Fernando Campos Dorado, el escultor de la historia nayarita
Oscar González Bonilla
25 de julio de 2013
Fernando Campos Dorado nació en Mezquitic, Jalisco, tierna su infancia fue traído por sus padres Pedro Campos Campos y Vicenta Dorado del Real a San Juan Peyotán, municipio Del Nayar, para jamás dejar de ser nayarita. Nostálgico dice siguieron al abuelo Felícito Campos Talavera por pueblos serranos hasta dar con su paradero, hombre anciano que vino a Nayarit pero no regresó a su tierra.
En San Juan Peyotán Fernando permaneció cuatro años, ahí fue donde cumplió siete de edad para enseguida venir a radicar a Tepic. Se siente tepiqueño hasta las cachas. Aquí cursó la primaria en la escuela “José Martí”, ubicada en calle Monterrey y Victoria. Luego pasó a la secundaria “Esteban Baca Calderón” y en automático hizo estudios en la Normal Urbana.
Con regocijo expresa que el director de la Baca Calderón era el profesor Trini Alcántar, mientras la Normal dirigía el profesor Enrique Hernández Zavalza, quienes alrededor integraron un equipo de maestros de excelencia. Inspirado en ello, el escultor Campos Dorado tuvo la original idea de crear el Parque de los Maestros en espacio de área verde frente al edificio de la secundaria federal dos, en Tepic. Con la colocación de busto y placa alusiva rinde homenaje al mentor prodigo en enseñanzas, y alaba a Dios le haya permitido proporcionar ese homenaje. Ha sobrevivido a dos infartos cardiacos.
Fernando Campos DoradoLuego entonces Campos Dorado explica sus andanzas en la ciudad de México al término de estudios de Normal con el firme ideal de adquirir conocimientos sobre escultura. “Dos meses estuve en La Esmeralda, me enfadé y me fui a talleres de escultura, ya grande” (de edad). En retrospectiva afirma que desde muy chico nació en él la inquietud de ser escultor, “no sabía que era un arte”. Tendría como seis años de edad cuando observó después terminada la creciente del arroyo que pasaba por San Juan Peyotán, dejaba lodo, “muy durito, así sabroso”, con el cual, como si fuera plastilina, hacía monitos y caballitos.
También en la sierra aprendió de muchachos de mayor edad que él, cómo las bostas de vaca ya reseca era utilizada de combustible para incendiar botellas de vidrio. Juntaban cantidad de excremento para cubrir totalmente las botellas, cual si fuera estopa prendían fuego y al siguiente día acudían al sitio y encontraban diversas figuras caprichosas de vidrio, producto de la alta temperatura. Ese mismo procedimiento realizó Fernando con los monitos y caballitos del barro de aquellos lodos. Después los encontraba cocidos de color rojizo, lo cual, dice, le llamaba poderosamente la atención.
Hace más de cincuenta años, cuando él tenía dieciséis de edad, inició a trabajar en la Marmolería Peña del señor Manuel Peña en ese tiempo ubicada en la colonia Emiliano Zapata, en Tepic, donde considera Campos Dorado está su fundamento del aprendizaje como escultor. Conoció la destreza de hacer figuras humanas con moldes que iban a embellecer tumbas del panteón, claro con su debido retoque. Dice que a él lo ponían a trabajar en lo más difícil: tallar piedra y granito. Sin embargo, técnicamente “aprendí muchas cosas”. Con base en esos conocimientos, como ayudante colaboró a esculpir la figura de la Hermana Agua, la segunda, aclara. La realizó escultor de marmolería de cuyo nombre no fue posible recordar, éste nada sabía de arte, pero las figuras estaban bien hechas. El maestro marmolero le enseñó muchas cosas referentes a la escultura. Fueron aprendizajes iniciales.
Pido abunde sobre la original escultura de la Hermana Agua, objeto de versión popular. “La primera, muy bonita, preciosa, estaba colocada en el espacio que hoy es el Teatro del Pueblo. Por la noche, los muchachos vagos se subían y le ponían brasier y chones, amanecía vestida”. Presupone que hace 52 años ello era un escándalo en un pueblo tan chico como Tepic. Sostiene que en una de esas muchas acciones de los muchachos vagos, la escultura se vino abajo y se hizo pedazos.
