"El Cristal Mágico”
Rocío Alegría Treviño (Cielo)
17 de Julio de 2023
Era una tarde lluviosa, las nubes se arremolinaban y desplazaban velozmente por el cielo arrastradas por el viento, había ráfagas tan fuertes que parecía que el viento sacaría a los árboles de sus raíces, los pajarillos asustados se agrupaban en las marquesinas de las casas y de las iglesias, pues el viento amenazaba llevárselos, había unos niños en el parque de esa aldea, que habían salido a jugar la pelota; más la tormenta se les vino encima, sin poder llegar a sus casas.
Buscaron refugio en los árboles, pero éstos se ladeaban con el viento y los rayos brillaban intensamente con un estruendoso ruido y caían en algunos de ellos, los chiquillos asustados corrieron y llegaron al pequeño Kiosco de la Plaza, que, aunque tenía techo por todos lados se metía el agua, pues no tenía paredes a los lados, pero al menos en ratos, cuando el viento cambiaba de dirección, no les entraba agua.
Decidieron esperar que pasara la tormenta, estaban muy asustados porque no paraba de llover y los relámpagos y truenos hacía que se cubrieran la cabeza con sus manos. ¡Era Horrible! Parecía que el mundo se fuera a caer sobre ellos, jamás habían visto una tormenta así, tenían mucho miedo y solo deseaban que terminara para poder irse.
Estaban todos hechos bolita, juntos, atemorizados, cuando vieron subir al kiosco un pequeño niño, que, igual que ellos busca refugio, lo curioso es que en esa aldea todos se conocían y ese niño, era un total desconocido para ellos. Le preguntaron a coro ¿Quién eres? ¿Y dónde vives? . . . . El niño pequeño, solo les sonrió y buscó un lugar seco, se sentó a esperar que dejara de llover.
Todos sorprendidos de que no les contestara, se molestaron, y decidieron ir hasta su lugar a reclamarle su actitud. Lo hicieron y al llegar junto al niño, éste estaba profundamente dormido, sus manitas regordetas las tenía sobre su regazo y en sus labios asomaba una sonrisa. Al verlo así los niños decidieron dejarlo en paz, después de todo nada les había hecho, aunque era extraño, pues nadie lo conocía. Mientras la lluvia se desataba cada vez más fuerte, los árboles comenzaron a caer, las corrientes de agua cada vez eran más fuertes y era imposible caminar en la calle, los papás de los niños se preocupaban al ver la tormenta y la imposibilidad de salir a buscarlos, pues ni con los caballos podían, las corrientes los arrastrarían, temían pues por ellos, sólo se los encomendaban a Dios.
Las mujeres se cubrían las cabezas con sus rebozos, pues decían que el cabello atrae a los rayos, por la energía que se tiene en ellos, así que con la cabeza cubierta se sentían protegidas. Llegaba el viento azotando puertas y ventanas, las cerraban y las volvía a abrir; era una tormenta extraña como nunca había sucedido antes, un vendaval se les venía encima y no sabían que hacer, los gallineros estaban inundados, las caballerizas; abrazados los niños decidieron despertar al pequeño quien dormía plácidamente, ya todo empapado.
No cesaba de llover y los relámpagos anunciaban la estruendosa caída de los rayos, que, al iluminar el cielo, se cubrían los ojos asustados. ¿Qué iban a hacer? La lluvia no terminaba, al contrario, a cada momento tomaba más fuerza., como queriendo acabar con todo. Despertaron al niño y con cariño viendo que era muy pequeño le dijeron que si él no estaba asustado. Les dijo que no, que de dónde él venía así era.
¿Cómo? . . . ¿Siempre llueve así de feo dónde vives? Si... Contestó el pequeño, yo vivo detrás de las nubes; ¿Y dónde queda eso? El pequeño, se rascó la cabecita y sólo les señaló con su dedito, hacia el cielo. ¿Pero cómo podemos ir ahí si está la lluvia tan fuerte?
El pequeño, metió la mano en la bolsa de su pantalón y sacó un hermoso cristal, el cual brillaba de una manera muy hermosa, del centro de él salían diferentes rayos de colores, mezclándose así todos dando lugar a un bello arco iris. ¿Y qué vamos a hacer con eso? Dijeron los niños. Sólo denme su mano, tocaremos con la punta de los dedos el cristal mágico y verán lo que sucede.
Así lo hicieron, con las puntitas apenas alcanzaron todos a tocarlo, porque dijo: El que no toque el cristal, no podrá transportarse. Todos abrazados, tocando el Cristal Mágico con sus dedos y atravesaron el techo del kiosco, salieron envueltos en una nube de colores que los llevó a través de esa horrible tormenta sin que se mojaran y sin que les pasara nada, estaban sorprendidos, ascendían rápidamente a través de espesas nubes cargadas de agua, al llegar arriba, hasta muy arriba, había una especie de plataforma, o sea como una nueva tierra, descendieron lentamente y el niño echó a correr, ellos detrás, pero se entretenían por ver todo a su alrededor, había árboles, pájaros hermosos, y lo que más les llamó la atención, es que vieron dos soles hermosos que brillaban con su divina luz dorada, se quedaron atónitos, no podían creer lo que veían; siguieron caminando y encontraron árboles cargados de frutas, se dispusieron a cortar de las que querían, se sentaron debajo de ellos y comieron de todo, había manzanas,
naranjas, limas, duraznos, guayabas, ciruelas, cerezas, en fin todo tipo de frutas inimaginables, pero pareciera que nadie las comiera.
