Nayarit tiene una especial configuración espiritual formada lentamente en medio de las luchas emprendidas, primero contra los conquistadores Nuño de Guzmán y Hernán Cortez, y más tarde por los núcleos indígenas sublevados y encabezados por Manuel Lozada en contra de las fuerzas realistas de Ramón Corona, entre otras memorables luchas sociales. En medio de esos rudos protagonistas, una sociedad sensible a los movimientos del espíritu se creó y ha dado a la cultura de México algunos nombres de primera línea, entre los que sobresalen por no citar sino a unos cuantos, los de los poetas Amado Nervo y Alí Chumacero por un lado, y el de los historiadores Luis Castillo Ledón, Salvador Contreras y Everardo Peña Navarro, por el otro lado.
Los poetas nayaritas han escrito el nombre de México en medio de los más eminentes cultores de las letras castellanas. Nervo llenó con su obra, plena de hermosa sencillez, de majestuosa claridad, de noble piedad y lánguida melancolía, varias décadas de la lírica mexicana; mientras que Alí Chumacero, con una producción personal más pequeña pero igualmente valiosa, se ostenta como uno de los poetas más sensibles, de formas más puras y de esencia lírica honda y depurada. Con toda razón se otorgó a este Nayarita, nativo de Acaponeta, el premio Alfonso Reyes, destinado a premiar la labor de grandes escritores, nacionales y extranjeros, entre los que figuran intelectuales de la talla de Marcel Batallón y Jorge Luis Borges.
Los historiadores nayaritas por su parte han cultivado la memoria histórica de su tierra natal escribiendo acerca de los hombres y sucesos más significativos de este rincón del país, pero aunque la historiografía nayarita en sí misma es vasta y valiosa, voy a ocuparme por ahora brevemente de la egregia y entrañable figura del ilustre nayarita Luis Castillo Ledón.
Miembro de una antigua e importante familia establecida en Santiago Ixcuintla Nayarit, nació en esa ciudad el año de 1879, haciendo ahí mismo sus estudios primarios, en ese entonces bastantes sólidos y formativos, continuando su formación escolar en el Liceo de Varones de Guadalajara, en donde su sensibilidad y talento, así como la presencia de buenos maestros, le predispusieron al cultivo de las letras y la historia.
La capital jalisciense, dotada de amplios medios culturales de gran raigambre, de un círculo de intelectuales de enorme valía y de medios de expresión continuos y destacados, ha influido siempre en el desarrollo cultural de Nayarit. En efecto, sus múltiples escuelas, su Universidad (la segunda establecida en la Nueva España) su Audiencia, la presencia de múltiples imprentas, de periódicos y revistas, atrajo permanentemente la atención de los jóvenes que vivían en las provincias aledañas, animados por el quehacer espiritual e intelectual.
Nayarit, como Colima, Zacatecas y Aguascalientes, giraron en la órbita cultural de Guadalajara y a esa gran ciudad, cuyo prestigio creció día tras día, acudirían a formarse y eventualmente a darse a conocer, espíritus talentosos del centro y del occidente de México.
Muchos han sido los intelectuales nayaritas que se han formado en Guadalajara, entre ellos Luis Castillo Ledón que afirmó ahí su vocación intelectual como también lo haría posteriormente Alí Chumacero. Los periódicos por aquel entonces, más llenos de ideales formativos, de artículos orientadores escritos por quienes pensaban y escribían bien, que de avisos de ocasión y de insulsas crónicas sociales como están hoy en día, eran auténticos voceros de intelectuales, de ideólogos y también de refugio de jóvenes escritores. En varios de esos diarios publicados en la capital jalisciense como “EL SOL” y “LA GACETA”, hizo sus pininos de escritor Luis Castillo Ledón. Pronto destacó en esos medios y así pasó en 1899 como director propietario de “EL MONITOR de Occidente”.
En el año de 1904, atraído por la luz y fama que entonces desprendía la ciudad de México, maduro ya en las letras, marchó a esa ciudad con una vocación intelectual más decidida y con ideales políticos de transformación del país. Su actuación en la capital del país estuvo ceñida a la que han tenido una buena parte de los intelectuales provincianos: profesar lecciones de español y de literatura en las escuelas superiores.
En la administración pública, ligado a grupos de periodistas, de escritores y dotado de prestigio, ocupó Luis Castillo Ledón algunas posiciones en la Biblioteca Nacional, en la Biblioteca del Museo Nacional, en la Escuela Nacional Preparatoria y en el Archivo General de la Nación, lo cual le permitió asomarse a la rica documentación histórica que poseen estos centros, inclinándose a la investigación histórica sin menoscabo de su producción literaria.