Fue el gobernador Francisco García Montero (1957-1963), según versión de Campos Dorado, quien ordenó se hiciera otra. Esta segunda escultura de la Hermana Agua se realizó en la Marmolería Peña, precisamente donde el entrevistado era aprendiz. Fehacientemente sostiene que se construyó con base en un vaciado de marmolina con cemento, “una figura muy bonita, muy bien hecha”. Durante la construcción del Teatro del Pueblo destruyeron la fuente donde estaba la figura desnuda, cabello hasta el hombro, ligeramente inclinada y con las manos unidas como si fuera a tomar agua. “En el momento que la quisieron quitar, también se quebró al caer. La Hermana Agua no se la llevaron, los pedazos quedaron por ahí”. Con ello Fernando Campos Dorado echa por tierra la versión popular de que la escultura fue a adornar los amplios patios de la casa en Ensenada, Baja California Sur, del ex gobernador de Nayarit, Rogelio Flores Curiel.
La tercera Hermana Agua, ubicada en la glorieta frente a La Loma e inicio del paseo de La Cruz, fue hecha por el escultor guanajuatense Juan Estrada. “Los comentarios dicen que la hizo “El Piro” (Sigfrido de la Torre Miramontes), pero no es cierto. Digo, yo conozco a “El Piro” hace mucho tiempo y nunca he sabido de sus facultades de escultor. Le gusta y hace algunas cosas, si las hace, pero esa la hizo ese muchacho de Guanajuato”.
Maestro de la escuela primaria de Pochotitán, en zona serrana del municipio de Tepic, Fernando Campos Dorado decide trasladarse a la ciudad de México los fines de semana por interés de incrementar sus conocimientos en el arte de la escultura. De la capital nayarita salía los viernes, la mañana del sábado llegaba al taller de un amigo escultor, al día siguiente se iba a la Casa del Lago, donde tenía un caballete de pintor que temía perder por inasistencia. Aprendió la técnica del color, estuvo en Bellas Artes de Tepic y aquí se tituló con el maestro Antonio Carrillo López. Fundir metal lo aprendió en Guadalajara. “Me he forjado solo, porque me les he pegado a los maestros que considero algo les puedo aprender”.
En la capital tapatía afirma que también le aprendió mucho al reconocido maestro Julio Estrada Mendoza, a quien conoció por medio del gobernador de Nayarit, Rogelio Flores Curiel (1976-1981), quien se lo presentó. Flores Curiel había convenido con Julio Estrada realizar la estatua de Esteban Baca Calderón, que actualmente se encuentra en el paseo de La Loma de la capital nayarita. El interés del gobernador era que Campos Dorado supervisara los trabajos de escultura, pues los sábados por la mañana junto con Flores Curiel lo trasladaban a Guadalajara en la avioneta del Ejecutivo, y regresaba el domingo. Más que checar que hiciera bien la escultura, Fernando confiesa que más bien iba a aprender del reconocido escultor.
Por su cuenta, Fernando continuó yendo los fines de semana al taller de Julio Estrada a invitación de éste para hacer el modelado y tallado de las figuras. “Me iba a ayudarle sábados y domingos, y también a él le aprendí muchísimo. Siempre así, a la pegona”. Aun sin embargo, sostiene que el escultor de arte es muy egoísta, difícilmente revela secretos. Él descubrió algunos, otros menos se los dijeron. Recuerda que en la ciudad de México en el taller del maestro escultor Braulio dijo éste a sus ayudantes que apoyaran a Fernando en su propósito de aprender a fundir. Pero antes de hacer los preparativos para fundir en el horno, lo enviaban por las “ballenas” (cerveza), cuando regresaba ya tenían todo el material listo para entrar a fundición. Ante ello, al maestro anunció su retirada porque no le enseñaban nada, sólo lo tenían de mandadero.
