Tepic, Nayarit, sábado 23 de noviembre de 2024

Apuntes para la arquitectura histórica de Nayarit

Raúl A. Méndez Lugo

13 de Enero de 2024

ENCICLOPEDIA DE MÉXICO, VERSIÓN 2004

ANTROP. RAÚL A. MÉNDEZ LUGOCOMPILADOR

(Segunda y última parte)

Santa Teresa Nayarit es el pueblo cora más septentrional. En esa lengua se dice Quemalusi o Quaymarosi, uno de los cinco hombres míticos que vivieron en la sierra del Nayar. En enero de 1722, el jesuita Antonio Arias estableció en ese lugar una población con gente de las rancherías del cacique Domingo de Luna. En enero de 1724 los indígenas se sublevaron, mataron a De Luna y quemaron el templo que quizá provisionalmente se había levantado. Los jesuitas atendieron esta misión hasta 1767, cuando fueron expulsados, y tal vez en ese lapso construyeron el edificio que aún queda, aunque en estado ruinoso. El templo es de piedra sillar y también el retablo, de dos cuerpos y tres calles con columnillas muy delgadas y seis nichos ahora vacíos; un águila bicéfala remata la calle central y abundan los bajorrelieves fitomorfos en las jambas y arcos de los nichos. Esta muestra debe agregarse a los retablos de cantera del Carmen de San Luis Potosí y de San Pablo en México. En 1550 fray Francisco Lorenzo, acompañado de fray 
Miguel de Estivales, fundó en Ahuacatlán un convento, una pobre iglesia y una escuela de primeras letras. Esta primitiva obra sólo servía, según afirma Tello, “para tener recurso y comodidad de salir de ahí a otras conversiones”. En 1551 fue nombrado guardián fray Diego de Pinto, quien edificó el convento en la forma que lo conoció Tello: “bien obrado, y la iglesia muy buena, con cinco altares que todos tienen retablos de ensamblaje, esculturas y pincel. En esta sacristía hay muchos y muy buenos ornamentos y todo lo necesario para el culto divino”. A fines del siglo todavía administraban la parroquia los franciscanos. Es probable que éstos la hayan abandonado, o que fuera secularizada a raíz de la Independencia, pues en un censo de 1829 figura como párroco el presbítero José Marcos Espinosa. El templo conserva la fachada rematada por una espadaña de cuatro campaniles. Dos columnas de fuste liso y capitel casi corintio, que sirven de asiento a dos macetones, escoltan la sencilla portada, sobre la cual se abre la ventana del coro; y encima de ésta, un nicho con doble guardamalleta como base alberga una escultura de San Francisco. Tiene además dos torrecillas, una a cada lado de la espadaña, tal vez agregadas posteriormente. El interior es de una sola nave cuya bóveda es reciente, pues en 1938 estaba sin techo, según fray Luis del Refugio Palacio. El templo que se utilizaba era el frontero, o sea el del antiguo hospital; pero el conventual fue reparado. Al parecer data del siglo XVII. Algunas de las calles de la ciudad están emportaladas y quedan buenos ejemplares de casas de los siglos XVIII y XIX.

Ixtlán del Río fue originalmente visita del convento franciscano de Jala, hasta 1723 en que se elevó a vicaría. El 24 de marzo de 1800 se le convirtió en parroquia. Por esa época la población tenía 531 vecinos españoles, a más de los indígenas y de las castas; y contaba con cinco trapiches o molinos de caña de azúcar. El actual templo debió construirse cuando se erigió la vicaría, pues su planta en cruz latina y su cúpula con tambor, que abraza la nave y el crucero, corresponden al siglo XVIII. De 1801 a 1804 fue cura párroco el doctor Francisco Severo Maldonado, quien renovó los techos, construyó el coro y decoró el interior del templo. Tal vez de esa época sean los altares neoclásicos que aún se conservan. De 1811 a 1813 el cura interino Ramón Castellanos o Castillón fabricó la sacristía y la longeta de la puerta del templo y mandó derribar el muro perimetral del cementerio, que estaba, como era usual, en el atrio. A mediados del siglo XIX el cura Mariano Ramos compuso el curato y la sacristía y cambió el bautisterio a una pieza que mandó construir como antesacristía. La fachada del templo es lisa y está rematada por una vigorosa moldura que termina en roleos en ambos extremos. La portada presenta un vano de entrada con arco de medio punto, escoltado por pilastras adosadas; en las enjutas hay relieves con motivos vegetales; y el friso del entablamento lo ocupa una moldura bulbosa. Este primer cuerpo, en sobrio estilo barroco, recuerda al del siglo XVII. La ventana del coro va enmarcada por una moldura escarolada y el conjunto culmina en un nicho rocallesco (sobre una guardamalleta, rodeado de ráfagas) que aloja una escultura de la Inmaculada Concepción. La torre, pesada y con un remate en forma de campana, copiado de la catedral de México, se construyó a raíz de que la original, de planta octagonal y un pináculo de ocho caras, fue destruida por el temblor del 3 de junio de 1932.

Santa María del Oro debe acaso su nombre a los “tres realitos de Minas” que estuvieron en esa zona. Se sabe que a fines del siglo XVIII sus habitantes y los de Tequepexpan explotaban la brea y el alquitrán de sus bosques, que luego llevaban a San Blas para la carena de barcos. De esa época debe datar la construcción del templo, cuya fachada tuvo contrafuertes que recordaban a los queretanos de Santa Rosa, mutilados en años recientes. La puerta de acceso tiene arco casi conopial; la ventana del coro está entre dos nichos vacíos y sobre ella se encuentra, en una venera semihexagonal, una escultura de La Asunción. Dos remates de origen herreriano flanquean este nicho, encima del cual unos angelillos portan una corona. El conjunto está presidido por un Padre Eterno. El interior conserva sus altares neoclásicos. (E.N.R.).


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