Tepic, Nayarit, miércoles 12 de marzo de 2025

Huellas que siguen haciendo camino

Carlos Rodríguez

12 de Marzo de 2025

-PRIMERA PARTE-

El pasado 3 de marzo celebramos el Nonagésimo tercer (93)

aniversario del nacimiento de Alejandro Gascón Mercado. Voy a

referirme a hechos y circunstancias que tuve el privilegio de vivirlas al

lado de este ilustre y grandioso mexicano. Las narraciones no

aparecen en forma cronológica ni en orden de importancia. Los

hechos, situaciones y eventos corresponden en su mayoría al

período de mi colaboración personal con Alejandro, que fue de los

años de 1980 a 1985. Es sólo un intento, de pretender hacer unas

pinceladas de su ideario, preocupaciones sociales, lucha y militancia

políticas y sus enormes aportaciones a la democracia mexicana, y

sin pretender caer en banalidades, me referiré sustancialmente a

hechos o situaciones de la convivencia diaria, que por supuesto

comprenden lo político y lo ideológico.

En el mes de septiembre del año 1980 me encontraba en la ciudad de

México dispuesto a partir a Nicaragua, para participar en la campaña

de alfabetización que el gobierno Sandinista había puesto en marcha,

pues meses antes habían derrotado con las armas al nefasto sistema

político encabezado por el dictador Somoza. Así que me pareció

indicado ir a despedirme de los dirigentes nacionales de nuestro

Partido “Del Pueblo Mexicano”. Llegué a sus oficinas enclavadas en

las esquinas de Nogal y Álzate de la Colonia Santa María la Ribera,

allí saludé a los presentes, me desearon un feliz viaje y éxitos en la

campaña en la que pronto había de participar; sólo uno de ellos me

pidió que me quedara hasta el final de su reunión, para platicar más a

detalle sobre mi visita a Nicaragua, él fue Alejandro Gascón Mercado.

Una vez que concluyó esta reunión de los dirigentes del Partido del

Pueblo Mexicano, Alejandro inició conmigo una larga conversación,

donde cada quien externaba sus puntos de vista, yo obstinado en

querer ir a la tierra de Sandino y Alejandro convenciéndome de que

me quedara a realizar tareas de carácter nacional para nuestro

partido, finalmente, Alejandro tuvo razón con los siguientes argumentos:

Los sandinistas, al estar ya en el poder, podían realizar esa campaña

sin la participación de voluntarios extranjeros.

Alejandro un año antes, en 1979, había sido electo Diputado Federal

por una Coalición de Partidos de Izquierda para integrar la Ll

Legislatura, en unidad con importantes personajes de diversas

filiaciones políticas, que estaban realizando conjuntamente trabajos de

organización nacional, con la idea de crear un nuevo Partido Político.

En concreto Alejandro me solicito que fuera su Secretario Particular e

incorporarme en ese peregrinar por todo el país. Acepté la invitación

porque resultaba una atractiva oferta desde el punto de vista político e

ideológico, y porque además no era sencillo decirle que no a

Alejandro. Con anterioridad había participado junto a él como regidor

del histórico XXVI Ayuntamiento de Tepic, ganado por el Partido

Popular Socialista en el año de 1972. Alejandro me conocía bien

porque en ese tiempo yo era el Secretario General de la Sociedad de

Alumnos de la Escuela Normal urbana de Tepic y cuando egresamos

en el año de1973 nuestra generación llevó el nombre de ”Heroico

pueblo de Vietnam” y seleccionamos como padrino al Dr. Salvador

Allende, entonces Presidente Constitucional de la República de

Chile. Por otra parte, Alejandro fue de los más entusiastas participantes

para crear el Ejido Salvador Allende en el cual yo también estuve

involucrado, asentamiento de compañeros indígenas ubicado en el

Municipio de Tepic.

Pero primero tenía que pasar una prueba de manejo. Ese día fuimos a

la ciudad de Xalapa, Veracruz, Alejandro había sido invitado a un evento

por el Ingeniero Heberto Castillo, de regreso a la capital del país me

solicitó que manejara el vehículo en la carretera por Veracruz y Puebla

me recomendó que condujera a 10 kilómetros por hora en las rectas y

a 5 en las curvas, es decir con mucha precaución; de momento pasé

la prueba, pero todavía tuve que cumplir con tres requisitos: uno que

no padeciera de alguna enfermedad contagiosa especialmente en los

pies, pues compartiría con Alejandro los espacios de su pequeño 

departamento de la Calle Celaya en la Colonia Condesa de la Ciudad

de México, por fortuna aprobé el primer requisito sin ningún problema.