Campos Dorado calcula que en ese tiempo tenía veintiséis años de edad, y que en esa época ya hacía cosas en Tepic, “yo tengo esculturas de hace cuarenta y cinco años”. La primera escultura la hizo en honor a Víctor Montaño, nombre de la escuela primaria donde trabajaba en Pochotitán, lo recuerda como pueblo olvidado, sin ley, lleno de malditos, muchos de sus habitantes cargaban pistola fajada al cinto. Por tanto, nadie sabía quién era el personaje que la escuela llevaba su nombre. Asegura que él investigó y supo que Víctor Montaño llegó a Pochotitán procedente de Sinaloa, de donde era oriundo. Defendió la causa de los ejidatarios, pero lo asesinaron los esbirros de la Casa Aguirre. “Los soldados lo hicieron prisionero en una banca frente a catedral en Tepic y enseguida lo colgaron en una higuera del puente camino viejo a Puga (frente al hoy edificio de la Prepa 13). Al cuerpo añadieron una bolsa llena de tierra y un letrero que decía: quieres tu tierra, aquí la tienes”.
Luego de haber armado la biografía de Víctor Montaño, nació la inspiración en Campos Dorado y con base en una fotografía que de él consiguió por allí, se puso a darle forma al busto ante la presencia de la gente. El monumento colocado en la escuela fue inaugurado por el presidente municipal de Tepic, José de Jesús Hernández Guillén, ante el entusiasmo del pueblo y gran fiesta. “Entonces, mi primera obra de escultura está en Pochotitán”. El ejemplo de trabajo dado a la gente le sirvió a Fernando para organizar a los habitantes en la introducción de empedrado de la calle principal, la plazuela central y frente al edificio escolar. Para ello contó con el respaldo del alcalde Pepe Hernández Guillén.
Luego vinieron la construcción de la carretera y la introducción de luz eléctrica. Por efecto del trabajo comunitario como profesor trabó amistad con el gobernador Roberto Gómez Reyes y, por consecuencia con la esposa de éste, Flavia Flores, quien, sostiene, lo sacó de Pochotitán para llevárselo comisionado al INPI de Nayarit (Instituto Nacional de Protección a la Infancia, hoy DIF estatal). “Ya en Tepic tuve más tiempo y libertad para aprender y hacer cosas”.
Su segundo trabajo fue el monumento al maestro Rafael Ramírez, artífice de la escuela rural mexicana, después vino muchísima obra más, “tengo Lázaro Cárdenas, Leona Vicario, Emiliano Zapata y una cantidad enorme, producto de 24 años de trabajo en taller. Soy maestro jubilado y siempre tengo que hacer”. El último de sus trabajos es el busto a Chucho Ruiz colocado en el Parque de los Maestros el quince de mayo de 2012, ocho días antes inauguró el monumento a la religiosa ixtlense María Inés Arias, ubicado en el atrio del templo de Ixtlán del Río.
Ninguna de sus obras considera más importante que la otra. “Hasta la figura de una mano es importante”. Realiza la escultura y trata que la siguiente sea mejor que la anterior, “las hago y me gusta como quedan, doy gracias a Dios que técnicamente logro la escultura, y a obtener en bronce el parecido al personaje he dedicado trabajo y esfuerzo”. Tiene obra en plazas públicas, avenidas, ejidos y rancherías, entre otros muchos espacios de todo Nayarit. La obra de mayor volumen hasta la fecha realizada, Campos Dorado asegura es el Cristo revivido del cerro de La Cruz, al norte de la capital nayarita. Es de doce metros de altura, mientras que la cruz tiene veintiún metros. Le sigue el Ángel de la Independencia de la avenida Insurgentes al oriente de Tepic, enseguida la figura de cinco metros de altura del marakame huichol de la colonia Zitacua, también en Tepic, mientras que otra de sus obras monumentales referente al Rey Nayar, se encuentra en la comunidad indígena Mesa del Nayar, municipio Del Nayar. Con regocijo dice tener obra en Querétaro, Baja California Sur, San Luis Potosí, Estados Unidos, España y muchas partes más, por tanto considera que su trabajo tiene exposición diaria por todo el mundo, es admirado por cuanta persona pasa cerca de su obra.
De entrada acepta que el trabajo de escultor le deja dinero para vivir bien, pero enseguida reflexiona: “No te da mucho porque los materiales son muy caros, y luego el tiempo cuesta mucho, al artista lo que más le cuesta es el tiempo”. Justamente expone le acaban de pedir hacer una maqueta de Francisco Villa y su cabalgadura, la que tardará en elaborar cuando menos un mes, mientras que en la figura ecuestre completa alrededor de seis meses. El tiempo del trabajo invertido en la maqueta, no se lo pagan. Aunque vive al día, esa situación no le preocupa porque recibe su pensión de jubilado, además algo le cae para irla pasando, pero el arte de la escultura “no te da para hacerte rico”.
