La etapa de registro de candidatos a gobernador, diputados, alcaldes y regidores de los partidos políticos para la renovación total de poderes en Nayarit este primer domingo de julio, llegó a su fin con resultados tan inesperados que un amigo mío los calificó en su facebook como “el parto de los montes”, en referencia a una fábula del poeta romano Horacio (siglo I d. C) quien para señalar a aquellos escritores que utilizan estilos fastuosos pero que en realidad son mucho menos buenos de lo que piensan, expresó: “Parturient montes, nascetur ridiculus mus” que significa: "parieron los montes, nació un ridículo ratón". Del mismo modo, esta metáfora viene ad hoc respecto a aquellos acontecimientos que se anuncian como algo muy importante o que generan grandes expectativas de lo que realmente terminan siendo.
Las designaciones de candidatos para los distintos cargos de representación popular (incluidas las plurinominales) realizada por de las cúpulas de los partidos, resultó en efecto contrario a las expectativas esperadas no sólo del público sino de muchos precandidatos que al ver frustradas sus aspiraciones en sus partidos originales, se comportaron como saltimbanquis brincando de unos partidos hacia otros, de manera que por ejemplo, algunos candidatos del PAN provienen del PRD y del PRI mientras que otros candidatos del PRD proceden del PAN y del PRI. El PT y Convergencia (que van juntos en alianza) por su parte, también cacharon algunos “desechos” de otros partidos principalmente del PRI, mientras que éste sólo registró pérdidas de personalidades y militantes pues algunos de sus precandidatos excluidos se inconformaron fugándose a otros partidos, además del posible boquete que les haya dejado el retiro del Senador Gerardo Montenegro y sus huestes del magisterio.
Este brincoteo de los políticos de un partido a otro y la actitud obsequiosa de algunos ellos para recibirlos con bombo y platillo como sus candidatos, sacrificando a sus propios correligionarios que a su vez emigraron a otros partidos al no ser tomados en cuenta, tiene varias lecturas: por un lado, reflejan la descomposición de la clase política la cual mostró su apego a sus propias conveniencias irrespetando sus propios programas y principios políticos, desdeñando la trayectoria y los méritos de sus militantes que aspiraban a ser candidatos e ignorando los sentimientos de sus electores. Quedó claro entonces que para ser tomado en cuenta como candidato lo que menos interesa son la militancia, los perfiles, la ideología, los méritos sanos; sino que la clave es tener dinero o contar con la bendición de los dueños de los partidos, lo cual a su vez implica asumir un alto grado de incondicionalidad.
Así las cosas, resulta patético escuchar –por poner un ejemplo- decir a los panistas que quienes llegaron a sus filas de otros partidos son la quinta maravilla y que los partidos que los dejaron ir “no saben lo que perdieron” (sic), a la vez que fustigan con el látigo del desprecio a sus ex compañeros que emigraron a otros partidos descalificándolos por ambiciosos. E igual de deplorable resulta escuchar decir a un sujeto que antes era de un partido y ahora es candidato de otro, que su nuevo partido es una gran institución porque se fijó en su persona y que el otro de donde salió es de lo peor porque lo desecharon por otro como si fuera un kleenex, sin reparar que él también llegó a su nuevo partido como un advenedizo desplazando a otros que se supone tenían más méritos que él. Es decir, se quejan de una injusticia cuando son víctimas, pero no ven injusticia alguna cuando son victimarios.
Qué decir de los referentes ideológicos de los partidos que supuestamente marcan la diferencia entre ellos los cuales quedan completamente desdibujados con este tipo de acciones generando una percepción de que todos son iguales porque buscan el poder como un botín y que por lo tanto no hay realmente alternativas a donde voltear.
Pero mientras los partidos relativamente fuertes como el PAN y el PRD actúan como clones del PRI exhibiendo sus mismas prácticas, los partidos bonsái (que tampoco son diferentes en ese sentido) sólo tienen una participación testimonial al grado de que se vaticina que ni siquiera les alcance para sostener sus registros locales, con excepción desde luego del Verde y el PANAL que son meros membretes pero que gracias a su alianza con el PRI podrán tener el suficiente oxígeno para sobrevivir como parásitos que son para seguir medrando del presupuesto público.
