La invención que abolió el paraíso
Salvador Mancillas
29 de Mayo de 2023
Las presas y el mundo urbano
Como muchos artefactos humanos, todas las presas construidas desde que las inventó el hombre, hace unos cinco o seis mil años, en el Neolítico, han ocasionado alteraciones ambientales irreversibles. Zonas antes fértiles, como los valles del Nilo, el Indo y Mesopotamia —donde según la Biblia se ubicaba el Paraíso—, hoy poseen suelos áridos o desérticos, lo que ha implicado la modificación o inclusive la desaparición de especies animales y vegetales.
Sin embargo, el poder de alteración ecológica de las antiguas y bíblicas construcciones hidráulicas, no se compara con el de los mega-proyectos promovidos desde hace más de sesenta años, mediante la política desarrollista de factura estadounidense, adoptada como política oficial por organizaciones internacionales, como el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y otras instituciones económicas y comerciales.
Las consecuencias negativas han sido, entre otras, el desplazamiento territorial de grandes grupos humanos, —principalmente etnias o comunidades marginadas—; el deterioro ambiental y, por supuesto, la depauperación de quienes habitan en las zonas cercanas a las cuencas hidrológicas.
En la construcción de la Churchil Falls, en Canadá, por ejemplo, las víctimas directas fueron los Inuit, “severamente afectados por las cinco mil hectáreas inundadas por el embalse de la presa”, según cuenta Rigoberto Zepeda Loera, Doctor en Urbanismo y profesor de la Universidad Autónoma de Nayarit.
Como resultado de ello, prosigue el investigador, los nativos “perdieron sus territorios de caza, rutas de tránsito, medios de subsistencia” y hasta “el cementerio Inuit”, cuyo simbolismo era, desde luego, vital para estos grupos humanos.
Algo semejante ocurrió con el proyecto Tennesse Valley Authority, sistema de presas construido a costa del desplazamiento de las comunidades de negros, cuando la discriminación racial en Estados Unidos estaba en pleno apogeo, en los años cuarenta. Este proyecto fue el precursor, por cierto, de la política desarrollista antes aludida, que promovió en los cinco continentes obras de esa envergadura, según afirma el Doctor Carlos Rea, también profesor e investigador de la Universidad Autónoma de Nayarit.
Los datos que aporta, por su parte, el Doctor Zepeda Loera son apabullantes. Donde quiera que se han construido presas hay algún tipo de desastre e, inclusive, hasta tragedias: el proyecto de las “Tres Gargantas” sobre el Río Yangtzé, en China, ha desplazado hasta el momento dos millones de personas; las presas construidas en Filipinas han afectado de seis a siete millones de aborígenes; en tanto, en la India, entre catorce y 40 millones de tribus adivasis o dalits han sido desplazados tan sólo para construir los caminos de acceso a las construcciones.
El caso más extremo se registró en Guatemala, con la Presa Chixoy, donde lo único que respetó el gobierno fue el nombre maya, puesto que asesinó con frialdad a 400 indígenas de esta etnia madre, de acuerdo a un plan de exterminio para asegurar la realización de la citada obra.
En México las autoridades no han sido tan radicales, pero sí han sido nefastas por su proclividad a la mentira, al engaño y a la demagogia. Sin ir más lejos, a casi veinte años de la inauguración de la Presa de Aguamilpa, las 154 familias desplazadas, en su mayoría wixaritaris (huicholes), no han sido recompensadas por la “cesión voluntaria” de sus tierras. Conocida la concepción sacra de su geografía, a los wixaritaris no sólo se les despojó de medios de subsistencia materiales, sino de un espacio de alto valor cultural y religioso, lo que da una idea de la inconmensurabilidad de los daños, del atentado a la dignidad de esta etnia. Es como confiscar la basílica de Guadalupe, destruirla con todo e imágenes, sólo para poner en su lugar algo tan inútil como un casino que sólo da ganancias a los empresarios.
Sin embargo, la presa de Aguamilpa y el gran sistema hidráulico en que se haya inserto, junto con la de El Cajón y la Yesca, no sólo ha afectado a los habitantes aledaños, pues de acuerdo a las últimas investigaciones, tiende a cambiar peligrosamente la biodiversidad de los ecosistemas de una vasta parte del territorio de Nayarit, advierte el doctor Carlos Rea. Pero apenas se evalúan los efectos y ya el gobierno impulsa, de manera acrítica, la presa de Las Cruces.
“El intercambio de flujo caudal entre el mar y los ríos, se ha alterado a tal grado que ha aumentado la salinidad, en detrimento de la fertilidad de las tierras, cosa que ya han notado también sus propietarios, río abajo del Santiago”, informa el investigador, quien añade: “la retención del flujo en las represas, impide, a su vez, la distribución normal de los sedimentos que sirven para nutrir los terrenos, lo que elimina la posibilidad de su rehabilitación natural”.
Otro hecho alarmante es la desecación gradual de las marismas, lo que a largo plazo puede terminar con una ocupación tradicional, que todavía conserva mercado nacional e internacional, como lo es la captura de camarón de estero.
Aunque la importancia del asunto es vital, el tema no ha sido tocado con seriedad por los candidatos de la actual contienda electoral. Los únicos han sido Nayar Mayorquín, candidato a senador, y el aspirante a diputado por el primer distrito, el también académico y doctor en economía Francisco Javier Castellón Fonseca, quien advierte sobre los peligros del discurso desarrollista, el cual, “por su unilateralidad, es decir, por tomar en cuenta sólo los intereses gubernamentales y de las empresas generadoras de energía, suelen poseer un talante autoritario e impositivo”.
Tiene razón Javier Castellón, declara el doctor Carlos Rea. “Hay que sustituir el discurso desarrollista y liberal por un discurso de conciencia global, —por aquel que desde hace varias décadas insta al aprovechamiento de los recursos naturales, pero de una manera tal que garantice, de forma segura y eficiente, el desarrollo social y económico de las comunidades, así como la preservación de las condiciones ambientales”, solicita. Y remata: “defender nuestro ambiente y nuestros recursos naturales, es defender al planeta entero”.
Texto recomendado:
Zepeda Loera, Rigoberto, “El impacto de las grandes presas en el Estado de Nayarit”, Tesis de Doctorado, UNAM 2012.
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