Fernando Campos Dorado dice ser el creador del proyecto de muralización de la Universidad Autónoma de Nayarit (UAN), y no sólo eso, sino que su idea cundió por todo el país. Recuerda que al inicio de la década de los ochenta acudió por invitación a Taxco, Guerrero, donde se realizó reunión nacional de jefes de departamento de cultura de la Secretaría de Educación Pública, él lo era en Nayarit. Cada uno recibió copia del proyecto, mismo que ya había puesto en práctica el escultor y pintor en las escuelas primarias de Nayarit. Pintura efímera, la llamó originalmente. “Fue un exitazo, porque en todo el país se pintó mural. A cualquier parte de México que vayas, encuentras murales en las bardas de las escuelas, producto del proyecto que presenté en Taxco”.
Pero también en nuestra entidad tuvo auge. El propio Campos Dorado confirma que pintó cincuenta y ocho murales en Nayarit. Para el efecto se coordinó con los maestros de cuarto, quinto y sexto grados de primaria para seleccionar alumnos con facultades para la pintura. Dirigió brigadas de cuatro, cinco y hasta diez muchachos que aplicaban sus conocimientos bajo la estricta supervisión del maestro Fernando. “La virtud de este proyecto, es que la gente cuando participa en algo, lo cuida”.
Cuando el director de Difusión Cultural y Extensión Universitaria de la UAN, Octavio Campa Bonilla, conoció por voz de Campos Dorado el plan puesto en práctica en primarias, a aquel se le prendió el foco y a éste pidió lo realizaran en muros de las escuelas universitarias ¡Órale! Bien encuadernado le presentó el proyecto para la ejecución de la obra, y el propio Campa Bonilla lo llevó a la Dirección de Apoyo a la Difusión e Investigación Científica de la Subsecretaría de Educación Superior de la SEP, en la ciudad de México y se lo autorizaron. Campos Dorado sostiene que la Universidad Nacional Autónoma de México ya conocía ese proyecto, pues después de presentado en Taxco, Guerrero, personal de la UNAM vino a entrevistarse con el autor para saber de éste el manejo apropiado del programa, incluso les entregó un ejemplar.
Dinámico como es, Octavio Campa Bonilla echó manos a la obra. En aquel tiempo invitaron a participar en el proyecto a jóvenes como Juan Lamas, Pedro Casant, Víctor Sanger, Jorge Brizo….”juntamos al grupo de locos que en esa época andábamos pintando cosas”. Fernando Campos Dorado pintó el mural de la Facultad de de Química con temática sobre el Materialismo Dialéctico, “desafortunadamente lo tumbaron”. También lo hizo en Odontología, “este alguien lo retocó, no sé quién, pero ahí está”. Tarde presentaron su plan de trabajo Jorge Ochoa y Francisco Chávez, aunque el primero pintó mural en alusión al asesinato a balazos de tres trabajadores de la UAN el 20 de febrero de 1979.
Campos Dorado en 2010 decidió asistir a un curso sobre escultura en Málaga, España. Durante su estadía del lugar sede se desplazaba a otros sitios, entre ellos Sevilla y Córdoba. Enfadado de sólo escuchar peroratas, abandonó el curso para visitar museos. “Me dirigí del Mar Mediterráneo hasta el estrecho de Gibraltar, me fui pueblo por pueblo, visité pueblos árabes…todo, todo, desde Marbella hasta Almería, en las cercanías con Italia. Regresé a Málaga y desde ahí me fui a Madrid, donde permanecí más de un mes visitando museos. También estuve como dos meses en París, siempre con mi enorme interés de visitar museos, que los hay maravillosos. Me regresé, la verdad porque andaba muy cansado, me aventé entre cuatro y cinco meses de patalarga, pero fue una experiencia muy bonita”.
Aprendió mucho de su incursión por Europa. Por ejemplo, dos días pasó en el museo Del Prado observando una pintura de Velázquez, mirando minuciosamente las pinceladas. También analizó el realismo en la obra de Miguel Ángel, artista al que considera “lo máximo en la historia, yo lo respeto, lo quiero y lo adoro”. Rembrandt, Vincent van Gogh y otros impresionistas no escaparon a la juiciosa mirada de Campos Dorado.
