Un cuento de poder
Juan José Gómez Santos
05 de agosto de 2013
COMENZAREMOS por el clásico “había una vez”. Era un alcalde, de equis lugar, que se pavoneaba como reyezuelo, seguro de que había sido electo por una mayoría que estaba harta de los políticos de siempre, y su actitud arrogante la sustentaba en la frase: “Yo no soy político”, no obstante que cobraba su cheque de la política.
Este funcionario, pese a no ser político, como él repetía en cada foro público, al asumir el cargo, lo primero que hizo fue rodearse de su club de Tobi, conformado por sus cuates de la infancia y juventud, la mayoría de ellos ninis, hijos de papi, o como dijo un candidato presidencial: pirrurris.
Pero no todos sus colaboradores eran ninis, pues a la fiesta se habían colado algunos prietitos y prietitas en el arroz. Mientras éstos manejaban la administración municipal, como si fuera nuevo juguete de papá, los colados, carentes de pedigrí, se consideraban los sabelotodo, ninguneando a los popis y murmurándole al oído al alcalde que decía no ser político.
Gracias a estos colaboradores ajenos al club de Tobi, aquel alcalde, pródigo en impulsos, banalidades e ignorancia supina, legó a la comunidad lo más valioso en cultura popular: anécdotas, chismes y chascarrillos.
El político, que no era político, para no variar de los que sí eran, solía pasearse en su clásica suburban de funcionario de poder. Y en esa extensión de propiedad, de cuatro imponentes ejes, hacía de su vida privada lo inimaginable; él, junto con alguno que otro colaborador ajeno al club de Tobi, disfrutaban cachitos de gloria y uno que otro besito.
Pero, como todo se acaba, porque no hay plazo que no se cumpla, llegó el momento en que aquel alcalde tuvo que entregar cuentas. Y es cuando empezaron los temblores, pues el sucesor no provenía de la misma senda.
Hoy en día, la comunidad es más rica en anécdotas y chistoretes, los ninis siguieron siendo ninis, el alcalde que no era político anda rumiando su desgracia, y los colaboradores que le murmuraban al oído exhiben sus derruidas etiquetas de pantalón, tan derruidas como su propia amargura.
PUNTO Y RAYA
Pensiones en bancarrota Nos comenta un atento lector, trabajador de gobierno del estado, que está pasando por una emergencia familiar y, debido a ello, hace unos días tuvo que acudir a Pensiones, a retirar un recurso que le pertenece. Cuál va siendo su sorpresa, cuando le informaron que no podía disponer de tal dinero, simplemente porque no hay. Él preguntó que en cuánto tiempo podía hacer una nueva solicitud, a lo que le informaron que lo intente en septiembre, pero no es seguro. Preguntamos: ¿En qué rancho estará ese dinero?
Se le hace bolas el engrudo a Mario Según el científico de la UNAM, Luis Mochán, al gobierno colimense habría invertido en un aparato detector molecular, para localizar drogas, armas y explosivos. Sin embargo, este científico informa que ese aparato no sirve para eso; en otras palabras, se trata de un fraude, pues lo que sí detecta son mentiras. Mientras Mario Anguiano dice que ese aparato “ha funcionado con éxito”, el creador del mismo ya está preso, en el Reino Unido, por haber vendido varios de éstos a gobiernos ingenuos. ¡Hasta la próxima!
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