Anduvieron buscando al pequeño, que corrió y corrió dejándolos atrás, en su loca carrera dejando a los niños, éstos no sabían dónde estaba, escucharon ruidos como de olas, el viento que les llegaba tenía un aroma de sal y arena. Pensaron ¿Habrá Mar? Y corrieron guiados por el ruido y vieron un mar hermoso, con el agua transparente, las olas reventaban sobre unas rocas enormes, se veían hermosos pececillos nadando en las orillas, encantados, se quitaron la ropa y se metieron al agua.
Platicaban, que todo esto se los contarían a sus padres, que era otra tierra, igual de hermosa, pero recordaron la tormenta y les dio miedo, no sabían de sus papás. ¿Estarían bien? ¿Los andarían buscando? Les preocupaba su bienestar: además no sabían cómo regresar, pero estaban fascinados con las bellezas de esa tierra, los hermosos soles, lo que les extrañaba es que no habían visto a ninguna persona, sólo al niño y los había abandonado.
¿Ahora cómo regresarían a casa? Pisaban y era tierra firme, más sabían que bajo esa tierra o plataforma o lo que fuera, estaba su mundo, lleno de agua y truenos en esos momentos.
Salieron de bañarse y se tiraron en la playa, cansados y con tantas sorpresas se quedaron dormidos. Al despertar se encontraban en unas cuevas muy bien arregladas, sobre unos camastros hechos con metales extraños y cobijas térmicas; pues comenzaba a sentirse el frío, los soles ya se habían ocultado y a diferencia de la tierra, ahí no había luna ni estrellas; qué raro decían, al salir, había unos pebeteros encendidos por todo el camino, que daba hasta una especie de pérgola, estaban reunidos muchos seres parecidos al pequeño, sólo que ellos no habían notado sus rasgos por lo nublado, era de color muy blanco, casi como del papel, tenía las orejas puntiagudas, el cabello blanco también y largo, pero lo traía recogido en una pequeña cola, los adultos eran muy altos y delgados, igual de blancos y con su pelo muy largo, en el centro de la pérgola, estaba un Gran Cristal, parecido al del niño, brillaba intensamente y lo tenían sobre una base metálica.
Al sentir la presencia de los niños, todos callaron y esperaron que su Máximo Jefe hiciera algo. Este se levantó de una hermosa silla de metal o aluminio, muy brillante, todos guardaron silencio, el pequeño que los llevaba estaba a su lado, era su hijo; los niños al verlo, corrieron hasta él, diciéndole que los ayudara a volver a sus casas.
El niño no dijo nada, solo apretó la mano de su padre. Los niños le rogaban. Calma. . . Calma. . . Les dijo el Jefe Máximo, Todo se arreglará. Pero antes deben escuchar lo que les diga con atención. Mi hijo desobedeció y bajó a la tierra, por ello será castigado, eso es algo que me duele mucho, pero así son nuestras leyes, nadie debe enterarse de nuestra presencia aquí, nosotros venimos de las Pléyades, establecimos nuestro mundo sobre el de ustedes del que solo nos separa un velo sutil, que ustedes no perciben.
Nuestra intención es solo la de ayudar, pero debemos hacerlo sin que seres malignos entorpezcan nuestro trabajo, querrán venir hasta acá, se desataría una guerra horrible, porque siempre piensan que queremos el poder, la gente piensa que tener el poder es lo mejor. Esto no es cierto, lo que nos hace mejore y superiores, es ser humildes, amorosos, generosos, que todos seamos iguales y en su mundo hay mucha injusticia, mucha gente con hambre. Eso no debe ser así. Nuestro Creador, nos hizo para ser felices, sólo que, en la tierra, los poderosos oprimen al débil y venimos a ayudarlos.
Ellos no comprendían del todo el mensaje, pues no eran muy grandes, pero con mensajes, les hacían entender, que la comida era para todos, que a nadie debía de faltarle nada y que, en la tierra, pocos tenían y muchos carecían de todo.
Y que, si querían regresar, tendrían que callar y no decir nada de lo que habían visto. Uno de ellos, el mayorcito les dijo. . .. ¿Y qué pasará con su hijo? No queremos que lo castiguen, él nos trajo porque abajo llueve horriblemente.
Lo sabemos, dijo el Jefe Máximo, de hecho, nosotros provocamos ese vendaval o tormenta como se llame, algunos no sobrevivirán y los que lo hagan, deben cambiar sus hábitos, aprender a ser humildes, bondadosos, respetuosos, ayudar a los demás y sobre todo, deben enseñarse a amar. El amor es la Ley Universal, la que rige a todos los seres del universo. Siempre vivimos basados en el amor.
Y dice el pequeño. . .. Entonces si se basan en el amor, acaso ¿No pueden perdonar a su hijo por habernos ayudado?
Sorprendidos de la lección recibida, el Jefe Máximo. . . Le contesta. . . Tienes razón hijo, ¿Ves cómo todos aprendemos algo? Y abrazando a su hijo. Le dio un bello Cristal para que lo entregara a sus amigos.
Con este cristal y ya saben el mayor lo agarra fuertemente, los demás, deben tocarlo, aunque sea con la puntita de sus dedos, así bajarán a la tierra y no teman, la lluvia terminó, nosotros les hablaremos y vigilaremos a través de este Cristal Mágico, recuerden no deben hablar a nadie de lo que sucedió, de otra forma tendremos que irnos y no podremos ayudarlos más.
Ellos aceptaron callar, el mayor guardaría el cristal y cuando ellos les ordenaran se reunirían y comunicarían, además les habían encomendado algunas cosas para beneficio de su tierra. Abrazados y tomando el cristal en sus manos, descendieron a través de las nubes llegando a la tierra, vieron un hermoso arco iris y a sus padres que los andaban buscando.
Y colorín colorado, este cuento se ha terminado.
Comentarios