Tepic, Nayarit, viernes 29 de marzo de 2024

Fotografías

Lourdes C. Pacheco Ladrón de Guevara

05 de agosto de 2013

Surges amarga, pensativa,

profunda tal un mar amurallado;

reposas como imagen hecha hielo

en el cristal que te aprisiona

y te adivino en duelo,

sostenida bajo un mortal cansancio

o bajo un sueño en sombra, congelada.

Eres como una imagen sin espejo

flotando prisionera de ti misma,

crecida en las tinieblas de una interminable noche,

y te deslíes en suspiros, en humedad y lágrimas

y en un soñar ternuras y silencio.

 
Alí Chumacero. “Diálogo con un retrato”
 

La vida está llena de fotografías. Lo que antes era privilegio de los nobles de quedar inmortalizados en una pintura, hoy está al alcance de quien tenga un dispositivo que le permita capturar cualquier instante en todo lugar. Pero, si para ver la inmortalidad de reyes y emperadores se tiene que acudir a museos, el acceso a las fotografías de todos está al alcance de un click.
 
Ello me hace preguntarme sobre la necesidad de mostrarnos a cada momento ante los otros donde se pueden atisbar a los momentos inusuales de los autores de fotos, de descubrirnos lo vouyeristas que somos.
 
Porque la fotografía contemporánea, la que pasa por Facebook y otras redes interneteales es una necesidad de decir aquí estuve, pisé este camino, comí en este restaurant, vi la noche estrellada. A semejanza de los letreros dejados en la penca del nopal, en la piedra del camino “Aquí estuvo Fulano de tal” o encerrar dos nombres en un corazón, la fotografía muestra esta necesidad de huella.
 
Ya no hay singularidad del suceso fotografiado porque lo fotografiado pasa como un río. La fotografía de hoy sustituye a la de ayer y a su vez, será sustituida por la de mañana. Más fotografías se unen a la vorágine destinadas a vivir sólo el instante efímero en que alguien las contemplará y después las relegará a la esquina del olvido.
 
La fotografía contemporánea tampoco capta el gesto histórico, sino que construye el devenir. Están en un espacio cronológico pero escapan a él para insertarse en un tiempo más allá del presente. Aunque parezca que las fotografías pasan rápidamente en los circuitos electrónicos, exigen siempre algo de nosotros: nuestra atención para meternos a esos gestos de las fotografías que parecen mostrarnos la fugacidad de los instantes en su permanente pasar.
 
Tampoco son fotografías mudas como las que vemos en los álbumes de familia, cuando la abuela debe explicarnos la vida de los muertos que nos ven desde el papel envejecido. Ahora son fotografías que hablan, ahí están los letreros para decirnos “Abrazando a mi perro”, o los comentarios de “Te ves hermosa” a través de lo cual las fotografías dialogan con miradas amables o distantes.
 
Las fotografías tienen su propia leyenda de “Mira lo que era” o “Ya no es así” porque toda fotografía revela un suceso que ya pasó, el tiempo congelado prisionero de sí mismo. Ninguna mirada, ni cien ni diez mil miradas podrán devolver ese transcurrir.
 
Las fotografías son historias contadas, son parte de la forma de asirnos al mundo haciendo copias de él. No son la realidad pero parece. Al menos, vamos dejando esas huellas de las esperanzas que tuvimos, convertidas ahora en recuerdos.
 
Quizá exorcizamos nuestros miedos de ser sólo esa imagen.

[1] Socióloga. Investigadora de la Universidad Autónoma de Nayarit [email protected]

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