“El Pombero y El Puente”
Rocío Alegría Treviño (Cielo)
24 de Diciembre de 2022
Los jóvenes del pueblo, paseaban por los bosques a la hora en que los padres dormían la siesta, aprovechaban ya que sus padres se oponían a que salieran a los campos, pues conocían la historia del Pombero, que era el Dueño del Sol y protector de los pájaros, cosa que a los muchachos les encantaba perseguir y al pombero le molestaba, al grado de acosarlos y llevárselos con él.
El Pombero imitaba el canto de los pájaros con silbidos, para atraer a los muchachos y llevarlos con él, era un hombre extremadamente alto, siempre portaba un enorme sombrero de paja y una caña de bambú en su mano. Recorría los bosques a la hora de la siesta con la finalidad de atrapar a los vagos que perseguían a sus pájaros que tanto amaba.
Era dueño del Sol, al que le decía que se ensombreciera cuando él así lo deseaba, los jóvenes con sus hondas y cargados los bolsillos de piedras, husmeaban entre los árboles buscando pájaros para asustarlos y alborotarlos, los que al sentir las piedras volaban en desbandada, cosa que hacía enojar al pombero, que veía lo que pasaba y lo enardecía.
Corría con su caña de bambú y los ojos de fuego detrás de los muchachos quienes corrían a toda prisa, pues sabían que cuando el Pombero aparecía, se los llevaría con él y jamás volverían a ver a sus padres. El Pombero se apoyaba en su caña de bambú que le ayudaba a dar saltos enormes para ganar distancia.
El pombero golpeó con su caña el suelo tres veces seguidas diciendo unas palabras extrañas y de pronto, se ensombreció el cielo, gruesas nubes cubrían el sol haciendo parecer que ya era tarde y los jóvenes asustados, no sabían a donde correr; se acercaban a un gran puente por donde pasaba un rio caudaloso, sabían que si llegaban ahí se arrojarían al agua y nadando saldrían lejos de ese lugar, evitando así al Pombero que casi les pisaba los talones.
Los jóvenes sudorosos y asustados corrían sin saber que al llegar al puente en plena mitad se volverían invisibles y sólo si el Hada de los Ríos los ayudaba, volverían a la normalidad, de lo contrario, quedarían así para siempre y el Pombero, que tenía poderes él sí podría verlos y atraparlos.
Corrieron por el larguísimo puente, y unos se dieron cuenta que sus amigos ya no se veían, no sabía lo que pasaba, les gritaban y contestaban, pero no los veían, uno de ellos se percató de eso y saltó al agua, antes de llegar más allá de la mitad del puente, que también estaba encantado; logrando permanecer visible, fue el único que se salvó de ello, los demás quedaron invisibles.
Ya en el agua, el joven Pexoa que así se llamaba, llamó a sus amigos y éstos le contestaron pero no los veía ellos que si lo veían a él se fueron acercando, pero entre sí no podían verse.
El Pombero, corría y al verlos lanzarse al agua se detuvo, pensando que se ahogarían y se regresó a sus hermosos bosques plagados de aves hermosas que él amaba y cuidaba. Pexoe, preocupado, les dijo lo que había sucedido, que no sabía cómo hacer para hacer que volvieran a la normalidad.
Salieron del agua y caminaron hacia sus casas, donde los padres angustiados ya los buscaban, vieron a Pexoe, y gotas de agua que caían alrededor de él, pero no veían a los jóvenes. Pexoe les contó lo sucedido y ellos los regañaron por su desobediencia. Sabían que de haber obedecido, no hubiese pasado nada de eso.
Angustiados los padres se reunieron alrededor de una fogata, quemaron incienso, copal y romero, canela, en un brasero, en la fogata, pusieron ramas de eucalipto, roble, fresno y unas hermosas rosas rojas, a manera de ofrenda a sus Dioses de Luz, a sus ángeles del Cielo, pidiendo ayuda ante lo sucedido.
La Luz encendió bellísima, el olor que despedía era muy hermoso, llegó hasta el bosque, el Pombero quedó extasiado con el aroma y embelesado se dejó guiar hasta llegar a la aldea, donde reunidos todos los ancianos y los padres de los jóvenes oraban a Dios y a sus mensajeros de Luz y de Amor.
Les dijeron que ellos solo jugaban, que jamás lastimarían a las aves, que ellos les habían enseñado el amor a la naturaleza y a los animales, que estos jóvenes estaban arrepentidos. El Pombero se acercó lentamente, con cierto temor, su altura llamó la atención de los presentes, pues sólo algunos lo habían visto, es más hasta dudaban de que existiera, al verlo, los jóvenes se angustiaron y creyeron que les haría daño, pues él si los veía.
El Pombero, habló con ellos, les dijo que él se enojaba mucho porque lastimaban a sus aves, que algunas habían sido heridas, ellos negaron haber herido alguna ave, que tal vez otros antes que ellos pudieron haberlo hecho, se dijeron arrepentidos y tenían miedo por lo que les había pasado.
Estando ahí reunidos, se escuchó una suave melodía, asombrados vieron cómo se acercaba todo un cortejo, era El Hada de los Ríos, que traía de acompañantes a bellos seres de luz, que irradiaban hermosos colores al son de la hermosa música que era tocada por bellísimos ángeles celestiales.
