Diputadas enferman de gustos pasados
Oscar González Bonilla
19 de Octubre de 2022
En fecha reciente, como escenario reducido espacio del Congreso del Estado donde tiene su base la dirección de Comunicación Social, escuché charla que me pareció interesante entre periodistas locales, todos varones, que allí cotidianamente se congregan para eso, el cotilleo, y saborear café como a muchos les gusta: sin costo.
Departía el grupo sobre el tema de las diputadas mujeres. Había a quienes les llenaba de asombro que se embarazaran en pleno ejercicio legislativo, mientras que otros más defendían su derecho de ellas a deseos urgentes y ardientes. Pero cómo es posible que lo hagan durante plena actividad cameral, no podrían sujetarse a castidad conyugal hasta en tanto termina su periodo como diputada, fue la réplica.
Luego de boca a oído, un vago reportero dijo: Tiene envidia este cabrón.
El dilema era encontrar la razón del por qué los lances de amor, plenos de fogosidad hasta lograr la reproducción. Qué motiva a las diputadas mujeres a tales acciones llenas de privacidad.
Porque alegaban que, en la legislatura local, la 31, de catorce legisladoras cuando menos cinco resultaron embarazadas (al parecer tres de ellas priistas y dos panistas) durante ciclo de bastante quehacer legislativo. Nada impidió que se enfermaran de gustos pasados. Incluso una de ellas en esa época contrajo matrimonio y, por supuesto, se preñó. Esa legislatura cubrió un espacio de tres años (2014-2017).
En la actual, la 33, apenas cumplido el año, ninguna diputada ha dado luz a una hermosa criatura. Sabrá Dios que sucederá cuando existen 18 legisladoras. Si resultan embarazadas durante los dos años que les restan de trabajo legislativo, están en todo su derecho, además muy su gusto
Las versiones iban y venían. Hubo quienes apuntaban que el goce carnal se deriva de la buena posición económica de ese tiempo, dinero que no sólo les basta para cubrir elementales necesidades, sino para satisfacer gustos y necesidades mayores. Y a darle vuelo a la hilacha. Pero al paso del tiempo ha habido hombres que llegan a este cargo de elección popular que con base en la solvencia económica cambian de mujer, sin pensarlo dos veces dejan a aquella con quien se unieron en matrimonio. Ejemplos son muchos y variados.
Nadie de los periodistas envueltos en el tema atinó a decir, tener la certeza, de la cantidad monetaria que mensualmente percibe una legisladora, o un diputado. Algunos aventuraron a indicar que sobrepasa con mucho los cien mil pesos, otros alegaban cantidad menor. Yo no lo sé de cierto, lo supongo, fue la regla. Porque admiten que tanto uno como el otro género diputadil nunca habla con la verdad cuando de la remuneración mensual se trata. Mienten, remienten, tresmienten y taramienten.
Ojalá y este comentario escrito no sea acusado de misógino, porque hay lectores más sensibles que una cuerda de violín.
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