Crítica a los economistas críticos

La opinión de ciertos “científicos sociales” latinoamericanos entre los cuales se encuentran connotados mexicanos e investigadores de la UNAM, el IPN, la Universidad Metropolitana, etc., permea en los movimientos “revolucionarios” y en el “reformismo pequeño burgués” muchas veces abanderado por los llamados “grupos de izquierda”. Por eso es relevante volver una y otra vez al esclarecimiento científico de las categorías de la “economía política” y a la develación ideológica de los errores teóricos.

En el acto conmemorativo del 76 aniversario de la fundación de la Comisión Federal de Electricidad el presidente de los mexicanos Enrique Peña Nieto fue contundente: el país está ante la “oportunidad y exigencia de transformar el sector eléctrico y es momento de romper inercias, quitar trabas, ser audaces y atrevernos a acelerar nuestro desarrollo” desde luego que dentro del capitalismo mundial. En esa perspectiva pretende privatizar PEMEX. Es un llamado a la adecuación del país a los intereses del capitalismo mundial. Con la mundialización del capital muchas de las categorías de la economía política adquieren dimensiones distintas a las tradicionales y los países capitalistas del planeta necesariamente se adecuarán a ellas. Esa nueva dimensionalidad parece “invisible” para estos teóricos críticos. Lo peor del asunto es que en lugar de ir hacia adelante, hacia la sociedad del futuro, su teoría y la salida a las contradicciones conduce hacia atrás, hacia el pasado. Por eso no se le puede considerar a esta crítica como revolucionaria, más bien es una crítica retardataria.

Nosotros no podemos olvidar la dominación planetaria del capitalismo. Por eso surge como una necesidad objetiva la desaparición de las barreras nacionales para el libre tránsito del capital y de las mercancías producidas en el entramado de países del mundo. Y de allí emerge la otra necesidad objetiva de la igualación de la materia jurídica de tales países y de la subordinación de los Estados Nacionales a un Estado Supranacional.

Estas exigencias se ven con mayor claridad conforme pasa el tiempo. Observamos con más frecuencia la intervención de los organismos internacionales en los asuntos internos de los países, así como la supeditación de los gobiernos nacionales a los requerimientos de las instancias supranacionales. Y no puede ser de otra manera. El capital domina al mundo, sus intereses son los mismos en todos los rincones del planeta. Tal situación reclama la estandarización de conductas, de métodos productivos, de habilidades laborales, etc. Y sobre todo exige la unificación de la Ley, de las políticas públicas y la subordinación de todos a sus intereses.

Los críticos no comprenden la nueva realidad porque no entienden a la “globalización” como “dominación mundial” del capital. Se encuentran atrapados en las condiciones del capitalismo del siglo pasado, cuando la dominación del capital se distribuía por regiones y por países. En esas condiciones eran inevitables las guerras regionales y mundiales. Y hablar de Europa o de Japón significaba lejanía. Hoy se encuentran Europa, Japón, China, etc., “a la vuelta de la esquina”, tanto en su forma de mercancía como de capital. Pero lo más sorprendente para muchos es su entramado. Hoy en el capital de las grandes empresas ha surgido la mundialización, esto es, la coparticipación de capitales provenientes de todo el mundo. Precisamente por eso sostenemos la tesis de la inexistencia de las condiciones para una guerra mundial. La muestra la tuvimos con las crisis de Corea del Norte y de Siria.

Estas son las condiciones por las cuales los bancos, las monedas nacionales, las políticas económicas, las tasas de interés, etc., dejan de ser asunto interno del país en cuestión para pasar a ser, cuestiones subordinadas al capitalismo mundial y a sus instancias supranacionales. En relación a la confusión del capital financiero frente al capital productivo, en este espacio lo volveremos a tratar más adelante.