Esta similitud entre los partidos se puede ver con claridad en las promesas de campaña llamadas eufemísticamente “compromisos” de los candidatos las cuales son casi idénticas entre sí, coincidiendo también en el tipo de “oferta” a los electores orientada hacia el reparto de dádivas incurriendo en un populismo desatado donde pareciera que hay abundancia para ofrecer de todo a todos. Nadie hace propuestas de austeridad republicana, de mejorar sustancialmente el medio ambiente para hacerle frente al cambio climático, de impedir que avance la privatización de las playas, de frenar la corrupción o de impulsar una participación ciudadana auténtica. Existe la convicción entre los candidatos de que si no “regalan” cosas a la gente y si no recurren abiertamente a la demagogia sin importar lo extravagante que ésta sea, no se podrá conquistar al electorado. En este tenor, no se tiene recato en proponer que en cuanto se sea gobernador se sacará el Cefereso del Rincón de Nayarit, o en amenazar con una política de “mano dura” contra el crimen organizado que evidentemente sólo empeora las cosas, entre otras “propuestas” por el estilo que sólo son para aparentar una firmeza que no se tiene.
Desde luego que el tema de la inseguridad cuya realidad es muy lacerante y que constituye una de las preocupaciones fundamentales de los ciudadanos nayaritas no podría ser pasada por alto, pero ahora resulta que todos pueden detener al crimen organizado menos el sátrapa que está todavía como gobernador. En algunos casos, la promesa de resolver este problema raya en el cinismo, como en un candidato que recientemente estuvo gobernando y no hizo absolutamente nada al respecto, pero quiere que le creamos que cuando sea gobernador si va a cumplir.
En fin, ante hechos consumados y ante la realidad de que no hay manera de anular las elecciones mediante la abstención porque con la cantidad de electores que sufraguen –sea la que sea- las elecciones son válidas, parece que no queda más remedio para quienes sí vamos a votar a pesar de todo, que decidirnos en cada caso por el mejor candidato (si es que lo hay) o por el menos malo en su defecto. De este modo, si queremos recomponer al menos parcialmente este puzzle electoral, lo lógico es que tratemos de determinar qué es lo que más nos conviene como sociedad en cada demarcación, distrito, municipio y a nivel estatal. Desde luego que el voto duro de los partidos (creo que cada vez más disminuido) votará en bloque por todos sus candidatos sin importar lo mediocres o corruptos que éstos sean; pero por otro lado, quienes votarán libremente, necesitarán contar con cierta información de las posiciones de partidos y de los perfiles de los candidatos o al menos tener la suficiente intuición para orientar su voto en un sentido u otro. En este caso, lo normal sería que se ejerza un voto diferenciado apostándole a una pluralidad que si bien puede significar una mayor esfuerzo de negociación para llegar a acuerdos, también puede devenir en lo contrario, en una parálisis política, pero parece mejor ese escenario que tener un congreso de diputados “levantadedos” como el actual al servicio del gobernador y no de los ciudadanos.
Desde luego que esta última postura de los ciudadanos de enmendar los estropicios de los políticos es en términos de participación ciudadana una acción limitada, pero creo que vale la pena intentarlo, partiendo de los candidatos a gobernador para luego hacerlo extensivo a cada uno de los cargos en disputa. De este modo, para decidir a quién darle nuestro voto para gobernador, debemos determinar de cada uno de ellos sus virtudes y defectos personales y también lo que significa políticamente sus partidos, haciendo un balance de sus pros y contras para Nayarit e intentar repetir esta actitud para votar por los otros cargos, buscando tal vez otros criterios adicionales orientadores.
Así entonces, se tendría que analizar de los principales candidatos a gobernador sus perfiles tales como su trayectoria o experiencia política, su capacidad de gestión, sus antecedentes en cargos públicos, etc., o bien, medir los riesgos o consecuencias. Por ejemplo, a Roberto Sandoval lo podemos juzgar por su desempeño reciente en el Ayuntamiento de Tepic, considerar como riesgo que representa un continuismo del actual gobierno de Ney González, etc. De Martha García por su parte, podemos considerar un riesgo su pertenecía a un poderoso grupo empresarial que puede inhibir las inversiones externas, así como su pobreza intelectual. Respecto de Acosta Naranjo podemos analizar su trayectoria como dirigente político con sus luces y sombras, pues al ser el candidato con más experiencia política y el que ha tenido una vida pública más destacada o exitosa, lo convierte en una figura muy controvertida que genera adhesiones y repulsiones apasionadas, es decir, que es muy venerado por sus seguidores pero también muy odiado por sus detractores. Así entonces, el primero puede ser visto como más de lo mismo; la segunda como una persona que está atrapada en un conflicto de intereses donde por regla general el empresario en el poder actúa para favorecer sus negocios en detrimento del bien común; y el tercero que con todos su estigmas reales o no, aparece como una esperanza, y, sin desdoro de lo dicho anteriormente, como una alternativa a un cambio.