Cuenta que desde Tepic pensó siempre ir a Europa con la gran ilusión de bañarse en el Mar Mediterráneo, “fue lo primero que hice”, estar en la Puerta de Alcalá de Madrid y visitar pueblos. Destaca una muy buena experiencia: fue a Sevilla a visitar un amigo pintor que quiere mucho, de apellido Murillo. Cuando casi regresaba después de tres días de permanencia, platicó con un señor sevillano, quien le mencionó un pueblo cercano con museo de escritor nativo de allí. Se trata de un personaje como el Amado Nervo de ustedes, le dijo. Allá se dirigió en camión y lo llevaron al museo, gran gozo le causó estar en la casa del escritor Juan Ramón Jiménez, autor del libro Platero y yo, joya de la literatura española que Campos Dorado leyó cuando tenía catorce años de edad, cursaba la secundaria.
En Estados Unidos, Campos Dorado decidió ir a Santa Fe, Nuevo México. Es de la opinión de que cuando llega a un pueblo, lo primero que hace es relacionarse con artistas plásticos y escultura para aprender novedades. De esa manera conoció a un escultor que posee una galería muy grande. Explica que Santa Fe es la segunda ciudad más importante en artes visuales de los Estados Unidos, por encima de Nueva York y Chicago. Existen como quince cuadras, “puerta por puerta es una galería de arte. Hay diez museos tan espaciosos que abarcan la superficie de Palacio de Gobierno y la plaza hoy llamada Bicentenario de Tepic. Es una exageración, puedes pasar día y noche y no terminas por recorrer aquel mundo de arte”.
“Fue así como conocí a este muchacho escultor –visitando galerías-. Cuando llegué hacía unas figuras de gran dimensión. Le pedí me diera trabajo, pero como no hablaba inglés a través de un traductor centroamericano me dijo que ahorita no tenía. De lo que sea, le rogué; y de lo que sea se trocó en barredor del taller ¿y por qué no hacerlo? Si mi taller en Tepic yo lo barro. Mi interés era adquirir nuevos conocimientos. Y si, aprendí muchísimo”. Fernando, además de limpiar la basura producida durante el trabajo de cuatro escultores, acomedido les ordenaba la herramienta. Comenta que él forja sus figuras por medio de cincel y martillo, mientras allá utilizan maquinaria eléctrica. Un día de esos faltó a su chamba uno de los ayudantes que a su cargo tenía la elaboración de una águila como de metro y medio de altura.
La figura estaba debidamente trazada, sólo había que quitarle lo que le sobraba. Campos Dorado pidió al traductor le dijera al maestro escultor que él terminaba el águila, pero desconfiado se negó. Se acercaba la fecha de entrega y el ayudante responsable seguía sin asistir, por tanto aceptó que Fernando entrara al quite. “La figura de piedra como de mármol, más bien alabastro, más blando, por tanto con la maquinaria eléctrica me puse a trabajar con mucho cuidado, despacito, empecé a tumbarle, no’mbre, sedita como si fuera jabón. Estaba emocionado, casi ni cuenta me daba que el maestro pasaba a cada rato. Se acercó y me dijo: Okey, amiguo, okey ¡Ya chingué! Tardé un mes en terminar el trabajo, figura a la que imprimí mi propio estilo, que en Estados Unidos es diferente. Pero lo saqué del apuro”.
Gustó el trabajo de Campos Dorado, razón de asistir a Santa Fe cuantas veces fue requerido vía telefónica por el maestro estadunidense. Ha dejado de hacerlo casi tres años causa a infartos cardiacos, producto de la exagerada ingesta de tequila y aspirar y despedir el humo de cigarrillos en cantidad sin límite. “En marzo de 2010 me dio el primer infarto, en mayo siguiente el segundo, ya me andaba yendo. Fumar es un suicidio lento, pero seguro”. Mucha dificultad le costó dejar de fumar. Además hoy está sometido a un estricto régimen alimenticio, y a sus 68 años de edad goza de relativa buena salud y amplio deseo de seguir con vida, le queda mucho por hacer, es tan productivo que se encierra días enteros, sin salir de día ni de noche, para crear obra pictórica y escultural.
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