¡Sólo exigimos justicia!
Oscar González Bonilla
28 de Mayo de 2024
Don Gregorio Luna Carrillo descansaba en la tranquilidad de su hogar en la colonia Magisterial de Tepic, mirando en televisión uno de sus programas favoritos, después de soportar a sus 84 años de edad la dura faena de ir caminando a sitios de concurrencia social para, como trovador solitario, ganarse el sustento de cada día.
De repente se sintió mal, su cuerpo preso de frío, las consecuencias de la diabetes hacían estragos. Don Goyo con dificultades para caminar, sintió necesidad de ir al baño. Regresó, sólo para morir en silencio, quedó como si durmiera. Seguro víctima de un paro cardíaco.
“A nosotros nos dijeron que como que le dio una descompensación de azúcar”, dice María Guadalupe Medina Luna, nieta de Don Goyo, misma a la que ese día llamaron por teléfono para darle a conocer la gravedad del añoso músico. “Dejé todo tirado y me fui a ver a mi abuelo, cuando llegué ya había fallecido”, expresa triste al contener las lágrimas.
Ante lo inevitable, Guadalupe narra que acudió al dirigente del sindicato de filarmónicos –tan sólo sabe que se llama Valente- y éste negó apoyo económico a la familia para sufragar gastos de los funerales. Por ello solicitaron los servicios del DIF a fin de cuando menos en su casa realizar velatorio digno a Don Goyo, guitarrista de los buenos, y darle cristiana sepultura en el panteón Jardín, pero en un terreno rentado, “cuando se pudo haber pagado un pedazo de tierra para mi abuelo”.
Hubo insistencia de Guadalupe y la madre de ésta, Doña Concha, hija de Don Goyo, ante Valente, el dirigente sindical, quien reiteró su negativa al apoyo económico para los gastos funerarios. Todavía amenazante dijo que en su sindicato ni el gobierno interviene, así es que háganle como quieran. Las mujeres regresaron con el corazón destrozado, llorando de impotencia y coraje; Doña Concha, también diabética, tal vez por herencia, días duró con dolor de estómago.
Madre e hija se dedican a la venta de camarón por la calle Veracruz, entre Victoria y Bravo en Tepic, por consecuencia su situación económica no es boyante. Guadalupe explica que el tal Valente, secretario general de un sindicato al margen de la CTM, argumentó su negativa en la falta de recibos de pago de dos defunciones, antes de la de Don Goyo. Es decir, este último en vida dejó de pagar en total 140 pesos. De allí se aferró el dirigente, que despacha en un local de la calle Zacatecas entre Zaragoza y Bravo, para no entregar, según Guadalupe, algo así como 20 mil pesos.
La nieta hizo saber que el susodicho dirigente sindical debe poseer talonario de los recibos de las cuotas, ya que asegura que Don Goyo religiosamente pagaba, desde hace muchos años, su respectiva contribución como miembro del sindicato, por tanto, sus familiares tienen derecho al pago de gastos funerarios. Muy molesta, Guadalupe expone que es arbitrario e inmoral que se niegue la retribución estatutaria tan sólo por la dizque falta del pago de 140 pesos, lo cual está en duda, no se verifica porque los familiares no saben dónde Don Goyo guardó los recibos, mientras que el tal Valente no les muestra documentación al respecto, alevosa actuación que pone en entredicho la honestidad en el manejo de los dineros de los agremiados al sindicato.
Guadalupe dijo al sedicente dirigente sindical como último recurso: Sé decirle que hay justicia divina. No me venga con amenazas, fue la respuesta, tras manifestar con soberbia que el gobierno nada podrá hacerles. “Nosotros buscamos justicia, porque es justo que mi abuelo tenga un lugar donde descansar, que sea de nuestra propiedad para construirle su sepulcro como Dios manda”.
La declarante se considera la nieta consentida, “a lo mejor la más querida de todas, porque a mí me tuvo en un lugar muy especial”, razón al estrecho contacto que tuvo con Don Goyo, le hacía de comer, estuvo cerca de él cuando enfermaba, pero además le abastecía de medicamentos, incluso le compró un refrigerador.
Cuando pregunto qué recuerdo tiene de su abuelo, paradoja la contestación: “Era una persona que le gustaba que la gente fuera justa, era una persona que no se callaba las cosas, le gustaba hablar y decirle a uno lo que hacía mal, aparte una persona que exigía lo mejor en su trabajo. A pesar de su avanzada edad él se mantenía, yo le daba cariño y algunas cosas más cuando venía conmigo”.
Aparte de la denuncia pública, Guadalupe Medina Luna no descarta presentar demanda judicial”. (septiembre de 2012)
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