55 años de la Universidad Autónoma de Nayarit
Lourdes Pacheco
22 de Agosto de 2024
Pensaba que un Ingeniero Pesquero podía aplicar los estudios, los conocimientos, para multiplicar la riqueza de los esteros
Julián Gascón Mercado. 1985
No pretendo hacer loas acríticas a la Universidad Autónoma de Nayarit (UAN) en el aniversario 55. Tampoco me sumo a las diatribas fáciles con que se sataniza a las autoridades por el funcionamiento de la Universidad, sobre todo, por la falta de pago oportuno de la primera quincena de agosto.
Lo que pretendo es una reflexión que pueda contribuir al momento contemporáneo con la finalidad de circular ideas sobre la institución de educación superior más importante del Estado de Nayarit. En primer lugar, diré que la UAN ha tenido una evolución desde su fundación, como universidad de estado, hasta una institución autónoma; lo que ha significado: a) diseñar una estructura específica para impartir educación media superior, superior y de posgrado, realizar investigaciones científicas y crear cultura; además de difundirla y realizar extensión social, b) diseñar órganos de gobierno autorregulatorios, capaces de mantener la estabilidad al interior de la UAN, c) realizar cambios de autoridades dentro de la legalidad, lo que da soporte institucional.
En segundo lugar, diré que la UAN es una institución que depende financieramente de los recursos públicos, lo que significa que no hay, ni podrá haber, autonomía financiera; esto último es una característica de las universidades privadas que son empresas en el rubro de la educación. Por ello, son las políticas de asignación de recursos las que determinan montos, periodos y alcances de las finanzas hacia las universidades públicas autónomas. Las políticas de financiamiento a las Instituciones de Educación Superior (IES), dependen de una complejidad de factores, entre ellos, la importancia que se asigna a la universidad pública en cada sexenio; el apoyo o no a grupos políticos de facto al interior de cada IES. Además, de lo que cada grupo gobernante, en los diversos sexenios, pretende que las universidades ejecuten parte de sus metas de gobierno, dentro de la lógica del dinero: “el que paga, manda”.Porque las políticas de financiamiento tienen rostro. No son decisiones que se toman de manera abstracta por lógicas abstractas o algoritmos. Se trata de personas con sus propias ideas de lo que debe ser una universidad determinada. Los recursos públicos, entonces, se utilizan para castigar o para premiar. Porque en nuestro sistema de gobierno los gobernantes se crean la ilusión de que ellos “otorgan favores” a las instituciones universitarias, cuando lo que realizan es un uso discrecional de los recursos públicos.
Es cierto que las universidades han sido utilizadas como botín por diversos grupos, pero ello ha sido parte de las complicidades entre las estructuras del sistema político y las de la propia universidad. La mayoría de quienes formamos parte de las comunidades académicas somos ajenos a tales prácticas.
En tercer lugar, el destino del financiamiento está determinado por cuestiones internas a la propia universidad: 1) las necesidades básicas de la institución como pago de nómina y de servicios como luz eléctrica y servicios de agua; 2) la creación de infraestructura, la habilitación del profesorado y los asuntos que deben ser atendidos: por la institución, jerarquizado en cada periodo rectoral: reforma a la educación media superior, renovación de la planta académica, impulso al posgrado, profesionalización del funcionariado, formación en medio ambiente, construcción de igualdad, creación de bibliotecas, responsabilidad social, etc.
Un aspecto crucial son los compromisos que la UAN, como institución, ha creado con organismos externos como el Instituto Mexicano del Seguro Social, la Comisión Federal de Electricidad, el Sistema de Administración Tributaria, etc., y también, con organizaciones internas, como los sindicatos o el personal jubilado. Problemática que comparte con otras instituciones, como los ayuntamientos.
Ahora bien, en términos de pagos, la UAN, como otras instituciones, atiende lo urgente, no siempre lo necesario. Y sabemos que lo urgente es el pago de nómina. Así que se tienen que garantizar los recursos suficientes para que, quincena tras quincena ese pago esté asegurado. Con ello, se construye normalidad; una normalidad que se convierte en condición de posibilidad para que todas las metas y compromisos de la UAN se fragüen. En caso de incumplimiento de pago, se inician movimientos que pueden terminar en una crisis aguda de la institución, lo que no ha ocurrido en los últimos tiempos, puesto que las organizaciones internas sindicales contribuyen a que ello no suceda; junto con un desánimo de trabajadores, vinculado a la falta de formación sindical, la carencia de liderazgos y, sobre todo, a una desvalorización de la fuerza de trabajo relacionado con la amenaza de despidos, cierre de la institución, etc., que atraviesa la fragilidad del trabajo en esta segunda década del siglo XXI.
La UAN no se puede analizar por partes ya que se trata de un organismo complejo, donde las diversas estructuras están interrelacionadas. Así, la reforma académica no pudo llevarse a cabo si no se emprendía una reforma política basada en la renovación del funcionariado, la observancia de la legalidad, el abandono de prácticas depredatorias, la eliminación de liderazgos tradicionales -que, como dije, fueron funcionales al sistema político-. Como muestra están los grupos y líderes que monopolizaron los cargos de representación al interior de la UAN, ocuparon diputaciones, fueron candidatos a cargos públicos, etc.
Hoy la UAN cumple 55 años, es el tiempo de regresar al origen mismo de la universidad: generar conocimiento para construir una sociedad justa; generar conocimiento pertinente para el contexto. El Dr. Julián Gascón Mercado lo expresaba diciendo que esperaba que la universidad creara “una variedad Tuxpan de tabaco” (Entrevista en Convergencia, no. 3, revista de la UAN, enero-junio 1985), Pero ni la sociedad es la misma de hace 55 años ni el conocimiento se construye de la misma manera. Lo que sí permanece es la necesidad de construir conocimiento situado con esos mismos campesinos, que seguramente ya no buscarán una variedad Tuxpan para seguir siendo productores exitosos de la costa, pero sí nuevas técnicas y formas de agrupación que les puedan proporcionar novedosas formas de producción a fin de enfrentarse a las nuevas desigualdades e injusticias, que esas sí, no desaparecen: se transforman y agudizan.
La universidad debe generar conocimiento de alto rigor científico en permanente diálogo y colaboración con saberes de grupos sociales, de pueblos nativos, de mujeres sabias, de poblaciones en movilidad; reconocer los múltiples lugares donde se generan conocimientos para la vida. Lejos de auspiciar conocimiento para la ganancia, se trata de generar conocimiento para contribuir a mitigar y erradicar las desigualdades, las violencias, promover el acceso a derechos y contribuir a resolver problemas contemporáneos y, como dice el Dr. Julián Gascón Mercado “aplicar los estudios, los conocimientos para multiplicar la riqueza de los esteros” y así encaminarnos a una sociedad que procure la vida digna de la colectividad.
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