Segundo me daba de plazo una semana para saber desplazarme en

su vehículo por los lugares a los que acudía en calidad de dirigente

del PPM o de Diputado Federal en la propia ciudad de México, este

segundo requisito logré cumplirlo gracias al apoyo que me brindó

Arturo Delgadillo “El Chilingas”, quien se desempeñaba como

colaborador de Alejandro. Arturo, su compañera Chayo y tres

pequeños hijos vivían en las propias instalaciones del partido.

El tercero fue que no tendría horario para el trabajo, ni días de

descanso, ni vacaciones y que el partido sólo me podía pagar la mitad

de lo que ganaba como Profesor de Primaria, este requisito, de igual

forma lo acepté. Así que inicié una etapa al lado de Alejandro como

Diputado Federal y fui testigo de la intensa vida parlamentaria que

desarrolló, ya que no había asunto importante para la nación en la que

Alejandro no participara con sus argumentos contundentes.

Viajes frecuentes por todo el territorio nacional cumpliendo tareas de

organización partidaria pues Alejandro y la dirigencia del PPM,

siempre estuvieron convencidos de desaparecer políticamente para

dar lugar al nacimiento de una organización que fuera capaz de

aglutinar a la mayor cantidad de las fuerzas de izquierda, así fue como

se contribuyó a la formación del Partido Socialista Unificado de

México. El PPM y quienes militábamos en él, entregamos sin regateos

todo nuestro patrimonio ideológico y material a esa naciente

organización pues Alejandro y especialmente el grupo de dirigentes

nayaritas, sabían que una de las condiciones para seguir avanzando

era la unidad de las fuerzas de izquierda. Lo aprendimos de las

elecciones fraudulentas de 1975, en esa ocasión luchamos solos

contra todo el aparato gubernamental.

Finalmente, a mediados el año de 1985, Alejandro creyó prudente que

dejara de ser su secretario particular, porque consideraba que ya no era 

necesario que siguiera desarrollando esa actividad, y me invitaba a

reincorporarme a mi profesión de Maestro. Con el interés de

apoyarme, solicitó una audiencia con el Gobernador de Nayarit, Emilio

M. González, un viejo conocido de Alejandro y le solicitó una plaza de

profesor para mí, el Gobernador estuvo de acuerdo dijo que si pero

nunca resolvió. Por esa razón Alejandro siempre evitaba hablar con él,

decía que era un pillo de siete suelas.

En esos cinco años mi actividad principal como su secretario

particular, se centraba en llevar su agenda de trabajo, transportarlo en

la ciudad de México y a lo largo del territorio nacional, lo mismo que

hacer gestiones a su nombre en dependencias públicas o embajadas

de diversos países y representarlo en eventos; había cosas menos

importantes que también realizaba, como por ejemplo la limpieza del

departamento, el inmueble se lo prestaba uno de sus hermanos, era

pequeño tenía solamente una recámara, sala cocina y un baño, a mí

me tocaba dormir en un cómodo sillón de la sala. Así mismo, cuando

estábamos en la Ciudad de México, mi responsabilidad era llevar a

lavar y planchar su ropa, cocinar el desayuno, por cierto, le gustaba

bastante un guisado que le preparaba a base de pollo y salsa de

jitomate, y cuidaba de que la camioneta apodada “La Shaika“ estuviera

en perfectas condiciones para viajar, estaba acondicionada con una

mesa de trabajo, camas, cocineta y un baño, fue donada por los

compañeros del estado de Jalisco. En ella viajábamos regularmente

César Navarro, Luis Javier Valero, Sergio Almaguer, Alejandro y yo, y

ocasionalmente otros dirigentes del partido, como Ramón Barbosa de

Luis Moya Zacatecas quien durante un período compartió la

responsabilidad de conducir La Shaika.

Cuando permanecíamos en la Ciudad de México, yo aprovechaba

para muy temprano echar la cáscara de futbol, en el Parque México,

allí acudían personas que jugaban a buen nivel, inclusive algunos

ex profesionales. Por el contrario, a Alejandro no le agradaba este deporte. 

Con dificultad una vez accedió a la petición que le hicimos su equipo cercano 

de colaboradores para ir al estadio de Ciudad Universitaria a presenciar un 

encuentro de Pumas contra América.

Pumas con Hugo Sánchez y Cabinho y América con Reinoso y Borja.

Transcurrido el encuentro Alejandro fue mojado de su ropa por un

líquido que arrojan los fanáticos, al mismo tiempo que anuncian: “va el

agua de riñón”. Esa fue la última ocasión que Alejandro asistió a un

estadio. Molesto nos reclamó que porqué lo habíamos llevado con esa

bola de salvajes.

CONTINUARÁ

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