Amafiados periodistas y delincuentes para extorsionar
Oscar González Bonilla
21 de Enero de 2024
Toda vez que en rueda de prensa el Fiscal General de Nayarit, Petronilo Díaz-Ponce Medrano, dio a conocer el encarcelamiento de tres implicados en el homicidio a balazos de Alejandro Márquez, director de Orión Informativo (página web), y enseguida en la audiencia de juicio oral o de formulación de imputaciones, han sido publicadas por reporteros especialistas en la materia diversas versiones sobre el móvil del crimen, a cual más de disparatadas y hasta inverosímiles.
Derivado de aseveraciones de testigos a la hora de declarar ante el juez de la causa sobre imputaciones, un reportero especialista en el título de la información, enviada ésta a medios alternativos de amplia divulgación colectiva nacional, afirma que el móvil del asesinato a balazos de Alejandro Márquez “Wama” fue la extorsión. Considero que este método desde siempre se ha utilizado en Nayarit, pero en la actualidad aplicado con mayor rigor por pseudoperiodistas o simuladores.
Explica el reportero detalles de un video subido a redes sociales (Facebook) en donde se describen pormenores de sucesivos actos de corrupción en Tránsito del Estado con participación directa de los tres hoy encarcelados, acción que molestó sobremanera al supuesto autor material del crimen Santos Román Sánchez, mucho más cuando para frenar la difusión a Alejandro Márquez había entregado 30 mil pesos. De allí que con balazos en la nuca terminó con su vida.
La amenaza de difamación pública para obtener algún provecho no es nuevo, ha sucedido de manera continuada en la historia del periodismo. Pero hoy en verdad causa azoro que el crimen organizado haya infiltrado la actividad periodística a través de comunicadores, prestos a congraciarse con sus cómplices por medio del producto de la consabida extorsión.
Ello tiene sus manifestaciones iniciales -supongo es el principio del ilícito en el país- en Tijuana, Baja California, según asienta Ricardo Ravelo, en una de sus últimas entregas a Sin Embargo, página web de mucho prestigio periodístico. El articulista expone:
“Autoridades mexicanas y estadunidenses integran un voluminoso expediente criminal que implica a una banda de pseudoperiodistas dedicados a la extorsión de políticos, empresarios y funcionarios públicos y que entre sus antecedentes delictivos figuran sus presuntos nexos con el cártel de Tijuana, según consta en las indagaciones.
“Esta amplia red delincuencial, cuyos integrantes se presentan como comunicadores y presumen relaciones con periodistas de medios de comunicación reconocidos –utilizan sus nombres como punta de lanza para amenazar a sus víctimas si no pagan sumas cuantiosas para no publicar información comprometedora— opera en Tijuana, Baja California, presuntamente al amparo de las autoridades locales”.
Ricardo Ravelo da a saber una lista de banda del crimen organizado que actuaba en connivencia con periodistas, cuya identidad de estos últimos también revela. Luego explica:
“Tenían una lista de al menos un millón de correos electrónicos, quienes a su vez reenviaban la información a sus respectivos contactos y las notas aparecían en twitter y las réplicas eran casi infinitas. Así doblaban cualquier resistencia a pagar la suma exigida.
“Vía telefónica les decían a sus víctimas que “venía lo más duro si no cooperaban”, que iban a publicar información –y mencionaban algunos datos ciertos– sobre sus familias y con otro antecedente puntilloso y filoso arremetían para que pagara una suma y así cesara la campaña. El expediente de este caso señala que las extorsiones no bajaban de 100 mil dólares, dependiendo del nivel económico de cada personaje.
“El grupo tenía una buena división del trabajo: unos se dedicaban a elaborar los videos, otros realizaban las investigaciones, edición de textos y su lanzamiento en portales y redes. Después de algunas horas, el cabecilla de la banda diseñaba la estrategia para el cobro”.
Esta peculiaridad de extorsión en complicidad entre crimen organizado y seudocomunicadores, para mí, es reciente. Jamás de los jamases había sabido que existiera. Se me tachará de ingenuo, pero con esa sinceridad lo digo. Sólo deseo que una alianza criminal de tal naturaleza, por ninguna circunstancia, ocurra en Nayarit.
Ricardo Ravelo finaliza su artículo con esta sentencia:
“Esto, dicen, es una modalidad del crimen organizado que usurpó el oficio periodístico para delinquir”.
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