Caminaban lentamente atraídos por el aroma del incienso y el copal, la canela el romero y la miel. La hermosa Hada ataviada con sedas hermosas de colores pastel, entre rosado, naranja, violeta, azul y dorado con una bella corona de piedras preciosas extraídas de las rocas sumergidas en los ríos, bellamente labradas, con brazaletes plateados y rosados, calzaba unas bellas sandalias con lianas hasta la rodilla, eran de un material muy fino, finamente elaboradas con diversos materiales de piel y lianas de los ríos.
Era hermosísima, el Pombero, quedó prendado de su belleza, jamás se habían visto, el Hada muy seria llegó y se presentó ante el mayor de los ancianos, diciéndole: El aroma de su ofrenda me ha hecho venir, les felicito porque estas ofrendas halagan a los Dioses y son sinceras, sé que el Pombero persiguió a sus muchachos, pues él tiene encomendado proteger a las aves y ellos las molestan, deben saber que todos los seres vivos deben ser protegidos, amados y venerados.
El anciano contesto al Hada. . . Hermosa Hada, sé que estos muchachos se han portado mal, pero están arrepentidos y estamos implorando a Los Dioses su comprensión y sobre todo el Perdón, pues se volvieron invisibles y no sabemos cómo hacer que vuelvan a la normalidad; Ayúdanos bella Hada, yo hablo a nombre de ellos, y me encargaré que no vuelvan a lastimar a ningún animalito.
No está en mis manos hacer eso, pero el Pombero y yo hablaremos por estos jóvenes sólo porque usted nos lo pide y por esta hermosa ofrenda, el Pombero feliz de acompañar a la Hermosa Hada se fue haciendo reverencia a los ancianos, con a promesa de ayudarlos. Los jóvenes ilusionados se abrazaron.
Marcharon El Pombero y la hermosa Hada de los Ríos acompañados de su Corte y sus músicos que no dejaban de entonar melodías celestiales. Llegaron a un Claro del Bosque, cerca del Puente donde los jóvenes se habían vuelto invisibles, se sentaron en unos troncos de árboles, rodeados por enormes libélulas que alumbraban el lugar, formaron todos una rueda, en el centro pusieron un hermoso ramo de flores de diversos matices y aromas, danzaron al son de la música de los hermosos ángeles, la Luna esplendorosa, les sonreía y enviaba rayos plateados que hacían lucir un espectáculo divino.
Se iluminó el cielo en un haz dorado y azul, bajó un hermoso ángel con una bella trompeta que brillaba esplendorosa, la tocó varias veces haciendo que los ángeles callaran. El Hada y el Pombero se inclinaron, tras de él venía un hermoso ser alado, con un rostro divino y bondadoso, les dijo que sabía lo que sucedía, que nada estaba oculto a sus ojos. Que sabía que esos jóvenes no eran de corazón oscuro.
Les dijo que desde ese instante los liberaba de esa maldición al mismo tiempo que al Puente, pues los que lo cruzaban, muchos se volvían invisibles y eso no estaba bien, que el Pombero siguiera cuidando a las aves y ella a los Ríos. Que les llevaran mensajes de Amor, Bondad y Respeto a todo ser vivo, y sabía que esos jóvenes habían aprendido la lección.
El Hada se inclinó dejando entrever su hermosura ante esa luz maravillosa, el Pombero sólo atinó a agitar su caña de bambú en señal de agradecimiento. Mientras eso pasaba en el Bosque, en la Aldea, los jóvenes recuperaban su figura y saltaban de alegría, corrieron hasta el Bosque ante la angustia de los Padres, pero ellos querían agradecer, que los hubiesen perdonado.
Alcanzaron a ver al gran Ser de Luz hermoso que irradiaba Amor y Bondad además de una luz hermosísima, jamás vista por nadie, quedaron asombrados ante tanta belleza y divinidad. Se arrodillaron y pidieron perdón, el Ángel de Luz, los tocó con uno de sus rayos y éstos se sintieron felices, contentos, llenos de vigor y sobre todo infinito amor.
Los padres alocadamente llegaron en tropel detrás de los jóvenes, al ver lo que ocurría, se hincaron y lloraron ante lo hermoso y divino del espectáculo. El Hermoso Ángel de Luz, sonrió amablemente y se fue alejando, dejando una estela brillante y perfumada.
Todos estaban mudos, quietos, asombrados. Entonces el Pombero tocó con el suelo su caña de bambú y los jóvenes y la gente, se vieron en sus casas, rodeados de sus hijos, El Hada de los Ríos a solas con el Pombero, lo tomó en sus brazos y tocando tres veces con su caña el suelo, fueron ascendiendo, hasta llegar a la cima de una bella montaña, donde abajo se veía un hermoso y caudaloso río.
Sonriendo los dos, buscaron un hermoso claro en ese bosque nuevo y rodeados de árboles donde anidaban miles de aves y abajo serpenteando el río, ellos construirían una hermosa cabaña, para después pedirle a los ángeles vinieran a su boda, pues se habían enamorado.
Y colorín colorado, este cuento, se ha terminado.
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