pocos días, asumirá la jefatura del Estado chileno, una mujer de pensamiento avanzado, la Presidenta Bachelet, que no será lo mismo que el actual gobernante de corte pinochetista, el mandatario Sebastián Piñera, que ya en corto tiempo dejará de ser Presidente.
Bachelet asumirá la Presidencia de Chile luego de ser apoyada por una amplia alianza de la izquierda y de las fuerzas progresistas y democráticas que están a favor de la integración latinoamericana, como la única fórmula válida para enfrentar las políticas de saqueo, implementadas por el llamado Consenso de Washingtón, que son, justamente, las que guían e inspiran a los cuatro gobiernos que componen la Alianza del Pacifico, donde antidemocráticamente y al margen de las masas de nuestro país, están los representantes actuales del Estado mexicano.
El Consenso de Washingtón en América del Sur ya no tiene nada qué hacer. Sus políticas fueron expulsadas por los pueblos y gobiernos que decidieron no ser ya el patio trasero de los Estados Unidos y, por el contrario, determinaron defender y salvaguardar sus recursos primarios, naturales y humanos.
Triste papel el de estos cuatro presidentes. Hay que subrayar que Bachelet no estuvo en Colombia, más, sin embargo, sí estuvo en La Habana.
Hasta la Organización de Estados Americanos, la OEA, estuvo en la CELAC de La Habana, a través de su Secretario General, igual que la Organización de Naciones Unidas (ONU), representada por su dirigente principal.
Hay una gran distancia entre una y otra cumbre.
En la CELAC se vieron y trataron los intereses genuinos de todos los pueblos de la América Latina y del Caribe, como parte importante del mundo. En la Alianza del Pacifico se trataron los intereses de las trasnacionales y del imperio, virtud a que, los enfoques de sus cuatro mandatarios estuvieron cargados de intervencionismo, oportunismo y antizquierdismo, para atacar la soberanía de las naciones tanto de la América del Sur, como de la zona del Caribe, favoreciendo, con ello, no podía ser de otra manera, los planes del gobierno norteamericano frente y ante nuestra región.
La columna vertebral de lo planteado en la estrategia de la Alianza del Pacifico es, justamente, lo que el gobierno de Peña está ejecutando ya en México, que es, ni más ni menos, privatizar los recursos energéticos, incluyendo los ricos mantos acuíferos existentes en el territorio de los cuatro países que conforman el autoritario y antidemocrático proyecto, el cual, nada tiene que ver con el interés nacional y social de nuestras naciones y pueblos.
Esta es la parte, donde subyace la aventura y derrota de la Alianza del Pacifico. Las políticas privatizadoras no tienen futuro, están tronando en todas partes del mundo, son un tremendo fracaso, ya que, chocan con los intereses sociales y populares.
La estrategia yanqui en la parte comercial respecto a la Alianza del Pacifico es contraponerla al Mercosur, integrado por Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Venezuela, con Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador y Perú en su carácter de Países Asociados, teniendo a Nueva Zelanda y México, como Países Observadores.
Sin embargo, la parte estratégica central de la Alianza del Pacifico, cuyo proyecto fue diseñado en la Casa Blanca, es en el orden ideológico.
La Alianza del Pacifico es un esquema geopolítico de Estados Unidos para oponerlo radicalmente a los gobiernos democráticos, progresistas, populares y de tendencia hacia la izquierda, de Brasil, Argentina, Uruguay, Bolivia, Venezuela y Ecuador.
Más, hay que sostener: la izquierda llegó a la América Latina para quedarse. Se demostró en la Cumbre de la CELAC celebrada recientemente en La Habana. Hace décadas atrás, era imposible ver y escuchar el escenario y las voces a favor de nuestros pueblos, que observamos y oímos, y hasta disfrutamos, en la Cumbre llevada a cabo en Cuba.
Es decir, si la política es correlación de fuerzas, ésta, la correlación de fuerzas, está del lado de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños y, definitivamente, no le favorece a la Alianza del Pacifico.
Por eso, triste papel el de México; vergonzoso y aventurado el papel de Peña Nieto en la Alianza del Pacifico.
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