A los jubilados ni agua y ni voz ni voto
Sergio Mejía Cano
17 de Abril de 2023
La mayoría de las personas hemos oído decir algo así como “vive el presente, el pasado eso es y el futuro es tan incierto aún que no sabemos qué nos deparará; y, obviamente que hay mucha razón en estas palabras, pues el presente es el que estamos viviendo, ya que aferrarse al pasado es estar cargando como unas pesadas cadenas, pues si buen nos traen gratos recuerdos, entre estos también están malos momentos que muchos quisiéramos olvidar sin lograrlo. Y en cuanto al futuro, en sí que es muy incierto porque en realidad no sabemos si despertaremos al día siguiente.
Sin embargo, hay personas que se toman esto de vivir el presente tal y como si no fueran a pasar de este momento, como si no fueran a envejecer algún día en caso de seguir viviendo. El problema es que, como también se ha dicho que la vida es un sueño, también es una realidad muy palpable, pues cuando menos se piensa ya peinamos canas o a muchos varones ya se nos cayó el pelo y, sin poder evitarlo, la piel se nos comienza a arrugar irremediablemente. Aunque también aquí se podría aplicar otra frase muy común: el que la piel se arrugue es inevitable, envejecer es opcional.
Hay personas que piensan que siempre serán jóvenes físicamente y que no toman en cuenta a los adultos mayores, portándose en forma déspota y altanera con los jóvenes de la tercera edad de ambos sexos. Esto lo podemos ver en infinidad de situaciones cotidianas, sobre todo en el ámbito burocrático, en ventanillas en donde se acude a hacer algún tipo de trámite, en bancos, centros comerciales, en tiendas y negocios en donde algunos de los empleados encargados de atender al público usuario no muestran ningún tipo de consideración hacia la edad de ancianas y ancianos y, también se puede ver y comprobar, en el servicio de transporte urbano cuando algunos choferes no dan la parada no nada más a estudiantes, sino más a adultos mayores, tal vez nada más porque pagarán la mitad del pasaje.
¿Qué acaso la gente que atiende a adultos mayores tras un mostrador, una ventanilla, en las cajas de un centro comercial o esos choferes inhumanos que no dan el servicio a las personas mayores de edad, no tendrán entre sus familiares a alguien que ha llegado a la senectud?
Por lo regular a esta clase de gente que se porta mal con ancianos y ancianas no se les ve un ápice de conciencia al no tomar en cuenta que la movilidad de estas personas es más lenta, así como en ocasiones la capacidad de comprensión de indicaciones para realizar algún tipo de trámite, qué papeles llevar a dónde y cómo acudir, etcétera. Pero lo peor es en el transporte urbano cuando los conductores de estos vehículos no toman para nada en cuenta la lentitud de movimientos y reflejos de los adultos mayores que, sin esperar a que tomen asiento en la unidad a su cargo, dan el arrancón o aceleran en forma brusca haciendo caer o en el menor de los casos hacer trastabillar a la gente mayor.
Sin embargo, se podría decir que el desprecio hacia los ancianos de ambos sexos es parte de la naturaleza humana de algunas personas, claro que no de todas por supuesto; pero sí se ha visto gente por demás inconsciente para con los jóvenes de la tercera edad. Afortunadamente existe la contraparte de quienes desprecian a los ancianos, pues también hay gente muy consciente de su edad y sus dificultades para actuar como si tuviesen 20 años de edad.
En el argot ferroviario se decía anteriormente una frase tal vez muy despectiva: a los jubilados ni agua y, en las asambleas sindicales se les indicaba a los jubilados que, si bien podían asistir a estas, no tenían ni voz ni voto. Tal vez por esto, los jubilados ferroviarios se fueron olvidando de los avances en cuanto al monto de sus jubilaciones, pues jamás se contempló incrementar la cuota para que al llegar a la jubilación esta se ajustara a lo que significa esta palabra: júbilo, satisfacción, comodidad después de 30 o más años de servicio; por lo que el monto de las jubilaciones jamás se incrementó ni adecuó, ¿por qué? Pues precisamente porque los encargados de atender a los jubilados tal vez pensaron que ellos jamás llegarían a esta situación o no lo pensaron precisamente porque “vivián el presente” y, sin darse cuenta, les llegó el momento de la jubilación y ahora sí, a padecer de un monto económico denigrante al ser jubilados, con el consabido “hubiera” atendido las cuotas de los jubilados; pero como posiblemente pensaron ser eternos en sus puestos sindicales, también les llegó la hora de apechugar.
Sea pues. Vale.
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